Toda una vida detrás de los órganos guipuzcoanos
A sus 99 años, Juan Mari Aizpurua viaja cada domingo de Donostia a Itziar para tocar el órgano en la misa de su pueblo. Una pasión que comparten nuevas generaciones de organistas en todo Gipuzkoa
Camina con paso lento pero seguro acompañado de su bastón de senderismo. «¿Esto? Hasta hace unos meses ni lo necesitaba, pero en agosto me caí al bajar un escalón y me rompí la cadera. Si no ni lo usaría». Juan Mari Aizpurua (Itziar, 1925) toma siempre el cortado con dos azucarillos, sonríe cuando le preguntan por su infancia y, de su buena salud, aunque tampoco presume sí que agradece que «hasta el momento» la vida le haya «respetado». Cuando ve algo que le gusta en la cartelera musical coge un taxi con su mujer en dirección al Kursaal para escuchar los conciertos y, cada domingo, es él el que se sube al coche para viajar a Itziar y ejercer su labor como organista de la parroquia de su pueblo. Esa tarea que lleva cumpliendo con religiosidad desde hace «sesentaytantos» años.
«Bueno, ahora conduce mi mujer, porque desde diciembre ya no tengo carnet. Me vencía y la hija acabó por convencerme de que no me lo renovara, me decía 'aita, que hay que tener cuidado con las distracciones...'». En este punto cabría recordar que Juan Mari suma 99 años de edad, aunque ese es un dato que tan solo parece reflejar su carnet de identidad. «Sí, sí... desde que me mudé a San Sebastián hace 54 años voy a Itziar todos los domingos y días de fiesta», así que no hay misa sin música de Aizpurua. ¿Sobre su repertorio? Siempre variado. «Me gustan las improvisaciones de canciones vascas y la cosa litúrgica, pero también tengo buenos libros de partituras de Schubert y Beethoven. Aprender cosas nuevas a esta edad... hago todo lo posible y así ando. ¡Mientras no me echen!».
Ahora bien, si hay una pieza que no sale de su memoria es el himno de la Real Sociedad. «Bueno y la 'Marcha de San Ignacio' de Aldalur, que me encanta tocar para que no se olvide y así que el día de mañana digan 'mira, aquel tocaba ese zortziko en Itziar'. La gente de antes lo aprecia mucho, sobre todo cuando la escuchan en fiestas».
Subiendo 44 escalones
Dice que nota que a veces se le olvidan algunas cosas, que mete la pata alguna vez «y toco el mi en vez del re», pero a día de hoy la única «pega» que se lo pone en su camino son los 44 escalones que ascienden hasta el órgano de la parroquia. «Con la cadera como la tengo me cuesta, pero ahí sigo».
Juan Mari Aizpurua aprendió órgano en la parroquia de su pueblo, donde sigue tocando tras más de seis décadas
El organista de Itziar lo acabó siendo por casualidad pues de niño había comenzado cantando como tiple en el coro de la iglesia a los siete años, el mismo en el que sigue cantando 92 años después. Aizpurua recuerda que su tío era quien le daba clases de solfeo cada noche después de cenar y que fue por un cura de Mutriku, que en el año 38 se mudó al piso de arriba de la casa en que vivía, que empezó a tocar el harmonium. «Lo malo es que no tenía ningún instrumento en casa, así que empecé a ir a la parroquia de Itziar a practicar en su órgano».
Y así, poco a poco, fue aprendiendo, poniendo música a los novenarios y las misas, mientras compatibilizaba el tiempo que dedicaba al trabajo y a su familia. En la actualidad lleva el mismo tiempo jubilado que el que pasó trabajando, pero dice que nunca dejó de tocar. Su vida la dedicó a la banca y antes lo hizo en un taller de plantillas para damasquinado en Deba. Es el penúltimo de nueve hermanos que ya se marcharon y padre de seis hijos. «Me he casado tres veces», explica, «la primera mujer se me murió con 35 años por un infarto, y la segunda justo dos años después de jubilarme. Una pena enorme».
El órgano es su pasión, nunca libre de sacrificios. «Claro que he tenido que sacrificar cosas. Imagina un domingo de verano con buen tiempo en Deba. Mi mujer bajaba a la playa con los seis niños y yo, después de haberme pasado toda la semana trabajando hasta la noche, tenía que subir a Itziar a cumplir con mi obligación». Un compromiso que sigue cultivando hoy, pues aún ayuda a llevar las cuentas de la parroquia. Y con gusto, por supuesto, pues con cada visita a su pueblo nunca falta el hamaiketako en Salegi Jatetxea junto al párroco y los coralistas donde circulan las raciones de txistorra y el caldo. «En el pueblo conservo muchos amigos y la casa de mis aitas. Cuando llega el domingo es la alegría».
El organista moderno
Si Aizpurua pertenece a esa generación de tradicionales organistas con arraigo a su cuna vital y musical, quien es actualmente titular del órgano del Buen Pastor de San Sebastián, Óscar Candendo (Antzuola, 1971), muestra un perfil muy diferente. Embarcado en numerosos proyectos profesionales, conciertos de música coral y su trabajo desde hace 22 años como docente en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), el antzuolarra es el organista moderno. Ese que se dedica profesionalmente, al cien por cien y en exclusiva al instrumento.
Óscar Candendo es profesor de conservatorio y organista profesional con una amplia carrera a sus espaldas
«Cada dos semanas viajo a Barcelona a impartir mis clases y, además de diferentes actividades, toco en todas las celebraciones de los domingos de precepto en el Buen Pastor». Si bien su acercamiento al órgano fue bastante similar al de Juan Mari Aizpurua –«soy de esos que han tenido como profesor al organista de su pueblo»–, en su caso sí decidió dedicar su vida a él. Pasando primero por el piano, un paso lógico que le llevó al conservatorio.
«Pero hubo un hecho clave, fue un concierto en Santa María. Era el primer órgano que había escuchado en mi vida, en manos de José Manuel Azkue, y es de esos acontecimientos que resultan en un deslumbramiento. Sabía que en cuanto pudiera iba a estudiar órgano», recuerda.
En la iglesia se solía sentar cerca del organista para cotillear y tomar apuntes, y fue cumpliendo su sueño en pequeñas dosis hasta que finalmente le llegó la oportunidad de convertirse en organista titular del Buen Pastor, el más grande de la Península Ibérica. «Yo siempre tuve claro que quería vivir de esto, aunque en tiempos la Iglesia tenía muchos medios y sí existían puestos de organista, aunque muchos de ellos eran sacerdotes. Lo que sí hay en la actualidad es un relevo importante y un sistema educativo fuerte para estudiar en el extranjero».
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