Arrano Etxea, un hospital para animales
El centro ubicado en Igeldo registra 1.643 ingresos desde 1989 con una recuperación del 66%
En Arrano Etxea los milagros se suceden un día sí y otro también. Es igual el espécimen que ingrese. Puede ser un aguilucho con una ala fracturada, un ardilla con una pata herida, un cormorán petroleado, un mono tití intervenido en la frontera, un buitre que acaba de estrellarse con el tendido eléctrico... Casi siempre terminan recuperándose. Ylo hacen gracias a Josean Albisu y a su mujer, Mertxe García, que lideran el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre ubicado en Igeldo. Desde que en 1989 la instalación comenzó su andadura hasta el pasado año, ha registrado oficialmente 10.543 ingresos. De ellos, 6.920 han podido ser devueltos a sus hábitats. El éxito de recuperaciones es del 66%, casi nada.
A Arrano Etxea le contemplan más de tres décadas de existencia. Nació antes incluso de que se suscribiera el convenio entre la Diputación de Gipuzkoa y el grupo de Ciencias Aranzadi. Arrano Etxea es la vivienda particular del matrimonio Albisu-García que, de manera altruista –siempre ha rechazado que su labor fuera retribuida–, se viene ocupando del cuidado de los animales, en tanto que la institución foral corre con los gastos derivados del mantenimiento, alimentación, medicinas, material de cura, además de tres colaboradores.
A Josean Albisu la afición por los animales le llegó mucho antes de ser médico pediatra. Lo ha contado en varias ocasiones: con apenas dos años, lo primero que hacía su madre cuando llegaba a su casa era sacarle de los bolsillos las «miserias andantes» que había capturado. Albisu creció y con él sus inquietudes. Comenzó a colaborar con Aranzadi. Dentro de su labor en la sociedad de ciencias, llegó un momento en el que comenzaron a echar en falta centros para el cuidado de especies que, por razones diversas, estaban en peligro. Junto a Txema Faus, un amigo suyo de Ordizia, que ya entonces curaba en su casa algunas rapaces heridas, fueron madurando la idea. De esta forma, cuando hace más de treinta años Albisu y Mertxe decidieron trasladarse a vivir a Arrano Etxea, se plantearon la posibilidad de instalar un centro en esta casa.
A cualquier hora
Desde entonces, la instalación no ha dejado un solo día de recibir animales. Por la mañana, de tarde o de madrugada, en Nochebuena, en plena celebración familiar... Siempre han estado Josean o Mertxe al otro lado para recibir a la emergencia. Recuerdan que durante tres años consecutivos se dio una peculiar circunstancia. El 1 de enero ingresaba una foca que prácticamente obligaba a dejar a un lado la celebración por el año recién estrenado. «Fue una situación especial, ya que se trata de una especie que requería de muchas atenciones, tiempo y sacrificio. No era lo mismo que llegara un águila ratonera, por ejemplo», explica Mertxe.
Para Josean, estas tres décadas al lado de los animales han sido su manera de vivir. «Hasta que cumplí 70 años fui pediatra en Osakidetza y durante unos años compaginé la Medicina con la actividad en Arrano Etxea, pero a partir de la jubilación, la dedicación al centro ha sido total», señala.
Los inicios de Mertxe fueron diferentes. Psicóloga clínica en el Gregorio Marañón de Madrid, se vino a Donostia. «A mí siempre me han gustado los animales, pero en mi casa no podía tenerlos. Cuando vine, conocí a Josean y nos vengamos un poco. Compramos esta casa de Igeldo y empezamos con perros, gatos... Al final, el destino quiso que nos hicieran la propuesta del centro y aquí estamos».
Albisu y Mertxe han atendido durante este periodo con el mismo cariño y dedicación a especies que eran irrecuperables para su vida en libertad, haciendo frente incluso a quienes con un criterio más economicista les instaban a sacrificar a determinados individuos considerados irrecuperables. «Para nosotros no dejaban de ser animales con problemas a los que simplemente había que ayudar. Luego, su futuro podía ser muy variado. Una rapaz con el ala rota perfectamente puede ser un elemento educativo para fomentar el respeto a la naturaleza. Los escolares alucinan cuando asisten a una suelta. Pero también pueden servir para la reproducción en cautividad, más aún si se trata de una especie en peligro. Nosotros solo hemos eutanasiado a animales que estaban sufriendo», explican.
Dedicación plena
En estos años, Mertxe y Josean se han dedicado en pleno a esta labor, lo que les ha llevado a alternar momentos alegres con situaciones difíciles y hasta dolorosas. Los dulces han sido muchos, «sobre todo cuando logras recuperar una especie que está en peligro de extinción. Siempre que un animal retorna a la libertad es motivo de satisfacción, pero esta es mayor cuando sabes que el ejemplar que recuperas es más necesario en la naturaleza porque su población esta descendiendo», detalla Mertxe.
Y luego, aseguran ambos, hay casos que impactan. «Siempre nos acordamos de un matrimonio que en varias ocasiones nos había traído animales. El hombre falleció y sus hijas nos preguntaron si teníamos algún ave para devolverla a la libertad. Ellos pretendían soltarla en un lugar que la familia frecuentaba por Aralar. Con ello querían rendirle un homenaje al padre y marido fallecido. Pedimos las oportunas autorizaciones y con un guarda se les hizo entrega de un águila ratonera. El día de la suelta, según nos contaron luego las hijas, el águila alzó el vuelo, realizó diversos giros por la zona y al cabo de un rato regresó y se posó en el hombro de la viuda. Se quedaron impactados. Fue muy emocionante para ellos. Tuvieron que volver a soltarlo», recuerda Mertxe.
Tres décadas en Arrano Etxea dan para muchas historias y a lo largo de esta andadura se han vivido momentos críticos como el de la gripe aviar. «Fue una época dura. Nos plantearon la posibilidad de eutanasiar a todos los que llegaban, pero nos opusimos en tanto no surgiera un caso. Y no lo hubo. También fue complejo el año del hundimiento de 'Prestige'. Cientos de aves se vieron afectadas». El vertido provocó la muerte de 1.286 aves marinas en playas y acantilados de Gipuzkoa.
Perdigón en el cerebro
La relación de anécdotas es inagotable. «Recuerdo el caso de un esmerejón, un halcón pequeño que las mujeres utilizaban para cazar en la Edad Media. Vino con un disparo en la cabeza. Se le hizo una radiografía y se veía el perdigón en el cerebro. Se le practicó una intervención minuciosa y le extrajimos el proyectil. Había producido una hemorragia en la corteza cerebral. Pero el animal se curó y lo soltamos. Aquello para mí fue un milagro. No tenía ninguna posibilidad de sobrevivir sin la intervención humana».
Mertxe reconoce que ha sido imposible no encariñarse con algunos de los inquilinos que cuidan con tanto mimo, pero precisa que «desde el primer momento teníamos claro que no estábamos para enamorarnos de ellos sino para curarlos. El día que recuperan la libertad, por un lado lo pasas mal, pero por otro bien porque le devuelves a su hábitat natural».
Josean cumplirá dentro de unos meses 84 años y tiene cuerda para rato, al igual que Mertxe. Ambos seguirán en tanto el centro continúe prestando su servicio y cuando deje de hacerlo, él continuará con su pasión por la entomología y a ella tampoco le faltará trabajo. «Siempre vamos a tener animales, estemos o no con el centro».
Nadie duda a estas alturas de que Arrano Etxea ha sido un referente de la cultura de la protección medioambiental. Su labor ha calado incluso entre los cazadores. «Hemos observado una disminución progresiva de ingresos de rapaces. Nos da a entender que hay una mayor concienciación en la sociedad, sobre todo entre los cazadores, un colectivo en el que últimamente hemos observado una mayor colaboración. Es relativamente frecuente que acudan a nosotros cuando encuentran un animal herido», señala el matrimonio.
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