Pena de muerte por un candelero
Velez de Mendizabal cuenta el caso de una mujer condenada a garrote vil en la plaza por robar un candelero de plata en la parroquia
Viernes, 4 de noviembre 2022, 19:47
Robar es por lo general una falta o un delito. Pero un hurto en la iglesia de San Juan casi le cuesta la vida a la vizcaína María Ignacia de Lanzagorta. Esta mujer natural del valle de Gordexola sustrajo un candelero de plata de la parroquia «entre las 6 y las 7.30 de la tarde del 2 de agosto de 1735».
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El investigador y escritor Josemari Velez de Mendizabal relata en su blog en euskara 'Hots Begi Danbolinak' que, en cuanto se percataron de la sustracción, una partida de vecinos salió en persecución de la ladrona. Su búsqueda se prolongó durante 5 días, y los perseguidores llegaron a Vitoria y a Bilbao. Al final, se corrió la noticia de la fugitiva María Ignacia y esta fue prendida en Zuia (Araba), desde donde dieron aviso a Mondragón. Un grupo de arrasaterras fue hasta Murgia para traer de vuelta a la detenida y al candelero de plata. María Ignacia fue encarcelada en Mondragón el 17 de agosto.
En el juicio que siguió por la acusación de hurto en la parroquia, las autoridades municipales condenaron a esta pobre mujer a que «de la prisión y cárcel en que se halla sea sacada en forma de Justicia, cubierta de luto, en bestia de silla, y llevada por los parajes acostumbrados con voz de pregonero delante que manifieste su delito a la Plaza pública, de esta dicha villa, donde estará puesto un tablado en el cual se la dé garrote hasta que naturalmente muera».
Apelación
Pero la defensa de María Ignacia apeló al Consejo Real de Castilla, y esta apelación se cursó a través de las Encartaciones de Bizkaia, de donde era natural la condenada.
Mientras el Consejo de Castilla se pronunciaba sobre la aplicación o no de la pena de muerte a María Ignacia, el Síndico Mayor de las Encartaciones se apresuró a salir en su defensa recordando la 'vizcainidad' de la rea y que el Fuero de Bizkaia ampara a todos los naturales de ese Señorío, a los que además reconoce hidalguía. Ello no eximía de culpabilidad a María Ignacia, pero al menos la protegía de eventuales malos tratos y torturas.
Fuga de la cárcel
Así avanzaba el proceso judicial cuando, el 20 de febrero de 1736, María Ignacia logró fugarse de la cárcel municipal. Todas las sospechas apuntaban a la connivencia del 'alcaide de carcelero' Martín de Letona. Finalmente, este sería destituido de su cargo el 26 de febrero.
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En cualquier caso, la fugitiva María Ignacia no llegó muy lejos. Se acogió a sagrado en el interior de la parroquia de San Juan, justamente donde había cometido el hurto que tantos quebraderos le esta ocasionando.
Entonces los vecinos de la villa organizaron turnos de vigilancia en las puertas de la iglesia, para evitar que María Ignacia escapase de Mondragón. Pero los meses pasaban y las labores de guardia y custodia de la iglesia se fueron haciendo muy pesadas. Hasta que se suprimieron.
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Huye de la parroquia
Por fin, María Ignacia encontró la ocasión de huir de la 'prisión' en que se había convertido la parroquia para ella. No se conoce cuándo lo hizo, pero sí consta que lo logró en un escrito que el alcalde remitió en 1737 al Consejo de Castilla.
Nunca más se supo de ella, ni tampoco de cómo aguantó durante varios meses refugiada en la parroquia ni de quién le ayudó y le dio de comer.
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