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«Bilbao lo hará bien, pero aquí nos salió redondo»

Jaime Ugarte y Enrique Erentxun, miembros de Organizaciones Deportivas EL DIARIO VASCO, rememoran las vivencias acaecidas en Donostia con la ronda gala

Enrique Echavarren

San Sebastián

Domingo, 25 de junio 2023, 06:37

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Jaime Ugarte y Enrique Erentxun formaron parte de aquel equipo de Organizaciones Deportivas EL DIARIO VASCO junto a José Luis Arrieta, Antton Elorza, José Mari Eceiza, Paulino Betelu, los hermanos Antxon y Santi Ayestarán, Fernando Ugarte o Iñaki Lete, entre otros, que organizó la salida del Tour de Donostia en 1992. Todos ellos podrían escribir una enciclopedia de la carrera y aún así quedarían en el tintero mil y una anécdotas.

«Conseguimos traer el Tour a Donostia gracias a Jean Marie Leblanc -recuerda Ugarte- por nuestro trabajo con la Clásica de San Sebastián. Se lo planteamos en su día a Imanol Murua, que era presidente de la Diputación de Gipuzkoa, y a Xabier Albistur, alcalde de Donostia -cuando se disputó la carrera el primer edil era Odón Elorza-. Y las instituciones se pusieron de acuerdo». Erentxun añade que «en el Tour sabían lo bien que organizábamos las carreras y ese fue uno de nuestros mejores avales para traer la carrera a Donostia. Un día me llamó José María García. Quería saber qué pasaba en julio en San Sebastián. Tenía en la mesa el contrato firmado con la organización del Tour, pero no podía decirle nada porque todo podía irse al traste».

«El Velódromo de Anoeta registró un lleno hasta la bandera en la presentación en 1992. El público vibró en las gradas con las actividades programadas para el evento», recuerda Ugarte.

«La ciudad se volcó con la carrera. Todo el mundo se echó a la calle para ver en directo a los corredores y se quedó impresionado con la organización, que fue de diez», afirma orgulloso Ugarte

«El Velódromo de Anoeta registró un lleno hasta la bandera en la presentación en 1992. El público vibró en las gradas con las actividades programadas para el evento», recuerda Ugarte.

«La ciudad se volcó con la carrera. Todo el mundo se echó a la calle para ver en directo a los corredores y se quedó impresionado con la organización, que fue de diez», afirma orgulloso Ugarte

«La ciudad se volcó con la carrera. Todo el mundo se echó a la calle para ver en directo a los corredores y se quedó impresionado con la organización, que fue de diez», afirma orgulloso Ugarte

«El Velódromo de Anoeta registró un lleno hasta la bandera en la presentación en 1992. El público vibró en las gradas con las actividades programadas para el evento», recuerda Ugarte.

«La ciudad se volcó con la carrera. Todo el mundo se echó a la calle para ver en directo a los corredores y se quedó impresionado con la organización, que fue de diez», afirma orgulloso Ugarte

«El Velódromo de Anoeta registró un lleno hasta la bandera en la presentación en 1992. El público vibró en las gradas con las actividades programadas para el evento», recuerda Ugarte.

Ugarte desvela que «el Tour era como el circo americano, otro mundo. Todo estaba muy bien organizado desde hace un montón de años, traían todo prácticamente montado. Nos decían 'quiero esto aquí y esto allí'. Nuestro trabajo consistía en proporcionales todo lo que pedían. Contamos con un grupo formado por 56 personas, algo simbólico si tenemos en cuenta todo lo que movía la carretera. Era el mismo que utilizábamos en la Clásica de San Sebastián, a los que se sumaron voluntarios de todos los clubes ciclistas de Gipuzkoa. Nos ayudaron a señalizar el paso de la carrera por sus respectivos pueblos. Nadie cobró un duro».

Durante los tres días que duró la estancia del Tour en las carreteras vascas, todo salió a pedir de boca. «Teníamos cierto miedo porque querían que les prometiésemos garantías de seguridad al paso de la carrera. Les dijimos que no habría ningún problema y, afortunadamente, salió todo a pedir de boca», dice Ugarte. «Se quedaron encantados -puntualiza Erentxun-, incluso nos mandaron una carta de agradecimiento en la que nos decían que lo habíamos hecho fenomenal. Para nosotros fue el reconocimiento al trabajo bien hecho».

La afición, pendiente del televisor durante una etapa del Tour en Jaizkibel. Cada uno seguía la etapa como buenamente podía, tanto por la tele como por la radio», declara Erentxun.

«Salida neutralizada. El pelotón del Tour rodó por el paseo de La Concha tras el coche del director de carrera con chubasqueros para protegerse de la lluvia», rememora Erentxun.

La afición, pendiente del televisor durante una etapa del Tour en Jaizkibel. Cada uno seguía la etapa como buenamente podía, tanto por la tele como por la radio», declara Erentxun.

«Salida neutralizada. El pelotón del Tour rodó por el paseo de La Concha tras el coche del director de carrera con chubasqueros para protegerse de la lluvia», rememora Erentxun.

La afición, pendiente del televisor durante una etapa del Tour en Jaizkibel. Cada uno seguía la etapa como buenamente podía, tanto por la tele como por la radio», declara Erentxun.

«Salida neutralizada. El pelotón del Tour rodó por el paseo de La Concha tras el coche del director de carrera con chubasqueros para protegerse de la lluvia», rememora Erentxun.

La afición, pendiente del televisor durante una etapa del Tour en Jaizkibel. Cada uno seguía la etapa como buenamente podía, tanto por la tele como por la radio», declara Erentxun.

«Salida neutralizada. El pelotón del Tour rodó por el paseo de La Concha tras el coche del director de carrera con chubasqueros para protegerse de la lluvia», rememora Erentxun.

Ugarte desvela que «el Tour era como el circo americano, otro mundo. Todo estaba muy bien organizado desde hace un montón de años, traían todo prácticamente montado. Nos decían 'quiero esto aquí y esto allí'. Nuestro trabajo consistía en proporcionales todo lo que pedían. Contamos con un grupo formado por 56 personas, algo simbólico si tenemos en cuenta todo lo que movía la carretera. Era el mismo que utilizábamos en la Clásica de San Sebastián, a los que se sumaron voluntarios de todos los clubes ciclistas de Gipuzkoa. Nos ayudaron a señalizar el paso de la carrera por sus respectivos pueblos. Nadie cobró un duro».

Durante los tres días que duró la estancia del Tour en las carreteras vascas, todo salió a pedir de boca. «Teníamos cierto miedo porque querían que les prometiésemos garantías de seguridad al paso de la carrera. Les dijimos que no habría ningún problema y, afortunadamente, salió todo a pedir de boca», dice Ugarte. «Se quedaron encantados -puntualiza Erentxun-, incluso nos mandaron una carta de agradecimiento en la que nos decían que lo habíamos hecho fenomenal. Para nosotros fue el reconocimiento al trabajo bien hecho».

Aún así, desvela que «sólo hicimos una cosa mal, asustar demasiado a la gente con el tema de los cortes de tráfico, quizás fuimos demasiado estrictos, pero el Tour era otra mundo. Fue una experiencia inolvidable».

Bilbao toma el relevo como salida del Tour. «Estamos convencidos de que Bilbao lo hará bien, no cabe ninguna duda, pero aquí nos salió redondo», bromea Erentxun.

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