Visita a Itzea: en el epicentro del mundo de Baroja
La casa de Pío Baroja ·
Visitamos la casa de Itzea donde escribió, vivió y disfrutó. Su sobrino nieto, Pío Caro- Baroja Jaureguialzo, oficia de guíaEs como un museo pero lleno de vida. Itzea, la casa familiar de los Baroja en Bera, es uno de los epicentros del mundo barojiano, un viejo caserío que en su biblioteca y algunos de los salones se mantiene tal como lo vivió Pío Baroja. Este miércoles, día 28, se cumplen 150 años del nacimiento del escritor donostiarra en la calle Okendo y este periódico celebra la efemérides con una inmersión en la leyenda de Itzea.
Recorremos el edificio y sus jardines con un guía de lujo, Pío Caro-Baroja Jaureguialzo (Madrid, 1969), sobrino nieto del novelista, que junto a su hermana Carmen son depositarios de la carga, tan feliz como pesada, de ser hoy la memoria viva de toda una saga. Este joven Pío, también escritor, enfocado ahora en el género memorialístico tan cultivado por su familia, lleva más de dos años, desde que comenzó la pandemia, afincado junto a su madre en la propia Itzea. Quienes llegamos de visita y somos lectores de Baroja descubrimos cada detalle de la casa con la reverencia de saber que en esa biblioteca escribió el autor de 'La busca' y objetos o retratos expuestos inspiraron algunas de sus novelas. Para el Pío de hoy es su casa. Por eso muestra algunas de las estancias con generosidad y 'guarda' de la mirada ajena las zonas donde la familia vive hoy su día a día.
Un anuncio en el periódico
«Para mi hermana y para mi Itzea es un personaje más de la familia, como otra abuela que nos acoge a lo largo de la vida», dice Pío Caro-Baroja. «Cada vez que he tenido un tiempo de zozobra me he refugiado en ella», agrega. «Es una casa habitada por la familia actual pero también por la presencia muy querida de gente como mi padre Pío, mi tío Julio y otros que yo no llegué a conocer personalmente aunque sí 'de cerca', como el propio Pío Baroja y tantos antepasados».
La familia Baroja compró Itzea en 1912 por un anuncio en el periódico. Serafín no pudo disfrutarla
Itzea es anterior a 1638, pero es en esa fecha, tras la reconstrucción del barrio de Bera donde está enclavado después de un incendio, cuando cobró un aspecto parecido al de hoy. En 1912 pasó a pertenecer a la familia Baroja de una manera curiosa, como cuenta Pío. «Serafín Baroja, padre del escritor, y el propio autor, querían echar el ancla con toda su familia después de una vida de zascandileo por tantos lugares por el trabajo de Serafín como ingeniero de minas. Vieron en un periódico que se vendía una casa en Bera, donde la familia tenía remotas raíces, y se animaron a comprarla. Lamentablemente murió Serafín y no pudo disfrutarla, pero sí el resto de la familia, que vivió aquí momentos felices hasta que la guerra en 1936 rompió a los Baroja y a todo el país».
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En uno de sus libros Pío Baroja lo contaba así: «Cansado de vivir siempre en Madrid creía sería mejor comprar un caserón viejo y arreglarlo durante ocho o diez años. Consultábamos anuncios en los periódicos de San Sebastián, y al fin dimos con uno en El Pueblo Vasco de esa ciudad, que hablaba de un caserón de Vera, bueno para fábrica o convento, que estaba al lado de un riachuelo, y que lo daban barato. Fui a Vera a verlo; aquello era una verdadera ruina. A pesar de eso lo adquirí y con el tiempo hemos conseguido arreglarlo bastante».
La biblioteca y el comedor se mantienen «casi igual» que en el tiempo en que vivió y escribió Baroja
Un tiempo feliz
Pío Caro-Baroja Jaureguialzo piensa que el origen del mito de Itzea se debe a Serafín Baroja, aquel donostiarra ilustre que muchos conocen solo como padre de Pío, pero que además de ingeniero fue genial artista y autor, entre otras historias, del texto de la Marcha de San Sebastián. «Para la familia había quedado la memoria de un tiempo feliz con el primer año de Pío Baroja como médico en Zestoa. El escritor vivió primero en el centro del pueblo, en casa de Dolores la sacristana, pero luego habitó en un caserón que recuerda mucho a lo que luego fue Itzea. Serafín quería reproducir aquel sueño en Bera con sus hijos».
Itzea tuvo que ser reformada poco a poco: la huerta original se convirtió en jardín, la salas se fueron nutriendo de los objetos y recuerdos familiares y Julio Caro Baroja, primero, y su hermano Pío después (padre de este Pío que hoy nos guía por la casa) arreglaron tejados y mejoraron la arquitectura interior, al mismo tiempo que Itzea alcanzaba un carácter simbólico para los barojianos. ¿Es un santuario barojiano? «A mí no me gusta bautizarlo en esos términos religiosos, es un espacio vivo donde conviven quienes fueron y quienes somos», resume Pío.
La casa está enclavada justo a la salida de Bera, donde comienza el ascenso a Ibardin, esa ruta que el autor de 'El árbol de la vida' emprendió a pie para cruzar a Francia en 1936. En sus jardines hay una estela creada por Jorge Oteiza hace cincuenta años, cuando se cumplió el primer centenario del escritor y el entorno de Itzea acogió homenajes con presencia de notables escritores de la época, como Dámaso Alonso.
En la verja de entrada nos recibe el Pío de hoy. Las maderas de la casa crujen mientras ascendemos a la primera planta, donde está el núcleo de la vida cotidiana, el comedor con su chimenea donde Baroja recibía a sus amigos y escribía, como hicieron luego sus sobrinos Julio y Pío Caro. Pero el punto de la casa más impresionante para los barojianos es la biblioteca de la segunda planta, invadida de libros y recuerdos, «que se conserva prácticamente como la disfrutó Pío Baroja, aunque enriquecida con muchos ejemplares comprados por mi tío Julio».
El alma de la biblioteca
Es una biblioteca viva porque nuestro guía ha pasado aquí largos ratos durante el confinamiento, hurgando en las distintas ediciones del Quijote o empapándose del mundo de Cervantes como una forma de escapar, o quizás de entender, el mundo de hoy. «Hay muchas fotos de Baroja en esta biblioteca en la que cada detalle encierra toda una historia».
Al visitante le parece un museo, pero es una casa viva donde reside el Pío de hoy junto a su madre
Hay otras dos salas especialmente barojianas en el recorrido por Itzea. En el llamado 'cuarto verde' o 'sala de los marinos' se encierran muchos de los recuerdos asociados al mar, objetos y materiales de la tía Cesárea, que fue 'tía Úrsula' en el personaje literario ideado por Baroja en 'Las inquietudes de Shanti Andia'. Según Pío Caro-Baroja «el puerto de San Sebastián y los mejores recuerdos del pequeño Baroja asociados a ese tiempo están en esta sala, incluidas las figuras de los dos chinos que también son citadas en esa novela».
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Seguimos el recorrido. Si la sala verde es el mar, el 'cuarto amarillo' es la sala isabelina presidida por el retrato de la tía Juana, de la que la familia heredó la panadería de Madrid que tanto marcó a la saga. «Era una mujer de carácter difícil, que sin embargo se entendió muy bien con Baroja», dice el sobrino nieto en este recorrido que es como leer una novela, porque cada rincón encierran una historia.
Se apaga la tarde y Pío invita a tomar asiento para la charla en la mesa del comedor. El periodista evoca otras de sus visitas a Itzea a lo largo del tiempo, con Julio Caro Baroja y el etnógrafo tolosarra Juan Garmendia Larrañaga en una iniciática primera vez, con el siempre acogedor Pío Caro-Baroja, padre de este Pío de hoy, o con Beatriz de Moura y Antonio López Lamadrid, editores de Tusquets, cuando vinieronn a presentar la reeedicion de algunos de los títulos barojianos.
Julio Caro Baroja, que en 1972 publicó en 'Los Baroja', sus memorias familiares, contaba que «mis primeros recuerdos de Vera son vaguísimos. Pero siempre relacionados con sensaciones plácidas. Vera es la vida familiar sin trabas ni cortapisas, frente a la escuela, la barahúnda y la zozobra de Madrid. Es el orden de la casa de mi abuela y de mi tío Pío frente a la tensión de mi propia casa y es también la naturaleza frente a la vida artificial».
«Itzea es el sitio donde yo estoy siempre más a gusto. Si no fuera porque el clima húmedo y relativamente frío del invierno vasco me produce trastornos en la salud me iría a vivir allí para todo lo que me quede de vida. Itzea está cargada de recuerdos, malos los unos, buenos los otros. Pero así como mi visión de Madrid es amarga, la de Vera es plácida», dijo Julio Caro y corrobora hoy su sobrino.