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Rubén Platero posa junto al ferrón y el jefe de estación de la comparsa de Andoain en los procesos iniciales de su trabajo.
Andoain

Rubén Platero, el escultor de los dioses modernos

Gigantes Platero. En su taller de Arre, el restaurador de los cuatro gigantes de Andoain está trabajando ahora en los ocho cabezudos, que estarán listos para carnavales

Domingo, 22 de enero 2023, 00:03

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Como en la novela de Neil Gaiman, donde los dioses antiguos se adaptan a las nuevas creencias y éstas generan unos nuevos, la segunda generación de gigantes y cabezudos sirve para elevar el folclore y preservar la identidad de un municipio. Y en otros casos, como con los ipotxas 'Guti' y 'Felixin' de Bergara y 'Pepita' de Amasa-Villabona o el gigante Pepe Txabillo de Zarautz, para honrar y recordar a aquellos que ayudaron en las fiestas patronales o tenían amor por su pueblo.

En Andoain tenemos a Levitón, persona real de finales del siglo XIX que hoy en día ha llegado distorsionado por el imaginario popular, el protagonista total de los ocho cabezudos que conforman la comparsa andoaindarra. Actualmente se refugian en el taller de Rubén Platero, de Gigantes Platero, esperando el toque de chapa y pintura. 'Azelaingo Bikotea' y los Legarra ya pasaron por las manos del artista, para estar listos de cara a carnavales, al igual que los nuevos invitados.

La pasión le llegó como portador y bailador en su natal Falces, villa a veinte kilómetros de Olite. En 2010 comenzó a diseñar muñecos de goma, esos tan populares entre esos insaciables coleccionistas bajitos. El origen vino de sus hijos: «En casa tengo un mural de los gigantes de Falces dibujada en la pared de la habitación de los niños. Y claro, ellos iban ahí y se ponían a bailar enfrente del mural», explica Platero. Hizo la réplica a pequeña escala de la pareja de Falces. Gustaron, poco a poco le llamaron más ayuntamientos y «aquí estamos hoy en día», comenta. Posteriormente dejó el tuning tras el auge de su otro taller, el de restauración de estas piezas festivas, una vez «pasada la época dorada» de las modificaciones de los automóviles. «No puedes vivir siempre en dos aguas, así que me decanté por este porque tenía bastante demanda».

Ubicado en Arre, en concreto en el polígono Ezkabarte, no tiene más ayuda que la de una costurera, y una empresa colaboradora para los muñecos de goma. En ella, rotomoldean las figuras y las pintan a mano con pistolas de media carga. Con todo, no se ve desbordado de trabajo, ya que a pesar de que la artesanía requiere «de muchas horas y de algún que otro fin de semana», son procesos «que parece que cuestan mucho pero, una vez empiezas a lijar, todo va más rápido». Terminar con un encargo suele llevarle entre dos y dos meses y medio, aunque indica que todo ese tiempo no se dedica a uno solo.

Estas nuevas remesas se realizan con fibra de vidrio en vez de con cartón fallero, que es «más liviano» y más fácil de reparar. El portador, por tanto, no sufre en demasía: «Lo hacen de forma voluntaria y sin ánimo de lucro. Entonces vamos a pasárnoslo bien, no a sufrir», bromea.

En su taller aguardan gigantes y cabezudos de la comparsa de Zarautz y los toros de fuego de Lasarte-Oria, pero también hay nuevas creaciones en diferentes estados, para Ordizia y una localidad que prefiere mantener el secreto. «Aquí piezas no faltan nunca», añade Platero. Su ámbito de actuación no se limita solo a Euskadi y Navarra, ya que ha recibido una petición por parte de la ciudad de Salamanca para construir nuevos gigantes. «Estamos abriendo el abanico. La mejor propaganda es el boca a boca», apunta.

Los de Andoain llegaron tras ganar la licitación presentada por el Ayuntamiento, hace ya unos tres meses. «A los gigantes se les ha hecho un refuerzo en diversas partes de los torsos, una caracterización (repintar) tanto a manos como a caras y hacerles los nuevos trajes», puntualiza el artesano. En cuanto a los cabezudos, «se han reforzado las pecheras interiores y se les han cambiado las esponjas. Se les ha dado un lijado previo y se les ha estucado la cara para luego caracterizarlos».

«Más vivo que nunca»

Al artista le encanta insuflar vida a esta segunda generación de gigantes y cabezudos, esos personajes reconocibles del pueblo o los oficios que marcan el carácter del mismo. Se lo toma como un «reto», consciente de que ahora más que nunca es «una tradición y afición más viva que nunca», sobre todo por el 'boom' entre esos pequeños que los veneran en sus recorridos y bailes por las calles y plazas de los pueblos. En consecuencia, los pedidos de los ayuntamientos se centran en ser únicos y quieren destacar en las gigantadas, frente a la creación «en serie» que podía haber décadas atrás. «Lo que se busca es que representen a su pueblo con algo característico o preciado», señala Rubén Platero. Y en cuanto a los homenajes, considera que deberían hacerse más a menudo.

Qué será de esos gigantes y cabezudos con aspecto humano y caricaturizados de aquí a unos años. Los niños se convertirán en adultos, las historias cambiarán, pero la memoria de estos contribuyentes a la cultura local perdurará mientras hagan volar su falda en cada festividad.

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