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La Cofradía desfiló con la imagen de la Virgen por un recortado recorrido alrededor del Santuario. FOTOS ECHALUCE

Eibar

Una fiesta marcada por la lluvia y la tradición

Virgen de Arrate. Eibar celebró el día de su patrona bajo un sirimimiri persistente con un santuario lleno, una procesión acortada y menos público y puestos de lo habitual

Lunes, 8 de septiembre 2025, 20:56

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Eibar celebró el Día de Arrate, su jornada más emblemática y la cita que marca el final del verano, bajo un cielo encapotado y con una lluvia débil pero persistente que condicionó todos los actos previstos. A pesar del mal tiempo, la devoción a la patrona volvió a reunir a cientos de eibarreses en el Santuario, en un ambiente donde la fe y la tradición pesaron más que la incomodidad del agua.

La mañana amaneció con chubascos intermitentes que ya hacían prever un desarrollo complicado de la fiesta. Sin embargo, desde primeras horas, los fieles comenzaron a llegar al Santuario, muchos de ellos en los autobuses gratuitos que, aunque nunca se llenaron, fueron la vía más cómoda para salvar los ocho kilómetros que separan Eibar del monte Arrate.

La Misa Mayor volvió a ser el acto central de la jornada. Concelebrada por seis sacerdotes, reunió a un Santuario repleto en el que apenas quedaba espacio libre. Autoridades municipales, representantes de asociaciones y numerosos vecinos se dieron cita para honrar a la Virgen. Los cánticos del coro parroquial, el ambiente solemne, y el silencio respetuoso marcaron una ceremonia que este año se vivió con más recogimiento aún debido a la climatología.

Tras la eucaristía estaba prevista la tradicional procesión hasta la cruz, uno de los momentos más esperados de la festividad. Sin embargo, las condiciones meteorológicas obligaron a modificar el recorrido. En lugar de descender hasta el lugar habitual, la comitiva dio una vuelta alrededor del Santuario, evitando el riesgo de caminar bajo la lluvia por senderos embarrados. Aun así, no faltaron los dantzaris, que con sus bailes pusieron color y ritmo a la mañana, ni los txistularis, que acompañaron con música cada paso del cortejo.

La Corporación municipal, encabezada por el alcalde, Jon Iraola, y concejales de distintos partidos, también participó en el desfile religioso. Con paraguas abiertos, con capas y protecciones improvisadas, los representantes eibarreses se unieron a un acto que, aunque breve, conservó la esencia de la tradición.

Muchos asistentes valoraron positivamente la decisión de acortar el recorrido. «Más vale quedarnos aquí que aventurarnos hacia la cruz con este tiempo», señalaba una vecina que lleva más de treinta años subiendo cada 8 de septiembre.

Una vez concluida la procesión, los fieles se dirigieron a las txosnas instaladas en la campa. Allí, entre la llovizna, compartieron pintxos, bocadillos, sidra y conversaciones, manteniendo vivo el espíritu festivo que siempre ha acompañado a la jornada. Aunque la animación fue menor que en años soleados, los grupos de amigos y familias no quisieron perder la costumbre de pasar unas horas en compañía, brindando por la patrona y recordando celebraciones pasadas.

La lluvia, que en ocasiones se intensificaba, condicionó también los actos de la tarde. Algunas actividades previstas al aire libre se trasladaron a los soportales del Santuario, donde se improvisaron espacios para actuaciones musicales y encuentros sociales. El ambiente, aunque más recogido, tuvo su encanto. «La lluvia también forma parte de la historia de Arrate. Hay años de sol espléndido y otros como este, en los que la fe y la fiesta tienen que adaptarse», comentaba un sacerdote tras participar en la misa. En lo práctico, el mal tiempo afectó a la movilidad. Los autobuses no llegaron a llenarse en la mayoría de sus trayectos, algo inusual en una jornada que normalmente atrae a miles de personas.

Las plazas de aparcamiento cercanas al Santuario quedaron libres. Algunos visitantes habituales prefirieron quedarse en casa, lo que se tradujo en una menor densidad de público en toda la jornada.

Aun así, los que subieron al barrio rural coincidieron en destacar el carácter especial de la celebración, incluso en condiciones adversas. «Se disfruta de otra manera: es más íntimo, más de recogimiento, más centrado en lo que significa la Virgen de Arrate para Eibar», afirmaba un joven que acudía por primera vez acompañado de su cuadrilla.

El día, gris y lluvioso, quedó grabado como una edición diferente de las fiestas de Arrate, pero también como ejemplo de la fidelidad de los eibarreses a su patrona.

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