Fernando Aramburu | Escritor
«Me complace imaginar la poesía como una sustancia invisible que se lleva adherida a la conciencia»El escritor donostiarra publica en Tusquets 'Sinfonía corporal', que reúne su obra poética creada entre 1977 y 2005
La colección 'Nuevos textos sagrados' de Tusquets se abre a la poesía de Fernando Aramburu, hoy reconocido internacionalmente por sus novelas y relatos, con ' ... Patria' al frente. 'Sinfonía corporal' reúne seis libros de poesía que son casi desconocidos. «No solo son las primeras tentativas de un creador después consolidado, es un fragmento mayor, importante, que completa la imagen literaria de Aramburu», tal como escribe en el epílogo del libro Francisco Javier Irazoki.
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– Su obra narrativa lo ha situado como un escritor de referencia en España y también en otros países. ¿Cómo convive esa parte con su creación poética?
– Va para largos años que abandoné la escritura de lo que convencionalmente entendemos por poemas. Hasta hoy he seguido, sin embargo, buscando la poesía por otros cauces, sobre todo a través de la lectura de libros ajenos. Al hallarla procuré incorporarla a mi experiencia vital e incluso la estudié. Hoy día reservo el escritorio para el trabajo narrativo, que es eso, un trabajo, una labor que requiere ciertas habilidades y conocimientos. De la poesía espero mucho más. Le pido que me ayude a conformar positivamente mi persona, como hombre sensible pero también como hombre moral, lo que le da una presencia en todo lo que emprendo, incluidas, claro está, mis actividades literarias.
– El primero de los seis libros que componen este volumen, 'Ave sombra', se inicia en 1977. ¿Cómo contempla hoy a aquel poeta de 18 años?
– Aquel chaval que se lo pasó en grande militando en el Grupo CLOC de Arte y Desarte me inspira una mezcla de ternura por su ingenuidad y de simpatía por el acierto que tuvo en apostarlo todo a la creación literaria. Le agradezco que me diera un argumento para toda la vida. En una sociedad donde se cometían atentados, aquel chaval eligió el humor y la poesía, y no le faltó lucidez para renegar de los caminos de la crueldad y para proporcionarme unos principios éticos que todavía me son útiles.
«A la poesía le pido que me ayude a conformar mi persona como hombre sensible pero también como hombre moral»
– ¿Estaba ya entonces la idea de escribir novela o relatos cortos, o era la poesía todo lo que buscaba como escritor?
– El impulso poético regía mis manos. Cualquier tentativa de probarme en otros géneros conducía rápidamente al fracaso, tanto por falta de destreza en el manejo de los recursos técnicos como por el desinterés que me producían los asuntos remisos a manifestarse en forma poética. Carecía de ojos para ver con nitidez más allá del horizonte de mi vocación. Más tarde, el humor, la circunstancia de radicarme en otro país, el peso de la memoria, cierta propensión al análisis y la necesidad de levantar testimonio literario de la violencia que causaba tanto dolor en mi tierra natal despertaron en mí la voluntad de narrar.
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– ¿Hay un Aramburu poeta y otro que escoge la prosa? ¿Quizás dialoguen entre ellos?
– Dialogan a todas horas y además lo hacen en buena avenencia. Uno, para bien o para mal, no es inmune a la poesía. La poesía es mucho más que el resultado de la escritura. Me complace imaginarla como una sustancia invisible que se lleva adherida a la personalidad, a la conciencia, en fin, al hombre, e interfiere en todo lo que dicho hombre haga, por tanto, en sus palabras, en su relación con los demás, en los platos que cocina, en las novelas que acaso escriba.
«Fui un chaval que leía de todo. No llevaba un plan, iba de descubrimiento en descubrimiento, de gozo en gozo»
– Sobre todo al principio, los guías literarios pueden marcar al joven escritor ¿En qué lecturas los encontró y hasta qué punto le influyeron?
– Fui un chaval que leía a destajo. Leía de todo, a menudo hasta las tantas de la madrugada. No llevaba un plan de lectura. Iba de descubrimiento en descubrimiento, de gozo en gozo. No dispongo de un instrumento para medir el grado de influencia de aquellas primeras lecturas que con toda certeza fueron decisivas. Leí mucha poesía y teatro en voz alta, y bastante ensayo filológico y obras filosóficas y no tantas novelas. Las novelas vinieron después.
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– ¿Halla la poesía más allá de los libros de versos?
– Por supuesto. Quizá por eso dejé de escribirla. Porque, una vez adquirida la sensibilidad para reconocerla, la encontraba por doquier: en el cine, en la música, en el paisaje, en los animales, en la gente. Llegó un momento en que ya no sentía la necesidad de ser el autor del poema. Me bastaba con que este existiese, escrito no importa por quién.
«El impulso poético regía mis manos. Cualquier tentativa de probarme en otros géneros conducía rápidamente al fracaso»
– «Soy un lector caprichoso y constante de poesía, en mi mesilla de noche nunca falta un libro de poemas». ¿Quién ocupa ahora ese lugar?
– Continúo persistiendo en el hábito. Otros gustan de rezar antes de dormir, yo leo dos o tres poemas de un libro que comparte mesilla con el despertador y una pequeña lámpara. Últimamente pongo fin a las jornadas leyendo unos cuantos aforismos reunidos en un espléndido (y quizá me quede corto en el elogio) libro de Juan Kruz Igerabide, 'Rostro desnudo', que, sin contener poemas al uso, me proporciona cada noche la necesaria dosis poética.
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– ¿A qué poetas regresa una y otra vez y por qué?
– Hay como una veintena de nombres a cuya poesía vuelvo una y otra vez con la certidumbre de la experiencia grata. Voy a lo seguro: a Vallejo, Cernuda, Quevedo, a genios de enorme calibre, pero también a coetáneos cuya compañía creativa estimo: Sánchez Rosillo, Irazoki, Isabel Bono...
«No descarto una última exprensión en verso desde la atalaya de la vejez. Una especie de despedida como agradecimiento a la vida»
– «La poesía es incompatible con el humor. Me enterrarán con este convencimiento». ¿No es radical esta afirmación suya?
– Esa afirmación me parece fácilmente demostrable. En modo alguno presupone que no se puedan expresar chistes y burlas en verso, dando lugar a piezas que bien pueden mover a risa. Pero considero que el humor es uno de los mayores disolventes de la poesía junto con la política.
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– ¿La expresión 'poesía completa' acompañando al libro pesa o libera?
– No es que pese, es que equivale a una partida de defunción. Sólo falta para completarla una inscripción en piedra que diga: Aquí yacen todos los poemas de Fulano.
– ¿Habrá espacio para los poemas en sus próximas obras?
– De tiempo en tiempo me sube un calor tembloroso a las yemas de los dedos, pero enseguida se me pasa. No me atrevo a descartar una última expresión en verso más adelante, desde la atalaya de la vejez. No sé, una especie de despedida con agradecimiento de la vida, una postrera mirada generosa antes del silencio definitivo.
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