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Los miembros de Hezkide Eskola posan con los representantes de los clubes estonios con los que han intercambiado experiencias. DV

El deporte como vehículo de integración social

Intercambio. Representantes de Hezkide Eskola han estado en Estonia aprendiendo de los métodos de trabajo del proyecto Spin

Enrique Echavarren

San Sebastián

Sábado, 28 de octubre 2023, 02:00

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Jon Sánchez, pasaitarra de 31 años, de Antxo, es una de las cabezas visibles de Hezkide Eskola, un centro de formación de monitores de tiempo libre educativo con sede en el barrio donostiarra de Riberas de Loiola. Estudió Formación Profesional y Voluntariado y lleva una decena de años colaborando con la Asociación Bóveda Gazte Elkartea. Hace unas semanas viajó a Estonia para participar en un proyecto que utiliza el fútbol como herramienta de integración social, iniciativa que entronca con el programa 'Kirolean Errespetuz' auspiciado por DV en colaboración con la Diputación Foral de Gipuzkoa.

En el viaje le acompañaron Markel Soria, entrenador del cadete del Trintxer Elkartea, Iker Piñaira, técnico del infantil, y un grupo de otras siete personas que trabajan en Hezkide. La idea de desplazarse a Estonia surgió en 2019. «Nos pusimos en contacto con una educadora del proyecto Spin –trabaja la intervención social a través del fútbol– con la idea de hacer un intercambio en 2020, pero no se pudo llevar a cabo por la pandemia del coronavirus. Ni en 2020, ni en 2021. Había limitaciones de aforo en los recintos deportivos y era obligatorio el uso de la mascarilla. Fuimos atrasándolo hasta que hemos podido hacerlo ahora», recuerda.

«Históricamente, en Estonia hay mucha población rusa –apostilla–, pero existe una división. Cada uno va por su lado, cada uno tiene sus propios barrios y los chavales no se relacionan entre sí. El proyecto Spin busca que jóvenes de ambos países puedan jugar juntos con la idea de romper barreras. Los niños son niños, no entienden de política. Les das una pelota y se ponen a jugar, da igual que seas ruso, estonio o ucraniano».

Sánchez añade que «desde Hezkide Eskola vimos que sería interesante exponer allí el fútbol como lo vemos aquí. Compartir experiencias y vivencias. Aquí todo es muy cercano, sabes que tu hijo va al fútbol y se crean lazos entre el grupo y el equipo. Nuestra idea era exportar el modelo de fútbol de barrio a Estonia».

«Con la excusa del fútbol intentamos inculcarles valores buscando la intervención social. La idea es trabajar por una sociedad mucho más justa para los niños, que disfruten practicando deporte. En definitiva, una sociedad en la que el niño pueda ser niño, que tenga voz y que también se les escuche».

En Estonia no existen como tal ligas de fútbol en categoría cadete. «Sólo organizan torneos al finalizar el curso, un par de partidos nada más. No hay ligas, pero lo que hemos tratado de mostrarles es que lo importante no era el fútbol, sino enseñarles a ser personas con valores como el respeto, el compañerismo, el trabajo en sociedad y la comunicación a la hora de resolver conflictos».

Los expedicionarios guipuzcoanos estuvieron una semana en tierras bálticas, del 14 al 21 de septiembre, concretamente en Tartu, una ciudad al sur de Tallín, que acogerá la capitalidad Europea de la Cultura en 2024. El idioma no fue ningún obstáculo. «Nos entendíamos en inglés. Tengo el título de Proficency y no hubo ningún problema en ese aspecto», afirma Sánchez, quien subraya que «mantuvimos reuniones con entrenadores y educadores de otros equipos. En todo momento se mostraron muy receptivos. Nos presentaron su proyecto y cuando vinieron a Donostia les gustó mucho lo que hacíamos. No sólo el fútbol, sino otras actividades que organizamos. Visitamos asociaciones de tiempo libre, hicimos turismo y fuimos al monte. Para ellos fue una sorpresa porque allí todo es plano».

Rememora que «en Estonia nuestra jornada de trabajo empezaba a las 10 de la mañana. Almorzábamos a la una. Por la tarde teníamos otra actividad. A las siete cenábamos y luego teníamos tiempo libre. Había bares y los centros comerciales estaban abiertos hasta las 21.00 horas. Aprovechábamos para hacer turismo».

De pintxos y sidrería

En cambio, con la comida ya fue otra historia. «No llegamos a probar sus platos típicos. Su gastronomía no era muy excelsa. Casi siempre comíamos pollo, ensalada, puré de patatas con zanahoria y guisantes y una salsa vete a saber de qué era. Además, le echan muchas especias a todos los platos, sobre todo comino y cúrcuma. Da lo mismo que sea comida o cena. Cuando estuvieron aquí les llevamos a una sidrería y de pintxos. Les pareció que comíamos demasiado. Eso sí, con la bebida no había ningún problema de cantidades. Gastronómicamente les ganamos de goleada. El tiempo libre que tuvieron lo dedicaron a ir de compras».

Los educadores estonios, junto a sus alumnos, les devolvieron la visita del 5 al 12 de este mes. El idioma no fue ningún obstáculo. Se quedaron muy contentos con el intercambio. «Les gustó mucho nuestra forma de trabajar en base a objetivos pedagógicos para que los niños tengan un proceso educativo durante la formación. Allí entrenan dos veces a la semana. Las sesiones son de hora y media. La mitad del tiempo la dedicaban a explicarles competencias para la vida como educación en valores y la otra mitad para fútbol puro y duro».

Compartieron experiencias con clubes de Tatún y Tallín. «Allí, los colegios cuentan con campos de fútbol de hierba artificial. Funcionan con instalaciones públicas. Les apoyan el Ayuntamiento y los gobiernos locales. Todo es gratuito. La educación también, incluso la Universidad. Reciben botas, pantalones, camisetas Nike...».

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