Europa asigna a Euskadi un papel clave para evitar el aislamiento eléctrico de la península
El histórico apagón de la red acentúa la necesidad de acelerar la renovación del sistema para atender la transición energética y las demandas industriales
El apagón que dejó sin electricidad a miles de hogares y empresas el pasado lunes reabrió un debate que lleva tiempo ganando fuerza en los ... círculos técnicos, económicos e institucionales vascos: la calidad, resiliencia y capacidad de la red eléctrica. El fallo, extraordinario, no es un síntoma directo de estas carencias estructurales, pero sí recuerda que la seguridad energética es un bien delicado. Y que detrás del simple gesto de encender una luz, hay una red compleja que necesita actualizarse si Euskadi quiere sostener su modelo económico, avanzar en la descarbonización y consolidarse como nodo energético estratégico entre la península ibérica y Francia. Ante ello, el incidente sirve como catalizador para volver la mirada hacia una cuestión de fondo: ¿qué valor tienen las redes eléctricas en una economía industrial como la vasca? ¿Y qué riesgos implica no invertir lo suficiente en ellas?
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Mientras Red Eléctrica investiga el origen exacto del «cero energético», que se atribuye a una «pérdida repentina de generación en el suroeste peninsular», un informe mucho más profundo y estructural elaborado por el Instituto Vasco de Competitividad de la Universidad de Deusto, Orkestra, aborda la cuestión de la línea de transporte y distribución eléctrica vasca desde otra óptica. El documento es previo al apagón del lunes, pero sí disecciona las costuras del sistema eléctrico en Euskadi, y traza una radiografía clara de sus debilidades, y también sus enormes oportunidades.
En general, lo que plantean Stephanía Mosquera y Macarena Larrea, investigadoras del Lab de Energía y Medioambiente de Orkestra y autoras del estudio, es que las redes eléctricas son mucho más que una infraestructura técnica. Son «un activo económico, una plataforma de innovación, una garantía de seguridad y un instrumento esencial para abordar los retos energéticos y climáticos». El análisis señala que la infraestructura actual presenta algunas limitaciones importantes: «falta de capacidad, baja flexibilidad para gestionar picos de demanda o integrar renovables, y una dependencia estructural del suministro exterior». Todo esto, en un territorio industrial como el de Gipuzkoa, densamente poblado y deficitario en generación eléctrica.
Más allá de las razones del 'black-out' eléctrico, conviene recordar que la saturación de la red eléctrica vasca ya está dificultando la transición energética de la economía y bloqueando proyectos empresariales, como avanzó este periódico a principios de año. Por ejemplo, la línea de distribución guipuzcoana está «casi agotada» después de que las peticiones de conexión de la industria se hayan multiplicado por ocho entre 2020 y 2023, los últimos datos facilitados por Iberdrola. Además, el propio diputado foral de Promoción Económica, Unai Andueza, confirmó en una reciente entrevista en estas páginas que «ya hay proyectos que están siendo bloqueados». «No hablamos de hipótesis, hablamos de necesidades concretas del tejido empresarial», sentenció.
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Desde el Gobierno Vasco y la Diputación están trasladando con insistencia este problema al Gobierno central, de quien depende en última instancia establecer el techo de inversión de las redes. Está previsto que el Ejecutivo de Pedro Sánchez presente antes de verano el nuevo plan quinquenal para la electrificación del Estado, que pretende ser el más ambicioso hasta la fecha, aunque desde el Ministerio de Transición Ecológica (Miteco) advierten que es «técnica y prácticamente» imposible atender a «todas» las peticiones de demanda. Según cifras recogidas por la cartera que dirige Sara Aegesen, las solicitudes de acceso a la red eléctrica en el conjunto del Estado se han multiplicado por ochenta respecto al anterior ciclo 2021-2025. Es decir, el Gobierno hace equilibrios para mantener la sostenibilidad de una red ya de por sí muy exigida y atender las necesidades «reales y no especulativas que saturan el sistema».
El papel de las interconexiones
En cualquier caso, fuentes del Miteco insisten en que son «plenamente» conscientes de la situación concreta de Euskadi, y aseguran a este periódico que el nuevo plan de inversiones tendrá en cuenta a la industria que «más valor aporte al conjunto del país». Gipuzkoa, con un tejido productivo altamente cualificado, un peso industrial muy por encima de la media y una estrategia clara hacia la transición energética, aspira a ocupar una posición destacada en esa hoja de ruta.
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En paralelo, otro estudio técnico de referencia encargado por la Comisión Europea aportaba una visión estratégica para toda la península, en la que la red eléctrica vasca, y en particular la guipuzcoana, juega un papel central, como se demostró en la recuperación energética tras el apagón. En el estudio se evaluaba la rentabilidad de distintos proyectos de interconexión eléctrica con Francia, y se concluía que las conexiones por el eje vasco eran las más rentables desde el punto de vista técnico y económico. Se proponía reforzar los enlaces de Arkale y Hernani con Argia, en Francia, así como desarrollar nuevas conexiones subterráneas de alta capacidad, como la famosa conexión submarina del Golfo de Bizkaia, que tras diversos retraso prevé sumar más de 2.200 MW de potencia a la interconexión española y gala.
Pero, ¿por qué son tan importantes estas interconexiones? El refuerzo de los enlaces transfronterizos permitiría «absorber y exportar excedentes renovables, reducir la dependencia energética exterior y mejorar la flexibilidad de la red frente a picos de demanda», según subrayan el informe de Orkestra. Esta conexión, además, no solo tiene efectos técnicos: puede abaratar los costes eléctricos para hogares y empresas, incentivar inversiones industriales intensivas en electricidad -como electrolizadores o centros de datos- y atraer capital internacional.
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De hecho, la condición de España como una isla energética, y el papel que Francia juega en esa situación es uno de los principales temas de debate de la política energética europea. Mientras la Unión Europea reclama desde hace dos décadas que todos sus miembros alcancen al menos un 10% de interconexión eléctrica con sus vecinos -España apenas llega al 3%-, el país sigue prácticamente desconectado del sistema eléctrico continental. El país galo, con su potente parque nuclear, ha mostrado históricamente una reticencia a abrir sus redes a una mayor penetración de renovables procedentes del sur, sobre todo de la energía eólica y solar, mucho más barata en determinadas condiciones.
Desde el sur, se traslada la idea de que para el sistema francés permitir ese flujo supone aceptar una presión competitiva sobre su industria nuclear, que pierde atractivo cuando el mercado se llena de electricidad más económica, aunque desde París se alude a cuestiones más técnicas, como el reto que supone una obra que atraviese los Pirineos, entre otras cosas.
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La red eléctrica representa el 8% del PIB de Euskadi
Los sectores directamente vinculados al desarrollo de redes eléctricas -fabricación de equipos eléctricos, telecomunicaciones, informática, consultoría e I+D- representaron en 2022 el 7,78% del PIB de Euskadi, según el informe de Orkestra publicado en enero de este año. En términos de empleo, las cifras son igualmente significativas: más de 80 empresas y entidades forman parte del Clúster de Energía vasco en el ámbito de las redes, dando trabajo a unas 6.222 personas, con una inversión conjunta en I+D que superó los 78 millones de euros en 2022. A esto se suma un ecosistema más amplio de empleos indirectos en sectores tecnológicos, muchos de los cuales ofrecen salarios por encima de la media.
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