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Matxin Labayen, en su casa de Tolosa, aunque ahora reside en un centro para personas de la tercera edad.
Matxin Labayen, un hombre unido a un cuaderno de dibujo

Un hombre unido a un cuaderno de dibujo

El documental de Aurelio Vicente resume la trayectoria de Matxin Labayen, un singular pintor de Tolosa

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Lunes, 15 de octubre 2018, 06:26

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Matxin Labayen ha sido un pintor muy peculiar. Alejado de los focos, de los medios de comunicación, si se entra en Internet apenas aparecen datos. Ahora, tras el documental estrenado el pasado jueves en el cine Leidor de Tolosa, Matxin ha saltado de nuevo a la palestra.

Nació en 1931 en Tolosa, hijo de Antonio María Labayen, alcalde durante la II República y autor de numerosas piezas teatrales en euskera. Tenía un hermano bastante más conocido y tres años mayor, Ramón Labayen, consejero de Cultura del Gobierno Vasco y alcalde de San Sebastián en la década de 1980.

Aurelio Vicente, el tolosano que ha realizado el documental sobre Matxin Labayen, decidió acometer esta tarea a raíz de sus múltiples entrevistas -que quedaron grabadas- con Juan Garmendia Larrañaga (1926-2015). El etnógrafo le recomendó que entrevistara también a Matxin Labayen, porque le daría juego. Vicente lo recuerda así: «Garmendia me dijo que la sociedad estaba derivando hacia el gris, que echaba de menos los personajes pintorescos y singulares de tiempos atrás. Así es como me propuso que me entrevistara con Matxin. No fue fácil el primer contacto, porque colgaba mal el teléfono y siempre daba comunicando, pero luego todo fue bien».

Así, Aurelio Vicente se puso a la tarea y grabó al pintor en su propio domicilio. Fueron varias sesiones a lo largo del año 2011. Luego Matxin Labayen sufrió un ictus, y Aurelio Vicente decidió que convenía acelerar para presentar el documental en vida del artista. Finalmente, el jueves 20 y el viernes 21 de septiembre se proyectó en el Leidor, con acogida calurosa por parte del público.

«Fui alumno de Ascensio Martiarena. Para empezar, te daba una ducha fría»

Es un documental sobrio, en el que predominan los planos de Matxin Labayenhablando ante la cámara. Lo hace con tranquilidad, con naturalidad.

En la presentación de la primera sesión, Eduardo Alegría, miembro del cine-club, elogió al cineasta porque ha hecho el documental «con el debido respeto, sin inmiscuirse».

El documental, basado en tres entrevistas realizadas en el año 2011 en el domicilio del artista, arranca con esta afirmación: «He sido impresionista».

A lo largo de las entrevistas que recoge el documental, Matxin Labayen va lanzando una serie de mensajes breves y sugerentes: «Ahora la gente tiene necesidades artificiales, tenemos de todo y no sabemos lo que queremos»; «He sido amante de lo tradicional, conservador; a mi edad no voy a ser de Izquierda Unida»; «Aquí no se investiga, eso sí, tenemos Feria de la Chuleta, Feria de la Alubia, Feria de la Cerveza; el dinero público no debería ir a cosas de comer».

Y acerca de su pintura y de su estilo, estas otras perlas: «Pinto como pienso, he tenido la suerte de hacer lo que me gustaba. Llevo sesenta años pintando. No está mal. En el arte, lo que importa es ser fiel a uno mismo, no a lo que quiera el partido, no a lo que quieran los otros. Por eso no tengo vocación de secta, de partido».

Después de la proyeción del cine Leidor tuvimos tenido la oportunidad de reunirnos con Matxin Labayen en una cafetería cercana a la residencia para personas mayores en la que vive, en el mismo Tolosa.

Según cuenta, ahora ya no pinta tanto en la calle, porque se fatiga. «Más bien estoy haciendo ilustraciones para dos libros de Delibes, 'El camino' y 'Las ratas'. Delibes tiene otra obra maestra 'Cinco horas con Mario', en la que describe muy bien la sociedad».

«Yo siempre he sido más dibujante que pintor. No me va el color», dice Matxin

Matxin Labayen tiene buena memoria y conversación fluida. Enseguida enlaza un tema con otro, y avisa al periodista que quiere «contar cosas que no aparecen en el documental, que está bien, pero es corto». Tras citar a Delibes, enseguida se refiere a Castilla: «Soy muy castellanista. Me gusta mucho Burgos. Aquí la atmósfera siempre ha sido muy cerrada. No soy de partido, no me ha gustado el PNV. Yo soy ciudadano del mundo, me gusta el arte de todos los sitios, hasta la pintura china y japonesa».

- Pero su hermano Ramón fue dirigente del PNV. ¿No hablaba con el de política?

- No, con el hermano no hablaba de esos temas, y no discutíamos.

- En el documental comenta usted que ha sido un hombre «impresionista y de influencia francesa».

- Así es. Soy de cultura y mentalidad francesa. De mentalidad abierta, que es lo que nos falta aquí.

- ¿Cuándo vivió en París?

- En el año 1966 hice allí un curso de tres meses, y luego volví en el 67 a hacer otro. Un total de seis meses Luego hice un curso por correspondencia, durante años, con un profesor de París.

Cuadro del artista, pintado con ceras.
Cuadro del artista, pintado con ceras.

El aspecto de Matxin Labayen, con sus peculiares indumentarias, puede invitar a pensar a que estamos ante una persona excéntrica. En realidad no lo es tanto. Ha llevado un 'modus vivendi' no muy alejado de la norma imperante. Los comienzos no fueron fáciles: cuando era un niño de cinco años fue con sus padres, exiliado, a la localidad labortana de Sara. «Allí viví feliz, cazaba mariposas». La familia vivió en Sara de 1936 a 1939, y luego hasta 1945 en San Juan de Luz. Entonces el padre consiguió el permiso para cruzar la frontera, y toda la familia regresó. En 1950, Matxin Labayen comenzó a trabajar en la empresa de artes gráficas Laborde y Labayen, de la que sera socio su tío Enrique. «Allí me gané las alubias, por decir la expresión que usaba mi tío. Trabajaba en la oficina, hasta que se cerró en 1974. La empresa se quedó anticuada, ya con unas máquinas que no podían competir con Suiza o Alemania. Era una empresa familiar y no supo renovarse».

Ascensio Martiarena

También hacia 1950, Matxin Labayentomó clases de pintura de un pintor que tuvo muchos alumnos a lo largo de varios años: Ascensio Martiarena. «Ibamos al campo, a pintar al natural. Para empezar te daba una ducha fría. Le mostrabas los trabajos y te hacía una serie de comentarios para quitarte las tonterías».

- ¿Cómo definiría su pintura?

- Yo siempre he sido más dibujante que pintor. No me va el color. He usado ceras, lápices y pluma.

Cuando cerró la empresa Laborde y Labayen, Matxin Labayen puso una acdemia de pintura en su propio domicilio. «Siempre tuve vocación de maestro. En aquellos años de profesor, el que más aprendí fui yo. Me di cuenta que estaba amanerado. Mi mejor alumno fue Fabián Larrauri, un chico sordomudo. Pintaba mejor que yo, y con un solo pincel».

A lo largo de la charla, Matxin Labayen comenta sus gustos una y otra vez, y se retrata sin recato. «Soy una persona creyente. Me he inspirado en la Biblia. El rey Salomón decía: No te desvíes ni a la izquierda ni a la derecha. Y me gusta lo que dijo Eisenhower: Yo soy del recto camino, del camino del medio».

De los pintores españoles, le han gustado siempre El Greco, Velázquez y Dalí. Cree que «la pintura catalana siempre ha tenido un nivel muy alto» y que «Toledo es la ciudad más bonita de España». Remarca que Tolosa «ha sido pueblo de buenos pintores», y los va enumerando: Manuel Arretxe, Manolo Ugarte, Manuel Domenech, Mª Luz Arenas, Ana María Parra, Martiarena, Guardamino, Olasagasti...».

A la hora de proveerse de materiales, solía pasar por La Casa del Artista, establecimientio situado en el barrio de Gros de San Sebastián, «regentado por otro buen pintor, Luis Álvarez Martín».

Por otra parte, tiene interés la página web que Aurelio Vicente ha elaborado en torno al etnógrafo Juan Garmendia Larrañaga, y que incluye datos acerca de otro documental del cineasta, bastante más extenso, acerca del mundo de las campanas, y titulado 'Dinda dindai'.

El cineasta Aurelio Vicente y el pintor Matxin Labayen, en el cine Leidor de Tolosa.

MATXIN

Karlos Linazasoro

Akaso, artista hitzaren zentzu benetako, sakon eta azkena zein den jakiteko Matxin Labaien nor den ezagutu beharko genuke. Bizi osoan margotzeari utzi ez dion pintorea, apur bat heterodoxoa eta beste apur bat maitagarria, eskuzabala, bakartia, jantzia, bohemioa, literaturaz eta musikaz eta historiaz eta... asko dakiena. Eta neuk askotan frogatu dudan legez, primerako hiztuna. Tolosan eta inguruotan denok ezagutzen dugu Matxin. Gure kale, bazter, txoko, mendi guztiak pintatu ditu. Balirudike Matxinek beti kuadro bera pintatzen duela, etengabe, behin eta berriz, halako errepikatze obsesiboan. Baliteke. Beti paisaia berak, arbola eta baseliza berak, beti kolore berberak. Ehunka eta milaka aldiz. Eta nik uste, hain zuzen ere, hortxe dagoela Matxinen benetako indarra, benetako balioa. Estilo ezin propioagoa lortu du, ahots berezi bat, inpresionismo matxindar nahastezin bat. Guztiok ezagutzen ditugu Matxinen margoak, baita pinturaz ezer ez dakienak ere. Zer nahi ote du artistak, zer atzeman nahi ote du beti gauza berak pintatzen jarduteko? Sublimazioa, estasia, misterioa, berak hain sakonki sinisten duen Jainkoa... ez dago erantzunik. Bizi osoa margotzen, eta oraindik ez du kuadro bakar bat ere amaitu. Ezin ditu amaitu. Horregatik ekiten dio behin eta berriz falta duen zerbait horri bilatzeari. Pintatzea ez da denborapasa bat Matxinentzat, bizitzari zentzua ematen dion arrazoia baizik. Eta horixe da artista bat: erantzunik ez duen galdera bati bizi osoa ematen dion gizakia.

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