«La huella romana en el Pirineo fue mucho más profunda de lo que se creía»
La arqueóloga Oihane Mendizabal revela que la última campaña de excavaciones en Zaldua corrobora la importancia del asentamiento
Iturissa viene a ser para muchos investigadores de la antigüedad algo así como la versión vasca de la Atlántida, esa isla citada por Platón que bordea los territorios del mito. Iturissa es el nombre que el geógrafo y astrónomo romano Ptolomeo adjudicó en el siglo II después de Cristo a una ciudad ubicada en un paso de los Pirineos, «en la tierra de los vascones». La población se menciona también en el Itinerario Antonino, que venía a ser el mapa en el que se reflejaban de las principales rutas del imperio. Ambos testimonios fueron ignorados durante décadas en la creencia de que la presencia romana en territorio vascón había sido poco menos que anecdótica.
Esa hipótesis se ha venido abajo como consecuencia de la suma de hallazgos y trabajos de investigación que han salido a la luz en los últimos años. Uno de los más reveladores ha sido el que llevan a cabo la Sociedad de Ciencias de Aranzadi y el Museo Arqueológico de Londres en el área de Burguete , cerca de Roncesvalles, en el Pirineo navarro. El estudio, que se inició en el año 2011 a resultas de los hallazgos de Rafael Zubiria y Juan Mari Martínez Txoperena, ha permitido sacar a la luz una calzada romana y al menos dos asentamientos urbanos, uno de ellos de cierta relevancia.
El enclave más importante se sitúa en una explanada entre los términos municipales de Burguete y Espinal. Se conoce como Zaldua y es un área en la que Aranzadi realiza campañas anuales de excavaciones desde 2012. La investigación, que se lleva a cabo en colaboración con el Museo Arqueológico de Londres, una institución especializada en el estudio de restos romanos, ha desvelado la existencia de una trama urbana de al menos 4,5 kilómetros cuadrados. Los especialistas no descartan que se trate de Iturissa, la ciudad mencionada por Ptolomeo, aunque hasta que encuentren alguna prueba epigráfica -una inscripción- prefieren no lanzar las campanas al vuelo. «De momento lo que sí hemos podido comprobar es que la huella de Roma en el Pirineo fue mucho más profunda de lo que hasta ahora se había pensado», asegura Ohiane Mendizabal, arqueóloga de Aranzadi que participa en los trabajos.
El resultado de la última campaña de excavaciones en Zaldua corrobora las palabras de la arqueóloga. «Hemos profundizado en el estudio de uno de los edificios más grandes del yacimiento y hemos descubierto indicios de que estaba dotado de un sistema de calefacción. Es posible incluso que se tratase de unas termas, lo que abonaría la hipótesis de que se trataba de una ciudad de cierta importancia porque no todas las poblaciones tenían el privilegio de contar con un establecimiento así». Los trabajos de campo han sacado a la luz además fragmentos de piedras de mármol, piezas de bronce y otros restos que hablan de la relevancia del asentamiento.
Cuatro siglos poblada
Las excavaciones son solo una parte de la investigación que afecta a un área de entre 300 y 600 metros cuadrados. Las dimensiones del poblado se han determinado a partir de estudios geofísicos realizados con el apoyo técnico de una empresa catalana. Se trata de auténticas 'radiografías' que sacan a la luz la trama urbana de la población. «Son perspectivas que nos dibujan la forma que tenía la ciudad porque lo que nos han revelado las excavaciones es que el expolio de la población después de su abandono debió ser sistemático: allá donde estaban los muros de las casas solo quedan zanjas, todas las piedras fueron aprovechadas».
La que tienes todas las trazas de ser Iturissa estuvo poblada durante unos cuatro siglos, entre el I y el IV después de Cristo. Las investigaciones no han hallado evidencias de ataques o incendios, así que se maneja la hipótesis de que el asentamiento fue abandonado por sus habitantes como consecuencia del agotamiento de los recursos mineros de la zona. «Se han encontrado restos de escorias que ponen de manifiesto que hubo una actividad minera importante en ese área. Dado que en los estudios no se han localizado indicios de incendios derivados de saqueos o ataques, tendemos a pensar que los pobladores se fueron de allí porque la actividad minera ya no era rentable».
El segundo yacimiento que se está explorando en la zona está en Artzi, un enclave del Valle de Arce que también estaba a pie de la calzada romana que atravesaba los Pirineos. «Se trata de un asentamiento que está a unos 16 kilómetros de distancia de Zaldua. Es de menores dimensiones y creemos que podría tratarse de una venta que daba servicio a los viajeros que se desplazaban por la calzadas. Hemos detectado entre cuatro o cinco estructuras que podrían corresponder a otros tantos edificios».
Cronología
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La calzada. Construida hacia el siglo I a. de C, unía Aquitania con la península a través del Pirineo.
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El asentamiento. Tenía unas 4,5 hectáreas de extensión y estuvo habitado del siglo I al IV d. de C. Se cree que es Iturissa, un poblado mencionado por Ptolomeo.
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Yacimiento. Se estudia desde 2012. Además de excavaciones, se han hecho estudios geofísicos.
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Hallazgos. En la última campaña se ha localizado un edificio que pudo ser una instalación termal.
Oihane Mendizabal, que va a centrar su tesis doctoral en la romanización de la zona vascona del Pirineo, cree que los dos yacimientos pueden convertirse en un polo de atracción turística de una comarca que ya cuenta con un patrimonio natural excepcional. «Las excavaciones pueden ser una gran oportunidad de promoción para las poblaciones del Pirineo navarro, que ya han acondicionado con indicadores y paneles informativos 26 kilómetros de la calzada romana que atravesaba la cordillera».
La calzada, que fue el punto de partida para la localización de los asentamientos, fue construida hacia el siglo I antes de Cristo y comunicaba la península con Aquitania. Tenía entre seis y ocho metros de anchura y fue utilizada como camino de herradura hasta la aparición de las primeras carreteras el pasado siglo. A lo largo de su trazado se han hallado al menos seis miliarios, que son los mojones que colocaban los romanos cada milla, una medida equivalente a los mil pasos (1.481 metros). Juan Mari Martínez Txoperena, el miembro de Aranzadi que localizó el camino junto a Rafael Zubiria, concluyó que se trataba de la Iter XXXIV descrita en el Itinerario Antonino, que recopilaba 372 rutas del Imperio.
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