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El donostiarra Juan del Río y dos alumnos suecos trabajan en una gran hélice en Albaola. ARIZMENDI

Los 'hijos de los vikingos' se foguean en Albaola

Visita. Una veintena de alumnos suecos de carpintería de ribera de Estocolmo han continuado esta semana su formación en la factoría marítima pasaitarra

Alberto Moyano

San Sebastián

Sábado, 10 de febrero 2024, 01:00

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Han venido a la factoría Albaola a aprender, pero de primeras les ha servido para constatar que sus procedimientos son los correctos. Al menos los mismos que utilizan en la Escuela Skeppsholmes de Estocolmo. Una veintena de alumnos de este prestigioso centro de la capital sueca –con los profesores Hakan Soderquist y Alva Vinterhed–, han visitado durante esta semana la factoría pasaitarra en la que se construye la réplica de la nao San Juan para ver cómo se trabaja aquí la carpintería de ribera.

¿Qué podrían enseñar los vascos a los descendientes de los vikingos en materia de construcción de barcos?, se podría preguntar más de uno. La respuesta la proporciona el director de Albaola, Xabier Agote: «Históricamente, hemos ido muy por delante de los nórdicos en la construcción naval. Lo suyo era hacer grandes chalupas vikingas, mientras que aquí se construían galeones».

Y lo ilustra con un ejemplo histórico que ha dado nombre al museo Vasa de Estocolmo: «En el siglo XVII, el rey sueco Gustavo II Adolfo encargó un gran navío de guerra de diez velas y 64 cañones, pero interfirió en su construcción. Resultado: se hundió el día de su botadura, el 10 de agosto de 1628, y murieron unos treinta tripulantes. En los años 60 se recuperó pieza a pieza del fondo del mar, se reconstruyó y en torno al navío se abrió el museo».

La iniciativa que ha traído a Pasaia a esta veintena de alumnos suecos forma parte del programa gratuito Aprendiztegi que Albaola puso en marcha hace una década y por el que han desfilado unos 150 estudiantes de casi una decena de nacionalidades, aunque franceses en su mayor parte. La visita que en 2021 realizaron la presidenta de la escuela sueca, Annett Clefberg, y la directora de su departamento naval, Eva Ripa Torstenson, está en el origen de esta estancia de una veintena de alumnos, de entre 19 y 55 años, y de los cuales cuatro son mujeres y el resto hombres. Alojados en un albergue de Gros, han viajado en tren desde Estocolmo hasta San Sebastián y ahora caminan o pedalean cada mañana hasta las dependencias de la factoría de Pasaia.

Allí han trabajado hasta este sábado en el mantenimiento de las embarcaciones y en los tratamientos de la madera. En concreto, según explica el técnico de Albaola Mikel Leoz, el heterogéneo grupo de estudiantes suecos de carpintería de ribera se ocupan de siete tareas: el arreglo del batel del siglo XIX 'Basanoaga', la limpieza y el pintado de la sala de laminado de Albaola, la rehabilitación de un bote donado por una familia pasaitarra, la construcción de los paneles de cubierta de una trainera del siglo XIX utilizada en la pesca de la sardina, la eliminación de la corteza de los troncos, la ordenación del espacio de la factoría utilizado como trastero y el acondicionamiento de una gran hélice de metro y medio de diámetro que se 'reconvertirá' en mesa de trabajo para la sala de reuniones.

Un ingeniero espacial

«Nos interesa mucho la construcción naval sea de donde sea –señalan Soderquist y Vinterhed–, pero en el caso de Albaola, lo que nos atrajo, más que las diferencias en los materiales o en la forma de trabajar, es el carácter internacional y el modelo intercultural» que se respira en la factoría.

De hecho, en otros aspectos han encontrado escasas diferencias: el roble –más habitual en el País Vasco y más exótico en Suecia, en donde hay preferencia por las coníferas–, se trata de forma similar aquí y allí.

El curso de carpintería de ribera en la Escuela Skeppsholmes dura dos años y «en principio, los alumnos saldrían con una formación suficiente como para trabajar de profesionales, pero cada uno tiene sus motivaciones». Por ejemplo, entre los estudiantes del centro de Estocolmo figura incluso un ingeniero espacial, aunque predominan los jóvenes que quieren dedicarse a esta actividad y trabajadores de sectores con los que guarda alguna similitud, como pescadores, marineros mercantes, ceramistas y otros profesionales de las manualidades.

Algo más de 40.000 visitantes el año pasado, lejos aún de las cifras prepandemia

El director de Albaola, Xabier Agote, explica que si el programa Aprendiztegi es gratuito obedece a que uno de los objetivos de la factoría marítima es «la transmisión de conocimiento. Nosotros nos autofinanciamos de una manera importante a través de la venta de entradas que permiten ver lo que hay aquí, pero también lo que se hace aquí». En esos trabajos que realizan los estudiantes estaría la contrapartida que obtiene Albaola. Unos visitantes que, lamenta Agote, aún no se ha recuperado del parón que supuso la pandemia y que el año pasado alcanzó la cifra de 40.034 entradas vendidas, lejos aún de las 63.000 de 2019.

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