
La defensa de Arteche a Oteiza
Arantzazu ·
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Arantzazu ·
El escritor y el escultor cultivaron una amistad que se constató en la polémica que surgió durante la construcción del santuarioEl historiador Pedro Berriochoa presentó hace unos meses un libro sobre la personalidad y la obra de José de Arteche (1906), coincidiendo con el medio siglo del fallecimiento del escritor azpeitiarra. En ese texto hubo una parte de su biografía en la que no pudo profundizar y ahora la retoma en el Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián y Gipuzkoa que edita Kutxa Fundazioa: la amistad, a pesar de sus planteamientos vitales bien diferentes, entre Jorge Oteiza (1908) y José de Arteche y cómo este, un profundo católico, apoyó las creaciones del artista oriotarra para Arantzazu.
Berriochoa señala que la amistad entre ambos, que se llevaban dos años de diferencia, era seguramente «anterior a la Guerra Civil. Compartieron aquello que llamaron el 'renacentismo vasco', aquel proyecto cultural nacionalista que se desarrolló durante la II República y que tuvo en Aitzol su epicentro». La relación se fortaleció en 1948 y concluyó en 1971, con la muerte del escritor.
Al escribir Oteiza en una carta a un amigo común, Pelay Orozco, sobre cómo era Arteche le comentaba que «ha sido Joshé un patriota vasco sufrido y ejemplar, cuando aquí todos callaban. Era en 1948 cuando yo volví de América, aquí no se podía respirar, yo ya me iba, esta vez a París, el ejemplo de este hombre no me dejó ir. Él solo, en el periódico rectángulo, la pequeña ventana que le destinaba el periódico, sus palabras, las únicas de valeroso amor vasco y cristiano, y su dedo que me señalaba Arantzazu hasta que no tuve más remedio que subir y terminar mis piedras.... Era el único, y encima criticado y hasta calumniado por vascos en el exilio».
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Con esas palabras el escultor se refería al apoyo que había recibido por parte de Arteche en su cruzada por sacar adelante el friso que había ideado para el proyecto de reconstrucción del santuario firmado por Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga, con el oñatiarra Damián Lizaur como arquitecto a pie de obra y Oteiza como colaborador de la parte escultórica. Eduardo Chillida recibió el encargo de diseñar las puertas y el franciscano donostiarra Javier Álvarez de Eulate fue designado por la orden para realizar las vidrieras. Basterretxea fue el autor del mural de la cripta que fue mutilado.
Fueron numerosos los retrasos en el proyecto, un conjunto moderno, pero que no gustó al obispo de San Sebastián que mandó parar los trabajo artísticos a principios de los años 50 del siglo pasado. El proyecto no solo causaba recelos en la iglesia y en algunas autoridades, la sociedad también se dividía entre los que estaban a favor y en contra, debate que se plasmaba en la prensa de la época. En 1952, y tras la presentación de la propuesta para la nueva basílica por parte de Álvarez de Eulate y Oteiza en el Círculo San Ignacio de San Sebastián y antes del parón obligado por el obispo, Arteche ya se posicionó al hablar de los artistas, señalando que «aciertan a abrirnos las ventanas y nos renuevan el aire».
Berriochoa recuerda que «la idea primigenia de Oteiza contenía muchas figuras, aparte del famoso friso. Se le sugirió, y el propio Arteche apostó por ella, una Andra Mari como figura central. Otros apostaron por la Asunción en lo que luego será la Piedad. Además, como si se tratara de un retablo, incluiría muchas figuras: ángeles, Santiago, santos vascos, escudos... que luego quedaron en nada, seguramente con acierto. Oteiza atacó el reto con gran entrega y sus pretensiones económicas fueron siempre muy modestas, para sorpresa de los propios arquitectos».
Uno de los artículos más vehementes de José de Arteche, en una defensa cerrada de Oteiza, fue escrito en julio de 1962, con el título 'Apóstoles en la cuneta': «Es preciso que Jorge de Oteiza regrese cuanto antes a Arantzazu para reemprender su obra inacabada. Nadie absolutamente nadie me induce a este artículo. Pero desde la soledad de mi cuarto lanzo de todo corazón un llamamiento a los amigos del incomprendido artista guipuzcoano para que añadan su voz a la mía (...) Oteiza es hijo de nuestro pueblo. Quiérase o no, guste o no guste, su obra tiene una proyección internacional. ¿Por qué maldición los hijos de nuestra tierra tienen tantas dificultades para realizar en él su obra? Cada época crea su estilo. Arantzazu, en su concepción general, responde al estilo de nuestra época. Y es menester proclamar que el frontis imaginado por Oteiza es el más adecuado a su grandeza».
Kutxa Fundazioa presenta esta tarde el Boletín nº 55 de Estudios Históricos sobre San Sebastián y Gipuzkoa que anualmente edita el Instituto Doctor Camino. La cita es a las 19.30 horas en Kutxa Kultur Plaza en la cuarta planta de Tabakalera.
Hasta ahora el ámbito de investigación se centraba en la capital donostiarra, pero desde este número se extiende a la historia de todo el territorio guipuzcoano. Estudios sobre formas de vida y organización, arquitectura aún hoy visible, primeras vacunas y consecuencias de algunas de las guerras que padeció la población componen el boletín con «una variedad temática que nos permitirá entender mejor nuestra realidad actual, donde la mujer se hace cada vez más visible».
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Iker Elduayen | San Sebastián y Jon Munarriz | San Sebastián
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