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El director Unai Urrecho, de espaldas, dirige a la orquesta desde el escenario del Victoria Eugenia. Lobo Altuna

Música

Dentro del 'otro' concierto de Año Nuevo

Así fue ayer, de los camerinos a los atriles, el encuentro de los músicos de la Euskal Herriko Gazte Orkestra (EGO) con el público del Victoria Eugenia para celebrar con música la llegada del 2024

Carlos Rodríguez Vidondo

San Sebastián

Miércoles, 3 de enero 2024, 01:00

Donostia tiene también su concierto de Año Nuevo. Puede que no sea en la Sala Dorada del Musikverein vienés, puede que no se retransmita para ... 55 millones de personas, incluso puede que ni siquiera tenga lugar en el día de Año Nuevo, pero es la cita con la música sinfónica que cada comienzo de enero –y ya van– da la bienvenida a un nuevo año siempre de la mano de Euskal Herriko Gazte Orkestra (EGO). El de ayer en el Victoria Eugenia fue uno de los cuatro conciertos que la joven formación está ofreciendo bajo la batuta de Unai Urrecho en su ya habitual gira de invierno, y así es como se vive esta experiencia desde sus entrañas.

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Porque lo que se escucha desde el patio de butacas no es más que la puntada final de un hilo que atraviesa las cortinas que cuelgan en el proscenio, que se dirige hacia los camerinos y que llega hasta una solitaria sala de ensayo o a una habitación en un piso de estudiantes. El pasado 26 de diciembre, los 76 músicos que actualmente forman la EGO se juntaron en el auditorio de Musikene para preparar con el director arrasatearra la obertura de 'La gazza ladra' de Rossini y la 'Sinfonía nº 4 en mi menor' de Brahms. Y ayer era el turno de ponerlo a prueba ante el público donostiarra.

Horas antes, un lejano sonido de violines guiaba a través de los laberínticos pasillos del teatro hasta una pesada puerta metálica: 'Escenario. Solo personal autorizado'. Al otro lado terminan de pulirse los últimos detalles de afinación y matices. «Necesito más sonido, algo más de dinámicas», le pide Urrecho al concertino, para luego bromear con los vientos tras un arranque en falso.

Las claves

  • Regreso emotivo Unai Urrecho, director invitado, cogió la batuta de una orquesta en la que fue trombonista 25 años atrás

  • Bises A falta de 'Marcha Radetzky', la EGO despidió el concierto con las 'Danzas húngaras' de Brahms

Por allí asoma Germán Ormazabal, director general de la orquesta, recién llegado de la oficina; mientras Jorge Durana, responsable de producción, recuerda a viva voz a los protagonistas cómo se ha de seguir el protocolo de entrada al escenario. «Dividimos a la orquesta mitad y mitad, y desde ambos laterales del proscenio van entrando y sentándose», explica Durana que, además de encargado de transporte, alojamiento y múltiples tareas, tocará más tarde un redoble de caja en los primeros compases del Rossini. «Estuve tres años en la EGO como percusionista».

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«En general, ¿cómo os sentís?», pregunta el maestro a su orquesta, «porque no sé si lo notáis pero falta intensidad, escucho pizzicatos sin vibrato... No, no, así no... en el concierto necesito más pasión. Siempre que toquéis imaginad que fuera la primera vez». Porque como los buenos entrenadores, Urrecho sabe cuándo y cómo debe alentar a sus pupilos, no en vano él mismo hace no tanto se sentaba con su trombón frente a los atriles de esta EGO que ahora observa desde el podio. Y un último consejo: «Acordaos de disfrutar».

Entre bambalinas

Tras dos intensas horas de ensayo general, un merecido pero breve descanso hasta la hora de salir a tocar. Unos aprovechan para inmortalizar el momento en selfies con los dorados balcones de fondo; otros corren a coger algo rápido de cena en los bares de Okendo; mientras el resto saca brillo a sus instrumentos en un ir y venir constante de uno a otro camerino.

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Uno de ellos es Jaime Díaz-Pallarés, chelista madrileño que debuta ahora con la EGO. «Toco en la JORCAM con Rubén Gimeno y, como en estas fechas muchos músicos de la EGO se van a pasar las navidades fuera, fue él quien me recomendó venir como sustituto. Ni lo dudé», reconoce. Tocó en el primer concierto de la gira, el pasado día 30 en Tolosa, luego volvió a Madrid a pasar la Nochevieja con la familia y amigos, y ahora está de vuelta. «Hay un ambientazo y más en estos días. Mucha juerga».

El clarinetista Oihan Espina y la violinista Oihana Echeveste prueban los micrófonos con los que en unos minutos presentarán el recital ante el público y, cuando empiezan a llegar a los oídos los primeros murmullos del patio de butacas, la tensión aflora. En la nocturnidad de las bambalinas se intuyen risas nerviosas, abrazos de ánimo y correcciones de última hora. «Vale, entramos», contesta la regidora al micrófono de sus auriculares y da la orden.

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Los protagonistas no quisieron dejar pasar la oportunidad de inmortalizarse con el anfiteatro de fondo, antes de un concierto en el que muchos de ellos se estrenaban. La sección de vientos atiende a las explicaciones del director durante el ensayo general en el teatro donostiarra. Bromas, risas y abrazos al caer el telón. Lobo Altuna

Aplausos, afinación y silencio. De brazos cruzados y caminando con la mirada concentrada en el suelo, Urrecho sabe que el silencio es su llamada a la acción. «Es muy especial para mí dirigir este concierto. Todo empezó en 1997, yo estaba donde están todos estos chicos y recuerdo que vinimos a este mismo lugar con el maestro Juanjo Mena. Por eso, esto es un honor».

El resto, si no estuvieron, lo pueden imaginar. Un preciosista y pulcro Rossini quedó retratado por los teléfonos de algunos familiares emocionados, y la monumentalidad de Brahms estuvo a la altura de ese carácter que la sinfonía exige a las cuerdas en los agudos. Un concierto muy didáctico que, a falta de 'Marcha Radetzky', celebró la llegada del 2024 con el tempo 'allegro' de las 'Danzas húngaras' de Brahms.

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