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El periodista y el arqueólogo José Antonio Mujika, en la mitad del terreno excavado el pasado junio.

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El periodista y el arqueólogo José Antonio Mujika, en la mitad del terreno excavado el pasado junio. LOBO ALTUNA

Roma llegó hasta Igaratza

Después de que el año pasado apareciera una chabola de hace 4.700 años, ahora se ha descubierto una edificación de la época de los romanos, entre los siglos I y III

Jueves, 19 de julio 2018, 06:29

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Desde hace más de diez años, el arqueólogo de la UPV/EHU José Antonio Mujika destina tres semanas de junio a excavar en la parte guipuzcoana de Aralar. Ha habido campañas con más resultados que otras. Estos dos últimos años el balance ha sido muy positivo: si el año pasado descubrió una parte de una edificación del periodo Calcolítico (unos 5.000 años de antigüedad), destinada, según parece, a cobijar a personas dedicadas a actividades relacionadas con la ganadería, esta última campaña ha resultado igual de fructífera, dado que lo que estaba catalogado como «túmulo» ha resultado ser una edificación -de planta aparentemente octogonal- que data de la época de los romanos. Concretamente, de entre los siglos I y III de nuestra era.

Este nuevo descubrimiento se podrá ver -con explicaciones del propio Mujika- en la visita que ha organizado la red de parketxes para este sábado, con salida a las 9 de la mañana desde el parketxe de Lizarrusti. Los interesados deben llevar algo de alimento y bebida, y se ha establecido como hora de regreso a Lizarrusti las 18.00 horas.

El beasaindarra José Antonio Mujika ya había barruntado desde hace tiempo que ese promontorio de piedras de tierra que había sido catalogado como túmulo (o como posible monumento funerario) podía ser en realidad otra cosa. Le extrañaba el hecho de que algunas de las piedras parecieran estar alineadas y la escasez de bloques en la zona central.

Este pasado mes de junio acometió la excavación con una quincena de sus alumnos de la Facultad de Letras de Vitoria-Gasteiz. Enseguida afloraron varias piedras de grandes dimensiones -medio metro cúbico- alineadas en distintas direcciones. No acaban de verse claros todos los detalles, pero podría tratarse de un edificio de planta octogonal. Para Mujika, no caben dudas acerca de lo que sería la zona de entrada. ¿Cual sería la finalidad del edificio? Ahí el arqueólogo prefiere ser cauto. No se decanta. Pero, dadas las dimensiones -algo menos de 40 metros cuadrados- sí que piensa que no sería algo construido por una familia, sino por un colectivo más amplio.

'Terra sigillata'

Entre la tierra excavada han aparecido bastantes trozos de carbón -madera quemada-, que han servido para datar el yacimiento, así como algunos fragmentos de hierro y bronce. Y el cribado de la tierra ha servido también para que aparecieran pequeños restos de sílex y fragmentos de 'terra sigillata', un tipo de producción cerámica típicamente romano. La cerámica que ha aparecido es muy elaborada, y procede de algún taller especializado.

No ha habido que profundizar mucho, ya que por las características de la estructura y el 'poco' tiempo transcurrido desde su construcción la capa de tierra formada era de poco espesor.

Así pues, tenemos esta estructura de comienzos de nuestra era, erigida en una época en la que la zona se aprovechaba principalmente con fines ganaderos. Realmente, Aralar siempre ha sido un lugar muy humanizado, con riqueza de pastos y bosque, usado por los humanos de forma regular desde que se empezó a conocer la ganadería.

Imagen principal - Roma llegó hasta Igaratza
Imagen secundaria 1 - Roma llegó hasta Igaratza
Imagen secundaria 2 - Roma llegó hasta Igaratza

El yacimiento está situado en el extremo norte de la vaguada de Igaratza, en el rincón llamado Aiatzio. A una veintena de metros se hallan los restos de la edificación del periodo Calcolítico que Mujika excavó el pasado verano. Esa campaña concluyó con el descubrimiento de lo que es la chabola más antigua de Aralar, pues fue datada con una antigüedad de 4.700 años.

Hace varios años antes, mientras prospectaba por la zona, el arqueólogo se percató de que había unas piedras distribuidas en forma de L. Los estratos naturales de la zona no adoptan esa forma, por lo que sospechó que podía tratarse de una intervención humana. La excavación mostró los restos una chabola de siete metros de largo, más espaciosa que los refugios de pastores de las épocas modernas.

Esa es la primera chabola de la que se tiene constancia, pero la actividad ganadera en Aralar tiene más de 4.700 años. Los habitantes que construyeron los primeros dólmenes, hace 6.000 años, también ejercían esa actividad.

También un mojón de sel

Todavía más cerca del lugar del nuevo descubrimiento, a unos diez metros, se halla un mojón de sel, resto de un tipo medieval de organización de pastos, si bien hay quien defiende que los seles -en euskera 'saroi', 'sarobe' o 'korta'- proceden de épocas anteriores. Los seles eran terrenos en círculo con un mojón en el centro y otras señalizaciones secundarias a lo largo de la circunferencia.

Los investigadores se inclinan por la tesis de que, tanto en la prehistoria como en la Edad Media, las zonas de Aralar que hoy en día son puro pasto entonces contaban con más árboles, como se comprueba por la identificación de los carbones, realizada por la doctora Mónica Ruiz, recuperados en las distintas excavaciones.

Es difícil saber qué tipo de ganadería predominaría hace ahora 5.000 años o hace 1.000. Es casi seguro que la oveja no sería tan frecuente como ahora, y que predominaría más el ganado vacuno. La conservación de los huesos en yacimientos al aire libre es muy difícil.

Curiosamente, en la zona de Igaratza no hay en pie ninguna chabola de pastor, al contrario de zonas no lejanas, como Oidui y Esnaurreta. Mujika sospecha que, aunque frecuentemente imaginamos cabañas de piedra en época histórica en estas zonas de Aralar donde la actividad ganadera era tan importante, serían más numerosas las edificaciones rudimentarias de madera, como por ejemplo las que usaban los carboneros de la primera mitad del siglo XX. De estos establecimientos humanos no se apreciaría nada en la superficie del suelo, y sólo se conservaría una parte mínima de los restos (carbón, cerámica, etc.) que abandonaron sus moradores.

En la mitad de la vaguada, en el punto donde hoy en día hay un poste que indica varias direcciones para posibles recorridos, se encuentra el lugar llamado Peri-leku. Allí, hasta la década de 1920, se celebraban ferias de ganado. Se congregaban gentes de varios valles guipuzcoanos y navarros.

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