«Una vez seguro, seré enlace con Euskadi»
Solidaridad ·
Tras casi una semana Igor Likhvanchuk ha llegado a su destino desde donde junto a Chernobil Elkartea articulará la llegada de ayuda humanitariaAIgor Likhvanchuk se le nota cansado al otro lado del teléfono. Lleva casi una semana huyendo hacia lo desconocido después de que la mañana del pasado jueves cayeran las primeras bombas sobre Kiev. Desde entonces este joven de 34 años ha ido relatando día a día en este periódico cómo ha tenido que dejar atrás su vida para ponerse a salvo de la barbarie de la guerra. Seis días después ha llegado a su destino desde donde va a colaborar con Chernobil Elkartea para que la ayuda humanitaria que se está recogiendo en Euskadi pueda llegar a Ucrania.
Igor Likhvanchuk es parte de la red de solidaridad que se ha ido tejiendo de manera improvisada, casi precipitada, por las necesidades que han ido surgiendo sobre la marcha. Ahora su preocupación se centra en las consecuencias que pueda dejar la invasión en los niños, el eslabón más débil de este conflicto. «Les debemos prestar mucha atención. Sus sistemas nerviosos van a sufrir. La comunidad internacional tendrá que ayudar».
La de ayer fue una jornada especialmente dura. Rusia redobló sus ataques y se ensañó especialmente con la ciudad de Járkov para más tarde enviar un misil contra la antena de televisión de Kiev. «Han atacado el ayuntamiento de la segunda ciudad de Ucrania. Siguen matando civiles. Para mí está siendo muy complicado hablar de este asunto», denuncia este joven ucraniano que ha tenido que huir entre ciudades que habían sido arrasadas por las bombas. Likhvanchuk está convencido de que la resistencia que está mostrando el pueblo ucraniano está haciendo mella en el ejército ruso: «Notamos que están desmoralizados. Empiezan a entender que no están luchando contra los nazis», remarca. «Los soldados rusos no tienen teléfonos por lo que no pueden ver los que transmiten las televisiones de Ucrania o las internacionales sobre los crímenes que está cometiendo».
Los ucranianos que han decidido quedarse y resistir a uno de los ejércitos más poderosos del mundo tratan de llevar una vida lo más normal posible. «Hay médicos y farmacias, también bancos», recuerda para luego admitir que empieza a haber escasez de alimentos en los supermercados pero «no es grave. Aunque pronto habrá un problema humanitario muy grave». Y es que buena parte de las ciudades están sufriendo ataque brutales: «En muchas de ellas no hay ninguna infraestructura en la que poder vivir. Cerca de Kiev hay una ciudad destruida al 70%. Cuando la gente vuelva dónde van a vivir», lanza a modo de reflexión.