Rymden llenó todos los espacios de la plaza con su música y se mostró feliz de estar en San Sebastián. IÑIGO ARIZMENDI

Colofón con mirada futurista

Jazzaldia ·

El collage de Marco Mezquida sobre Beethoven y el jazz innovador de Rymden cerraron la 55 edición en la plaza de la Trinidad

Lunes, 27 de julio 2020, 06:28

Parecía el broche perfecto para una actuación brillante y completa de una artista de voz deslumbrante y sin más recursos que la expresividad ... de su cuerpo y su elegancia para llenar el escenario. Mariza había conquistado a toda la enmascarillada plaza de la Trinidad cuando anunció el final del concierto con un sentido 'Fado Primavera', al filo de la medianoche del sábado al domingo, cuando enviamos las últimas líneas de la crónica que aquí se publica.

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Cabía esperar un bis, pero no el derroche de generosidad y entrega que ofreció Mariza durante veinte minutos más. Mariza volvió a salir al escenario e interpretó varias canciones. Incluso preguntó al público qué canciones quería escuchar, aun a riesgo de que no se acordara ya de alguna de ellas. Y se animó con algunos fragmentos 'a capella', y complació al hombre que pidió 'Cavaleiro monge'. Aunque por un momento tuvo alguna duda con la letra, la interpretó con toda pasión. El riesgo y el reto también estan entre los valores de Mariza: una de las canciones que interpretó con su grupo se les había ocurrido en el camerino un rato antes de salir a escena y aunque hacía mucho tiempo que no la tocaban, decidieron lanzarse.

Con la gente de su tierra

Pero el momento realmente apoteósico y conmovedor llegó con 'Ó gente da minha terra', que Mariza introdujo diciendo: «Me he dado cuenta de que la gente de mi tierra no es solo la de mi país, sino cada uno de vosotros que venís a compartir vuestras emociones».

Y mientras cantaba la emotiva canción, salió del escenario para reaparecer entre el público y recorrer toda la plaza, casi hasta el fondo, mientras seguía cantando con su espectacular voz. Al acercarse a las últimas filas sus lágrimas eran visibles para el público cercano. A pesar del coronavirus, o precisamente por el tiempo de dolor y aislamiento que ha provocado, Mariza quiso estar cerca de su gente en Donostia y, manteniendo la distancia de rigor, física, pero no emocional, fue saludando y cantando al público que llenó la plaza en una noche memorable y conmovedora de esta edición tan especial del Jazzaldia.

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Jose Mari López

Anoche llegó ya el colofón a esta 55 edición que pasará a la historia por el hecho mismo de que se haya celebrado en medio de una pandemia y con el fantasma del rebrote acechando en los propios días de celebración. Las férreas pero asumibles medidas de seguridad y la impecable organización han hecho que todo pareciera casi normal: un alto nivel musical, un ambiente de camaradería y entrega entre el público aunque no pudiera expresarse físicamente, y la ternura de ir viendo a un músico tras otro salir al escenario por primera vez en muchos meses y expresando su gratitud por poder estar de nuevo ante un público, en medio de un panorama que se presenta tan difícil para la profesión, y por tener esa mano que les ha tendido un Jazzaldia que ha salido adelante contra viento vírico y marea económica.

Capsulitas revitalizadoras

Unas quinientas personas disfrutaron en la tarde-noche de ayer de la doble sesión de clausura, que resultó una inspiradora mirada hacia el futuro desde el muy aprovechable pasado. Primero, el pianista Marco Mezquida actuaba por tercera vez en este Jazzaldia, después de hacer dúo con Chicuelo y acompañar a Silvia Pérez Cruz. Ayer estaba al frente de su personal, quizás atrevida, pero sin duda triunfal intención de releer a Beethoven en clave de jazz. Sin cortapisas pero sin rasgaduras: «En el conservatorio no me dejaban hacer estas cosas, pero ahora que soy libre puedo mezclar sinfonías con un cuarteto de cuerda o un concierto para piano», resumió. En «capsulitas», como llamó a alguna de las composiciones-collage que reinventan en puro jazz (con dejes flamencos o latinos a veces), la obra de Beethoven.

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Unas 500 personas disfrutaron de la doble sesión final que abrió Marco Mezquida con su faceta más experimental

Rymden se mostró emocionado de estar en Donostia para dar «el único concierto que tenemos este verano»

Escrito puede sonar mal, pero lo que hizo Mezquida con Masa Kamaguchi (contrabajo), Pablo Selnik (flauta) y David Xirgu (batería) fue una amalgama fascinante, vibrante y juguetona en el mejor sentido. Dio la vuelta a la melodía más popular de la 'Sinfonía n.º 7' y transformó la solemnidad en delicadeza. El desgastado 'Himno a la alegría' cobró nueva vida, así como el primer movimiento de la 'Sinfonía n.º 5'. A ver si lo graban pronto en disco.

Heróico fue que el trío escandinavo Rymden comandado por el teclista Bugget Wesseltoft pudiera viajar a San Sebastián para dar «el único concierto que tenemos en todo el verano». Así están las cosas incluso para algunos de los músicos más importantes del jazz europeo. Bajo la apariencia de un trío clásico de jazz, con el contrabajista Dan Erglund y el batería Magnus Öström, Rymden recorre un espacio enorme de música contemporánea y expansiva, con algunos efectos y elctrónica. 'Reflections' o la solemne y preciosa ´The Lugubrious Youth of Lucky Luke' brindaron algunos momentos brillantes del atractivo y muy creativo juego a tres bandas en el futurista colofón.

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