«Cuando Gallastegi gritaba mía...»
El centenario manista eibarrés brilló ante tríos y en solitario contra parejas
joseba lezeta
Jueves, 22 de febrero 2018, 06:31
Miguel Gallastegi visitó la semana pasada Eibar y, por supuesto, el Astelena. Se emocionó. Los recuerdos se agolparon tanto en su paso por el interior del frontón donde aprendió a jugar a pelota como en su paseo por las calles en las que creció junto a sus amigos y vecinos. Un Astelena convertido en consigna de los republicanos tras estallar la Guerra Civil. Allí estaba Miguel, todavía adolescente. Sobre sus losas de piedra jugaba a pelota con soldados procedentes de otros lugares. También rememora cómo en el exterior vio un día acercarse a un militar. «Pensé que venía a por mí y sentí preocupación. Al aproximarse me di cuenta de que le conocía. Era Alejandro Carral, otro pelotari de Eibar. Nos abrazamos y lloramos».
Ceferina Ariznabarreta dio a luz el 25 de febrero de 1918 en el caserío Asolaigartza del barrio de Amaña al tercero y último de sus hijos, Miguel. Aquel bebé cumple el domingo 100 años. Un siglo de vivencias con el denominador común de la familia y de la pelota.
El chaval que competía en poder y estilo frente a otros jóvenes con los que compartía la ilusión de ser pelotari alcanzó su sueño. Hasta convertirse en pelotari de leyenda, en uno de los mejores de todos los tiempos, en una de las contadas personas capaz hoy en día de hablar de los manistas de antes y de los de ahora. Le cabe el honor de ser uno de los pocos que ha visto en directo a todos. Desde Mondragonés a Irribarria y Altuna III.
Vivió en primera persona la instauración del Manomanista como tal. Hasta 1940, Atano III era el campeón que ostentaba la txapela a la espera de que alguien desafiara su reinado. Participó en la primera edición del Campeonato de Parejas, en 1941. Pero esta competición desapareció después de que en 1945 se disputara su tercera edición. No interesaba a las empresas, sustentadas en una actividad boyante que no necesitaba de la competición para atraer pelotazales al frontón. El Cuatro y Medio no existía.
«Nadie daba esas ventajas»
Por eso conviene tener en cuenta parámetros distintos a los actuales a la hora de valorar a los manistas de la época de Gallastegi. «Yo no he conocido a nadie que diera tantas ventajas como Miguel en las combinaciones. Nadie», subrayaba el llorado Pedro Mari Iriondo, juez de centro del Astelena de Eibar. ‘Ventaja’, palabra clave para comprender la dimensión de aquellos pelotaris.
Xabier Iriondo, pelotazale zestoarra de 84 años, guarda un pequeño tesoro en el garaje de su casa, convertido en una especie de capilla de este deporte para venerar a todos sus campeones. Sobre todo a Gallastegi. «Cuando Miguel gritaba ‘mía’, cuerpo a tierra. Se abalanzaba sobre la pelota y con su zurda ponía la pelota entre los corredores de apuestas. Tanto. No he conocido ningún otro pelotari capaz de hacer algo igual tantas veces. Miguel era invencible en frontones rápidos. Sufría más en los ásperos ante pelotaris que alargaban los tantos a base de hacer buena. Pero aquellos zarpazos... Hay que valorar a cada uno dentro de su época, pero Miguel ha sido el mejor», sentencia convencido.
En esa capilla dedicada a la pelota están enmarcadas las fotografías de Gallastegi y de sus rivales, recortes de periódicos y de revistas. Y en uno de sus txokos se puede leer el palmarés del zaguero de Eibar. Recoge todos los partidos que disputó en inferioridad numérica: en solitario contra una pareja, incluso contra un trío, y una larga lista de choques de parejas contra tríos.
En los tríos a los que se enfrentó figuraban incluso campeones del Parejas como los Arriaran
Un repaso a los resultados y a los rivales confirma la magnitud de este pelotari centenario. Xabier Iriondo subraya que «no eran rivales cualquiera. En las parejas contra las que jugó en solitario aparecen Mondragonés, Kortabitarte, Soroa, Lazkano... Hay una combinación que habla por sí misma de la calidad de Miguel: jugó en dos ocasiones frente al trío formado por Zurdo de Mondragón y los dos hermanos Arriaran, Pako y Joxe. En 1951 con Onaindia y en 1952 con Acarregui. No pasemos por alto que los Arriaran ganaron el Campeonato de Parejas. Además, Joxe se caló la txapela del Manomanista en 1955 y 1956. Eran de lo mejor que había entonces».
Hay más encuentros que sobresalen dentro de un nivel de dificultad inimaginable en la actualidad: Fermín-Gallastegi contra Txikito de Iraeta-Arriaran III-Lazkano (1951). En 1945 Txikito de Iraeta y Lazkano fueron campeones de la tercera edición del Parejas tras superar en la final a Atano VII y Atano IV.
O el de 1949 entre Zurdo de Mondragón-Gallastegi y el trío Atano VII-Lazkano-Kortabitarte, el gran voleísta de Azkoitia –doble subcampeón manomanista– acompañado de dos de los mejores zagueros de esa década. Palabras mayores.
«Oriné sangre»
Con 29 años tuvo el valor de enfrentarse en Tricio a un trío integrado por tres manistas riojanos: Corona, Ruperto y Titín, el padre de Titín III. Venció 22-21. «Pegaba el sol y oriné sangre del esfuerzo. Fui con mi amigo Jesús Ugalde y dormimos allí», relata.
Sin embargo, al preguntarle por su mayor triunfo, Miguel Gallastegi sorprende con su elección: «El mano a mano que gané 22-16 a Zurdo de Mondragón a zurdas, el 11 de diciembre de 1949 en el Astelena de Eibar. El dinero salió doble a sencillo en mi contra». El Zurdo, Santiago Etxeberria, era una de las figuras de la época y manejaba como pocos esa mano.
El cronista de pelota Pacorro tituló así la crónica del partido: «Colosal actuación de Gallastegi». El protagonista, que sorprendió a propios y extraños en un Astelena abarrotado de público y rendido a la calidad de su ídolo, argumenta que «con 19 años me hice daño en el brazo derecho y aprendí a jugar con la zurda».
Xabier Iriondo, en cambio, discrepa sobre la predilección de su admirado Miguel Gallastegi por esa victoria. Prefiere otra. «Me quedo con el partido en el que destronó a Atano III como campeón manomanista. La explicación es sencilla. Yo no vi jugar nunca mano a mano a Mariano, pero era dios para mi padre. Aunque tuviera 44 años, conservaba ese aura de divinidad. Mandó durante veintidós años. Por eso, no hay mejor victoria que esa».
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