Los lazos de Gemma Cuervo de Igartua con Oñati
Raíces maternas. La gran dama de la escena, que cumple 90 años, revela su vínculo con el municipio guipuzcoano. «Yo solita cogí el coche hace años y me planté allí»
Iker Elduayen
Domingo, 21 de julio 2024, 02:00
Su voz, inconfundible, sigue a la altura de su elegante porte. Gemma Cuervo (Barcelona, 1934) responde al teléfono «agradecida y emocionada de seguir recibiendo cariño» y se presenta con su nombre completo. «Soy Gemma Cuervo de Igartua», recalcando su procedencia materna que, según revela, es originaria de Gipuzkoa: «La familia de mamá era de Oñati». La raíz guipuzcoana de la gran dama del teatro proviene de un caserío de la localidad, del que parten los Igartua que emigraron a Barcelona, donde nació la progenitora de la actriz. «Mi madre se llamaba Carmen de Igartua Oliver Camprubí, como Zenobia. Nacida en Barcelona, pero era vasco-catalana. Y mi padre, de Ávila. Esa mezcla de sangres siempre me ha fascinado», añade. Cuervo, que no conoció a su familia guipuzcoana, se interesó por la procedencia de sus ancestros y ha viajado en alguna ocasión al municipio: «Yo solita cogí el coche, hace años, y me planté en Oñati a conocer el pueblo, que es precioso», recuerda. Volvió una segunda vez para hacer constar su firma en los muros del caserío familiar. «Además dejé mi nombre bien marcado: Gemma Cuervo. Para que supieran que había estado. Si no se lo ha llevado el aire, ahí seguirá».
Cuervo de Igartua, actriz de vocación temprana –«nací con el veneno del teatro porque tanto mi madre como mis tías fomentaron mis inquietudes artísticas»– abrió paso en su familia al mundo de la escena. «Fui yo la primera», relata la que después formaría, junto a su marido y también actor Fernando Guillén, una de las sagas más queridas de la profesión. «Que mis hijos decidiesen seguir mi camino fue una alegría enorme».
Pero, pese a ser una habitual de la televisión y los escenarios y recibir todo el cariño de su público, la actriz hizo mucho más por su oficio. Con su esposo llevó el teatro a los lugares más recónditos del país, estrenó a los autores prohibidos por la censura y se convirtió en activista cultural, en motor de cambio, cuando era muy complicado manifestarse por los derechos y las libertades. Al mismo tiempo que el matrimonio formaba una familia con tres hijos. .«Siempre lo digo, pero quiero decirte que idolatro a mis tres hijos. A Natalia, Fernando y Cayetana. Les tengo una consideración de amor y respeto incalculable», confiesa la matriarca de los Guillén Cuervo.
«Estoy estupenda, normal y feliz para mi edad. Encantada de cumplir años. Pero, eso sí: de retirada nada de nada»
Desde su debut en el teatro, a las órdenes de Adolfo Marsillach, en 1959, Gemma Cuervo no ha parado de interpretar a mujeres elegantes, bravas, empoderadas, pioneras, ingenuas, sensibles. «He tenido tanta suerte de interpretar a tanta variedad de personajes», contesta sobre un escueto balance sobre sus más de sesenta años de trayectoria profesional. «Estoy muy satisfecha con mi experiencia como actriz. El teatro ha sido mi casa y la televisión un medio estupendo que me ha dado mucho», añade. Sobre su experiencia en la gran pantalla, Cuervo dice tener una espinita clavada: «No ha sido muy abundante. Me hubiera gustado ser una actriz de cine con mucha más presencia, pero no fue así». En su filmografía destaca la cinta de culto de Fernán Gómez, 'El mundo sigue' (1965), su mejor película, «la más destacable». Su última intervención todavía se puede ver en los cines: ha puesto la voz de Nostalgia en 'Del revés 2'.
Aunque su escasa presencia en el séptimo arte no le ha impedido ser una ilustre invitada del Festival de San Sebastián, llegando a coincidir con grandes estrellas internacionales como el realizador Robert Mulligan, en la inauguración de 1975. Sobre la ciudad, dice haber ido siempre por trabajo. «A hacer teatro he ido desde jovencita», recuerda. La última vez fue hace 12 años, cuando representó 'La Celestina' en el Teatro Victoria Eugenia, cuyo público aplaudió la fuerte y vital interpretación del personaje de Fernando de Rojas.
«Adoro al público y el público me adora a mí. Es algo mutuo. Me da la vida que la gente me quiera y me respete tanto», responde la intérprete. Además, se trata de una fidelidad generacional , porque tanto mayores como jóvenes veneran a Gemma Cuervo. Los primeros por sus múltiples montajes escénicos y diversas apariciones en el mítico 'Estudio 1' de Televisión Española. Los segundos, por el éxito de las series comunitarias que a día de hoy son tendencia. 'Aquí no hay quien viva' y 'La que se avecina', ambas de los hermanos Caballero, han hecho de la que fuera su vecina más ingenua y despistada una de las veteranas más queridas por los espectadores. «El éxito en Antena 3 fue extraordinario. Es que el personaje de Vicenta era maravilloso, estaba enamorada del amor. Es una serie de la que no tengo más que palabras de agradecimiento», rememora la actriz que compartió casa con Emma Penella y Mariví Bilbao, siendo la única superviviente de aquel fundamental trío televisivo. «Les echo mucho de menos porque fueron unas compañeras sensacionales», recuerda emocionada.
A sus 90 años, Gemma Cuervo dice estar estupenda: «Normal para mi edad, que es lo único que cambio, de edad. Estoy encantada de cumplir años debo decir», aunque eso sí, «de retirada nada», advierte. «Acepto los proyectos que me son accesibles», revela sobre el criterio que sigue actualmente para elegir sus apariciones públicas. «También pido que tengan dignidad, de lo contrario no me interesan».
De la mano de dos de sus hijos, ambos actores, recogió el pasado marzo el premio 'Toda una vida' de la Unión de Actores y también fue su hija menor, Cayetana, quien le entregó el Max de Honor en 2022. «Fue precioso enterarme de que habían decidido darme el reconocimiento. Es lo máximo que se puede tener en cuanto a premios. E ir a Bilbao, al Arriaga, fue muy especial. Lo tengo aquí en casa, en primera línea de todo el estante con los premios que he recibido a lo largo de mi carrera que, como comprenderás, son muchos», explica. «Además, recibirlo en Bilbao fue aún más especial, teniendo en cuenta mis orígenes y raíces vascas. Porque algo vasco ya tengo», añade entre risas.
No hay duda de que, por muchos años, reconocimientos y proyectos que sume, el espíritu de la actriz comprometida sigue intacto. «Espero poder seguir queriendo muchos años más».
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