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Machado y Guiomar en La Zurriola
Literatura

Machado y Guiomar en La Zurriola

Ella fue el «grande y secreto amor» del poeta, como quedó patente en Donostia. El autor y su hermano tuvieron una particular relación con la ciudad

Lunes, 21 de abril 2025, 00:22

a playa de Zurriola fue el escenario en donde Antonio Machado y Guiomar se citaban en las noches de verano, aprovechando que Pilar, verdadero nombre de la musa del poeta, pasaba largas estancias en la ciudad, del mismo modo que residía en San Juan de Luz y en Hendaia por vacaciones. Don Antonio vino por vez primera a San Sebastián en 1909, de viaje de novios, con Leonor Izquierdo, con quien se había casado en Soria en ese verano. Estuvo hospedado unos días en algún hotel o pensión donostiarra, que no se ha podido identificar, pero no fue la única vez que estuvo en Donostia, y siempre fue el amor el motor de sus viajes. Queda claro, por sus testimonios, que viajaba ligero de equipaje, con lo que las estancias fueron breves y muy especiales para el poeta andaluz. En julio se cumplen 150 años del nacimiento del poeta.

Si en 1909 visitó San Sebastián de viaje de novios, en 1935 lo hizo para acudir a las citas con su amor secreto, que él situaba en el 'tercer mundo', ese lugar que hoy diríamos virtual, en que el poeta y su musa, la escritora madrileña Pilar de Valderrama, se 'citaban' en las noches en vela, para trasmitirse sus sentimientos. Los de Machado eran muy claros y quedan reflejados en algunos de los poemas de amor más excelsos nunca escritos, cantando su amor por Guiomar:

En la tersa arena / cerca de la mar / tu carne rosa y morena, / súbitamente Guiomar.

A Machado y a Guiomar les unió el amor y la poesía y les separó la guerra, 'el gran tajo' de la guerra civil de 1936 y no del todo. Porque el escritor le dijo a Guiomar que estaría en su poesía y su pensamiento hasta el último segundo de su vida y Guiomar no le olvidó nunca. Una de las pruebas es el modo en que Pilar de Valderrama encargaba anualmente una misa en recuerdo de Machado, y lo hacía, años tras año, para que fuera más efectiva la plegaria, enviando un dinero para el culto al fraile más cercano al palacio del Pardo, Fray Justo Pérez de Urbel. Tras la muerte del poeta, Pilar le dedicará algunos poemas, de lo mejor de su lírica, y el poeta andaluz, como prueba el testimonio de su hermano José, llevaba en el gabán raído un papel en el que, a la hora de la muerte, recordaba a su amada.

Imagen principal - Machado y Guiomar en La Zurriola
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Referencia de la conciencia

Don Antonio es hoy una referencia de la conciencia civil, del intelectual republicano comprometido con la historia y valores de la II República, a cuyo advenimiento dedicó vida y obra. Es al mismo tiempo memoria del exilio de quienes perdieron la contienda en 1939, fueran intelectuales o gente anónima. En la localidad francesa de Colliure descansa junto a su madre, quien también murió en febrero hace 86 años.

La poesía de Machado se invoca y difunde, incluso entre quienes nunca lo han leído, pero sí escuchado en las grabaciones de Joan Manuel Serrat y otros cantautores españoles. Como recuerda el escritor José Luis García Martín, responsable de la edición de la poesía completa del autor andaluz, recientemente publicada por la editorial Renacimiento, la memoria de Machado es una constante en la vida de nuestro tiempo.

Es una de tantas ediciones de su obra, que prueban la superación del tiempo. En los últimos meses, una exposición con documentos y referencias de los dos hermanos, Antonio y Manuel, ha recorrido varias capitales. Joaquín Pérez Azaustre ha publicado una novela, 'El querido hermano', que da cuenta de la memoria incardinada de ambos. Rodolfo Serrano ha dado a conocer un florilegio de textos críticos y filosóficos de Antonio Machado, que resume su pensamiento civil, poético y moral. Una memoria constante.

San Sebastián y Machado

San Sebastián forma parte, como escenario y lugar de encuentro, de esa memoria machadiana. Y sus canciones a Guiomar pueden estar inspiradas en la estancia y oleaje de la playa de Zurriola.

Pero si sus encuentros nocturnos diarios con la dramaturga eran virtuales, su amor se concretó en los diversos poemas que ambos, musa y poeta, poeta y musa, se dedicaron y, sobre todo, en los testimonios de las cartas que ambos se escribieron, aunque no se conserven más que algunas de las dirigidas por Pilar a Machado, y se desconozca el paradero de las enviadas por Machado a Guiomar, cuyo destino sigue siendo un enigma.

Sin duda éstas serían las más substanciosas, porque certificaban aquel amor cierto y sin complejos que el escritor sentía por una mujer culta, de ideología conservadora, más joven que él, y conocedora de la poesía francesa del pasado, algo que encandiló, además de otros atractivos, a Machado. El profesor de francés, que hablaba ese idioma con acento andaluz, se encantó del modo de recitar a Verlaine, o Valery de la mujer que más quiso y a la que llamó diosa, sin complejos.

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Hay testimonios que abundan en que el encuentro del poeta y su musa, de su amor secreto, tuvo lugar en la vieja playa de Gros. Justina Ruiz de Conde, escritora que estudió la obra de Machado, y le asistió en los últimos días de vida, procurando sostén económico y aliento humano al poeta, en Colliure, afirma rotundamente que el encuentro de Antonio y Guiomar tenía lugar en la playa donostiarra de Gros. Pilar de Valderrama, en cambio, lo niega en sus memorias póstumas, pero la rotundidad del testimonio de Ruiz de Conde parece que no admite dudas. En su libro 'Antonio Machado y Guiomar' (1964), Justina lo cuenta con detalle, y afirma que fue la propia Guiomar quien se lo confió en sus conversaciones.

Dicho libro, cuyo original guardo anotado por la propia Guiomar, a lápiz, fue escrito con las confesiones que la musa procuró a Justina. En las anotaciones personales a dicho libro, Guiomar niega tajantemente que los encuentros con don Antonio tuvieran lugar en las noches de agosto en la vieja playa de Zurriola. Asegura que son ciertos, sí, pero se dieron en la discreción del paseo marítimo de Hendaya. No sabemos por qué este cambio de testimonio, acaso tal vez porque esa versión le procuraba a la escritora tensiones entre la verdad revelada en sus propias memorias, que situaban esos encuentros en el marítimo de Hendaya. Tal vez Pilar se vio mediatizada por el hecho de que en testimonios anteriores había dicho que el escenario era el Bidasoa.

Sanhado

Pero para el caso hay un testimonio de más peso. El filósofo Alfonso Rodríguez Aldave, un hombre de pensamiento –alumno de Ortega y Gasset, a quien el filósofo consideró «el mejor alumno»–, que vivió en su último cuarto de siglo en Donostia, me confesó en 1984 que en esta playa de Zurriola se encontraron Machado y Guiomar.

El testimonio de Aldave es el de un hombre que asistió a don Antonio en sus últimos tiempos en su estancia en Valencia, ya en plena guerra civil, y en Barcelona, cuando el poeta iba camino del exilio y la muerte. Pero, ante todo, Alfonso es protagonista de algunas vivencias más cercanas. Casado con la filósofa María Zambrano, otra alumna de Ortega y Gasset, Rodríguez Aldave afirmaba sin rodeos que Machado había confiado tanto a María como a él, que solía encontrarse con Guiomar en San Sebastián. Fueron breves encuentros reales, y el testimonio de Aldave es tan espontáneo como tajante: «¿No sabes que en esta playa de Zurriola se citaban Machado y Guiomar?». José Bergamín también estaba en esa idea.

Antonio Machado vivió con especial atención las jornadas de 1930, en las que en el centro republicano de San Sebastián se firmó el Pacto que iniciaría el proceso de creación de la II República. Incluso, como defensor de la causa, se asegura que quiso firmar el documento final, a título personal, como lo hizo Ortega y Gasset, verdadero promotor en la sombra de aquel pacto histórico.

Baroja fue uno de los escritores predilectos de Antonio Machado. Y este le profesó gran devoción. Así lo expresa en un famoso soneto, en que pinta a don Pío inclinado y mirando al suelo, como doblegado por el peso del tiempo. El novelista vasco afirma en sus 'Memorias' que Machado, durante la guerra civil española, se preocupó mucho de su paradero. Asegura que siente mucho haber perdido una carta que recibió en París durante el periodo de la guerra, carta que alguien rompió delante de su emisario, pero en la que Machado expresaba su preocupación por los problemas de don Pío en aquel exilio. El vasco tenía gran aprecio por Antonio, no así por su hermano Manuel, a quien consideraba «señorito de poco fiar y sin escrúpulos». Pero Manuel sentía gran aprecio al menos formal por la poesía de Baroja, y así lo dice tras la publicación, en los primeros años de postguerra del único libro de poemas de Baroja, 'Canciones del suburbio'.

Cementerio de Polloe

Pilar de Valderrama, además de vivir en San Sebastián en aquellas estancias de verano, tuvo con la ciudad especial relación también. Guiomar es el nombre que Machado inventa para su amor, tras conocer a Pilar en Segovia en 1928.

A Pilar de Valderrama le gustó siempre la tierra vasca, y le resultaba lugar cercano, porque su padre, Francisco, nació en Santurce, y su madre, aunque nacida en Santander, tenía por apellido el vasco Alday. Guiomar tenía también una especial relación con algunas mujeres vascas que participaban, como ella misma, en la fundación del Lyceum Club, aquel centro y espacio de libertad y entendimiento cultural de los tiempos de la Edad de Plata de la cultura. Allí trató a María de Maeztu, a Pilar de Zubiaurre, a Carmen Baroja. Con esta última tuvo aún una relación más estrecha, primero, porque participó con ella en El Mirlo Blanco, el teatro que la hermana de Baroja tenía en su propia casa. Su marido, Rafael Caro Raggio, editor, publicó los primeros libros de poemas de Guiomar, en 'Huerto cerrado' (1928) y 'Esencias' (1930). Machado leyó el primer libro de Guiomar y se lo envío a Unamuno, para que lo promocionara.

De 1928 a 1936, Valderrama y Machado inician un diálogo que va más allá de los sentimientos. Los poemas de Machado, en las canciones a Guiomar son la expresión del amor romántico hecho verbo, y los poemas que Valderrama escribe, antes y después de la muerte de Machado, certifican que lo suyo fue una historia de amor, sublimada por circunstancias emocionales que impidieron que aquella relación fuera más intensa, incluso íntima. Algunos biógrafos de Machado califican a Pilar de Valderrama con adjetivos hoy irreproducibles e irrespetuosos. Para hacer una crítica rigurosa de aquella relación, sincera por ambas partes, conviene leer el ensayo que la profesora María Dolores Ramírez Ponferrada 'Guiomar, el rescate de la dios ' (2014).

A los sufrimientos de la poeta se suma el drama de la muerte de su hijo Rafael, quien había sido operado en san Sebastián en 1939, por una apendicitis, y no por heridas de guerra, aunque sí había sido soldado. Su madre narra el verano en que hubo de enterrar en esta ciudad a su hijo, quien era una gran artista a su edad. Durante años, Guiomar remitía periódicamente dinero a un donostiarra, Roberto Gorrochategui, para que cuidara el estado de la tumba donde yacía su hijo. La tumba estaba al lado de la del maestro Arbós, quien asistió al sepelio del joven.

Manuel Machado en Donostia

El mayor de los Machado, Manuel, dejó escritos algunos poemas que sellan su encuentro con San Sebastián. Manuel se encontraba en Burgos cuando en julio de 1936 comienza la guerra civil. De conciencia republicana, y ante el temor de ser considerado como rebelde por los verdaderos rebeldes, se adhirió a la causa de Franco, a quien le dedicará algún poema revelador. Distinto es el tenor de los poemas que retratan la belleza y calma de San Sebastián, de cuya brisa y lenguaje marino llega a enamorarse. Manuel encontró en la ciudad el clima cómodo, pues aquí estaban los que habrían de ganar la guerra. En el hostal Términus se hospedaba un grupo de intelectuales, como Eugenio d'Ors, Eugenio Montes, Dionisio Ridruejo, Josep Pla, que habían mostrado su adhesión a la causa franquista. Y en el Museo de San Telmo, Manuel tomará posesión de su sillón en la Academia de la Lengua, actuando como padrino José María Pemán, considerado poeta oficial de la rebelión.

Manuel Machado describe el alboroto de las olas en la Playa de Zurriola («Yo he visto en la Zurriola / montes de espuma estrellarse,/ contra la roca inundando,/ de agua salada la calle»). También la calma tensa de la bahía de la Concha en otro momento.

El tajo de la guerra

Antonio Machado escribe en 1938, y lo publica en 'Hora de España», la revista que edita la España republicana, certificando la preocupación y el amor, así como el dolor por la distancia de Pilar, que se encuentra en Portugal. Rodríguez Aldave refiere en su testimonio que el poeta estuvo muy preocupado durante toda la guerra por el paradero de Guiomar, como soneto certifica sin duda:

De mar a mar entre los dos la guerra,

más honda que la mar. En mi parterre,

miro a la mar que el horizonte cierra.

Tú asomada, Guiomar, a un Finisterre,

miras hacia otra mar, la mar de España

que Camoens cantara, tenebrosa.

Acaso a ti mi ausencia te acompaña.

A mí me duele tu recuerdo, diosa.

La guerra dio al amor el tajo fuerte.

Y es la total angustia de la muerte,

con la sombra infecunda de tu llama

y la soñada miel de amor tardío,

y la flor imposible de la rama

que ha sentido del hacha el corte frío.

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