'Norusta', la metamorfosis del acantilado

En la rica terminología relacionada con el mar y la meteorología de pueblos costeros como Lekeitio, 'norusta' designa al viento del noroeste. Suele llegar desde la zona del monte Otoio, y a menudo trae agua. Y 'Norusta' es el nombre que ha dado Erlea Maneros Zabala (Bilbao, 1977), a la instalación que presentó ayer en el Museo San Telmo, donde podrá verse hasta el 10 de enero de 2021, aunque el cierre de la exposición no supondrá el final de un proyecto artístico vinculado al programa Museo Bikoitza.

Erlea Maneros fue invitada por Ibon Aranberri, primer participante en el programa, para que diera contenido a la segunda edición de una iniciativa que arrancó en 2018 con Asier Mendizabal. Museo Bikoitza propone releer una pieza de la colección del Museo con la perspectiva de un creador contemporáneo, e incorporar a la colección una pieza donada por la artista.

El objeto procedente de los fondos del museo fue una litografía del pintor y litógrafo romántico Pedro Pérez de Castro (1823-1902), que muestra los acantilados de la cara norte del monte Otoio vistos desde el cabo Antzoriz –desde el faro de Santa Catalina, precisó Maneros–, situado a poca distancia del casco urbano de Lekeitio.

Maneros también ha escrutado y reflejado esos dos kilómetros de costa. No lo ha hecho desde tierra firma, sino desde el mar y a través de la fotografía. Tal como recordó ayer en la presentación de 'Norusta', una instalación que da lugar un mundo propio en dos salas contiguas del museo, la idea inicial era trabajar en el proyecto en California, donde vive y tiene su estudio. La pandemia y el confinamiento, sin embargo, le obligaron a cambiar los planes, y «aunque complicó mucho las cosas, le ha dado fuerza y una nueva dimensión».

Erlea Maneros decidió afincarse durante tres meses en Lekeitio, un paisaje familiar pese a veinte años de ausencia, y acercarse al paisaje que captó el litógrafo romántico desde el mar. Lo hizo concretamente desde una piragua con la que tardaba más de una hora en llegar al lugar desde el que, cámara en mano, iba recogiendo en imágenes cómo se metamorfoseaba el acantilado y le iba ofreciendo distintas caras en función de la luz, del estado del mar, la posición, las condiciones meteorológicas...

Además de las fotografías derivadas de todas esas horas de observación, la exposición –de diseño muy sobrio, en la que el espacio expositivo se define mediante las estructuras que se emplean para crear paredes temporales–, incluye una especie de 'cuaderno de bitácora' que documenta todas las salidas al mar de la artista, y un mapa que no solo muestra la línea de costa, sino que recoge la toponimia de un tramo costero «en el que ni tan siquiera se puede desembarcar pero, sin embargo, casi cada roca tiene nombre». Aunque en la actualidad tan solo se utilizan un par, Erlea Maneros ha recogido diez topónimos, «uno cada 200 metros de costa».

El objeto que ha donado al museo, perteneciente a su familia e integrado en el proyecto a través de su exhibición y del protagonismo que tiene, en combinación con el léxico popular de Lekeitio, en el vídeo que forma parte de la instalación es la punta de un cuerno de corzo. Una pieza pequeña que parece disonante, pero encuentra su espacio y cobra sentido cuando se sabe que la utilizaban los pescadores como remedio contra las picaduras de peces venenosos.