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Lugares públicos reconvertidos en espacios para lectores que comparten lecturas J.M LÓPEZ
Una 'segunda vida' para los libros
Intercambio literario

Una 'segunda vida' para los libros

Muchos municipios de Gipuzkoa cuentan con cabinas de teléfono, armarios, árboles o taquillas reconvertidas en bibliotecas a pie de calle para coger y dejar libros gratis

Iker Elduayen

San Sebastián

Domingo, 19 de enero 2025, 07:04

Querido lector:imagina que, por lo que sea, se te ocurre entrar en la cabina que está en Bertsolari Uztapide (Irun) para llamar por teléfono, ya no podrías. Telefónica ha ido jubilando en los últimos años las pocas cabinas que quedaban rezagadas por las calles, pero ahora podrías llevarte un libro u hojear varios hasta elegir el que más te guste –no sin antes dejar uno a cambio–. La nueva vida de muchas de estas instalaciones, ahora en el olvido, son puntos de intercambio de libros para los ciudadanos.

Pequeñas bibliotecas al aire libre donde dejar y coger, de forma gratuita, algún ejemplar curioso al que echar un vistazo rápido o descubrir una historia nueva que resulte atractiva. Una propuesta que muchos y muchas irundarras «mantienen con respeto e ilusión», aseguran desde el Ayuntamiento, quien impulsó la 'reconversión' de las cabinas telefónicas, además de incluir otros tres puntos más, repartidos por el ciudad, en los que escoger unas lecturas por otras, «con el fin de fomentar la lectura y la participación ciudadana».

Oferta variada

A las estanterías «al aire libre» de la ya citada calle, Irun suma otras cuatro bibliotecas libres repartidas por toda la ciudad: la de la plazoleta de Almudena Grandes, la de la plaza Jostun, y otra en Behobia. «Siempre hay algo y, curiosamente y pese a estar al aire libre, los libros permanecen en muy bien estado», aseguran algunos vecinos que se acercan al trasiego bibliófilo, en busca de lecturas, no sin antes llevar el volumen que dejarán a cambio de tomar prestado otro.

El fin del intercambio de libros es «fomentar la lectura y la participación ciudadana», aseguran las entidades organizadoras

Entre las opciones, un amplia oferta para todos los gustos:obras de Lorca; 'Ensayo sobre la ceguera' de Saramago; 'En busca del unicornio' de Juan Eslava Galán; mucha de la obra de la romántica Danielle Steel, que hasta el momento ha vendido en torno a 530 millones de ejemplares por todo el mundo; además de una selección –cuanto menos curiosa– de historias épicas, clásicos en desuso y títulos descatalogados. «Todo menos enciclopedias», dicen desde el estanco Almandoz de Donostia, uno de los establecimientos que, sin nada que ver con el comercio de libros, ha dedicado un pequeño rincón a la recuperación de volúmenes que dejan para su trasiego de clientes pueda intercambiárselos.

«Empezamos en la pandemia, porque como estaba todo cerrado, decidimos traer unos cuantos libros que teníamos guardados y los trajimos aquí», explican desde el mostrados, asombrados y felices de que la iniciativa «esté funcionando, que la gente se está animando a leer y que se intercambian libros entre sí», añade.

Una mujer mira los libros que hay en la cabina reconvertida en biblioteca, entre las calles Alzukaitz y Bertsolari Uztapide, en Irun De la Hera

Centros comerciales

Aunque no solo los pueblos ni los pequeños comercios buscan fomentar la lectura. Para sorpresa de muchos, también las grandes superficies cuentan con un estante propio en el que intercambiar lecturas, y 'usadas', entre tanta tienda es posible. Además de algunas populares cadenas de supermercados que en sus 'recibidores' han instalado espacios en el que, además de la compra, puedes incluir un libro –y gratis– en la cesta, superficies como Urbil, en un firme compromiso con la lectura «para así facilitar el acceso a la cultura y fomentar el consumo responsable», que instaló a mediados de 2021 'El Rincón de los Libros de Urbil: un punto de intercambio de libros'.

«Se trata de una iniciativa 'bookcrossing' –en inglés se llama así a la práctica de dejar libros en lugares públicos para que los recojan otros lectores, que después harán lo mismo–, que busca hacer todo lo posible por hacer accesible la lectura. Situado al lado de la zona de moda del centro, el estante azulado, cuidadosamente protegido –este, a diferencia de otros, funciona con llave– «para que los libros se conserven en el mejor estado posible». Por lo que, tan solo hay que abrir el armarito para poder hojear y curiosear libros que reposan a la espera de ser leídos.

Para ello, tan solo hay que «acudir al punto de atención al cliente que está al lado y pedir la llave para abrir el armarito», explican desde el centro comercial sobre la iniciativa que, aseguran, «tuvo una muy buena acogida y, muestra de ello, se mantiene». Una vez hayas hecho el intercambio y dejado un libro por otro que hayas decidido leer, «porque es importante dejar el mismo número de libros que tomas prestado», debes devolver la llave en el mismo punto y, «al terminar de curiosear, te regalan un marcapáginas con semillas».

Un joven hojea uno de los libros disponibles en el armario que Beasain tiene para fomentar el intercambio de volúmenes. Zabala

Práctica internacional

No es que esto sea algo nuevo ni mucho menos: hace la friolera de 24 de años que en Estados Unidos se fundaba una página web con la idea de «hacer del mundo una biblioteca global». Fue Ron Hornbaker a quien se le ocurrió hacer del intercambio de libros –una acción más local, personal, de barrio– algo 'viral' –«el hombre que hizo del mundo una biblioteca», le llamaban–, tras observar una estantería repleta de libros en su casa, e ideó un sistema de intercambio internacional: eligió el nombre, registró el dominio y, más tarde, su mujer, diseñó el logotipo.

«Convertir al mundo en una biblioteca global» fue el punto de partida hace más de 20 años en E.E.U.U. para el 'bookcrossing'

Un primer paso de un movimiento que despegó el 17 de abril de 2001 y que hoy cuenta con más de 400.000 seguidores en todo el mundo, una práctica ya globalizada, puesta en marcha de 4 formas muy diferentes. A la primera se le llama «jungla» y consiste en dejar un libro en un lugar público para que cualquiera pueda recogerlo. La segunda, una liberación controlada, es decir, cuando una persona envía a otra una obra específica. Ahora son más que habituales las cafeterías o boutiques que dedican un espacio concreto a que la gente deje y busque libros.

En Ezkio, un árbol funciona como estante de libros, a disposición de los vecinos de la localidad. Migura

Por último, hay citas concretas en el calendario abiertas a toda la comunidad lectora: un día y un lugar específico en fechas puntuales –Día del Libro, Navidad, San Valentín– en el que encontrarse y charlar sobre la fiebre 'bibliófila'. Una práctica para reivindicar la lectura como afición voluntaria y gratuita.

«Me gusta volver a dejar el mismo libro que cojo»

Entre préstamo y préstamo, tanto de novedades como del resto de la colección, la biblioteca de Zumarraga también es uno de los lugares clave para el instinto lector que, además, intercambia libros. Mari Carmen Viedma, vecina de la localidad, es una de ellas. Ferviente lectora y frecuente entre los estantes del Zelai Arizti, la casa de cultura zumarragarra, reconoce también dejarse ver por el apartado de intercambio que han instalado justo al lado de la puerta principal. «Llevo años intercambiándo libros, desde mi época de universitaria, cuando todavía vivía en Bilbao», recuerda Viedma. «Me gusta volver a dejar el mismo libro que cojo. Siempre, o casi siempre lo he hecho así. Es una forma de hacer circular títulos que has gozado y quieres que otras personen disfruten igual que tú lo has hecho», reconoce sobre su práctica en el intercambio de lecturas.

Teniendo en cuenta que para Viedma, «los libros son tesoros y que me cuesta muchísimo desprenderme de un libro, más aún si me ha fascinado», la opción más cómoda para solventar su 'apego bibliófilo' ha sido la de comprar libros, «expresamente para dejarlos. Han sido de segunda mano, sobre todo. Novelas pequeñas, que han costado poquito y que me han encantado», explica.

Ha 'abandonado' mucho, pero lo que más, reconoce, ha sido «la obra de Agatha Christie». Confesa devota de toda la obra de la gran dama del misterio –una de las autoras más vendidas de todos los tiempos– reconoce que «todas sus publicaciones son frecuentes en los mercadillos y rastros de segunda mano, y siempre están baratas. Además que me encantan todas, me parecen libros muy bonitos y cómodos para intercambiar».

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