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La Plaza de la Trinidad, ayer, en su última cita en el cierre del Jazzaldia. SARA SANTOS
Y comieron perdices: una boda y una catedral
El backstage

Y comieron perdices: una boda y una catedral

El festival cierra con casi 200.000 espectadores y récord de público de pago, llenazo en el 'guateque' de Krall y Zorn entusiasmado con San Telmo

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Lunes, 29 de julio 2024, 02:00

Terminó la 59 edición, con récord de espectadores de pago (se han vendido unas 21.000 entradas), volumen de público similar al del año pasado (en torno a 190.000 espectadores) y un notable nivel artístico. Hoy llegará el balance oficial en una comparecencia del alcalde, Eneko Goia, y el director del festival, Miguel Martín, pero las primeras impresiones recogidas entre los aficionados son positivas. Los 'clásicos' no han defraudado, los puristas han entusiasmado (de Brad Mehldau a John Zorn) y los nuevos han sorprendido.

No ha faltado de nada: el Jazzaldia ha registrado la que creemos que es su primera boda en 59 años de historia. Matt Hollenberg, guitarrista de la 'factoría Zorn', celebró ayer su boda en uno de los salones del María Cristina, con un grupo reducido de invitados entre los que estaban los otros músicos del neoyorquino y la cuadrilla que acompaña al 'genio', con el actor Mathieu Amalric y el ajedrecista Levron Aronian como nombres más glamurosos. No hubo mucho tiempo para celebrar porque Hollenberg era uno de los músicos de la doble cita de la noche en la Plaza de la Trinidad.

El saxofonista John Zorn, sin duda uno de los grandes protagonistas de esta edición, vivía ayer feliz una jornada tan intensa. El viernes y el sábado apadrinó a sus músicos en el Kursaal en conciertos ensalzados por los asistentes, aficionados que no llenaron el auditorio en ninguno de los casos, y finalmente ayer el artista pisó el escenario para actuar con su New Masada Quartet. También ofició de presentador.

Pero antes Zorn la gozó con el entorno. Le encantó el edificio del museo de San Telmo (donde están ubicados los camerinos de quienes actúan en la Trini), preguntó por su historia y fotografió el claustro y la iglesia. También quería saber de 'la catedral' de Santa María. Todo le interesa a este hombre inquieto y disfrutón.

Pero la otra gran protagonista de ayer era Diana Krall con su llenazo en el Kursaal. La canadiense ha vuelto a disfrutar de la ciudad. El sábado vio el concierto de la Trini 'de incógnito' con su hijo y sus músicos y ayer paseó por Donostia. Está terminando ya su gira europea y se preparaba para un largo viaje a Australia, donde actúa en los próximos días en un evento privado.

Son fechas de largos viajes para los músicos. Por la mañana actuó precisamente en el claustro de San Telmo (ese que maravilló a Zorn) Marta Sánchez, pero no la cantante 'pop' del mismo nombre, sino la pianista madrileña afincada en Nueva York y que tantas pasiones despierta.

Aunque para pasiones, las vividas la medianoche del sábado al domingo en la Zurriola con Chill Mafia. El colectivo de Pamplona venía con su fama de 'rompedores' y cumplieron ante los casi 15.000 espectadores reunidos, según la organización, mayoritariamente jóvenes. «¿Qué hacemos nosotros en un festival de jazz?», se preguntaban en público. «Vamos a hacer jazz: nosotros tocamos lo que queremos y vosotros hacéis como que lo estáis pasando bien», bromeaban después de empezar su actuación con una jota navarra. No faltaron las bromas sobre el patrocinador, 'confundiendo' la marca de cerveza, pero la gente disfrutó incluso en los momentos en que el sirimiri arreció. También es verdad que en las redes sociales había comentarios críticos con la presencia de un grupo así en un festival como éste...

Llega el 60 cumpleaños

En la memoria de estos días mezclan las imágenes de los casi 200 conciertos celebrados. El ritmo va tan deprisa que las emociones de los primeros días, como la multitudinaria cita de Izaro, parecen ya lejanas. En el balance de los aficionados más exigentes quedan los conciertos de Mehldau y Zorn, entre las sorpresas destaca la divertida velada de Larkin Poe y entre los valores seguros, un Rufus Wainwright que demostró su fuerza en solitario y un Gregory Porter que nos dejó atados a las sillas de la Trini hasta más allá de la medianoche.

El festival es un viaje a 80 mundos cada 24 horas: la cita intimista y matinal del piano en San Telmo, los mediodías del jazz español en el Victoria Eugenia, las tardes recogidas en el auditorio, los encuentros populares en las terrazas y en la playa y el siempre acogedor templo de la Trini, que sigue siendo 'acosado' por los ruidos de los clientes de los bares cercanos. Y el año que viene, el 60 cumpleaños. ¿Con sorpresas?

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