El autómata ajedrecista y 'tramposo' del siglo XVIII
'El Turco', un ingenio que causó furor en medio mundo, dejó en evidencia a grandes expertos del ajedrez, antes de que se descubriese su truco
La tecnología y la innovación siempre han tenido el ajedrez muy presente a la hora de poner a prueba los nuevos ingenios y la capacidad de estos. Ya en los años 40 del siglo XX, Alan Turing y Claude Shannon, padres de la informática, eligieron el ajedrez como campo de experimentación de la entonces en pañales inteligencia artificial. No hay que irse tan lejos en el tiempo para recordar las históricas partidas entre Gary Kasparov y el superordenador 'Deep Blue' de IBM; en la década de los 90. Aunque el entonces Campeón del Mundo de ajedrez se impuso a la máquina en su primer duelo, en la revancha, con un 'Deep Blue' mejorado, el ordenador fue capaz de batir a la más brillante mente humana de este deporte, creando un nuevo paradigma mundial.
Desde entonces, nuevos y mejorados ordenadores han ido surgiendo. El más reciente es Alpha Zero, una inteligencia artificial creada por Google, que tras solo 4 horas de autoaprendizaje, en las que jugó millones de partidas contra sí misma, fue capaz de humillar a Stockfish, el hasta entonces campeón mundial de jugadores no humanos, el pasado 2017. Alpha Zero convulsionó el mundo ajedrecístico por su superioridad y por la belleza de sus jugadas. «Siempre me pregunté cómo sería si una especie superior aterrizara en la Tierra y nos mostrara cómo juegan al ajedrez. Ahora lo sé», llegó a asegurar el Gran Maestro Peter Heine Nielsen, entrenador de Magnus Carlsen.
Sin embargo, casi tres siglos antes de estos avances tecnológicos, una inteligencia 'artificial' también causó furor en medio mundo por su capacidad en el ajedrez, un fascinante ingenio al que llamaban 'El Turco'.
'El Turco', un maniquí con turbante y coloridos ropajes de seda, tenía un brazo extensible que movía las piezas del ajedrez,
Wolfang Von Kempelen, científico e inventor eslovaco que ejercía como consejero en la corte de Viena y un gran aficionado al ajedrez, creó 'El Turco' en 1769. Se trataba de una gran máquina, en cuya parte visible había un tablero y un maniquí vestido con turbante y coloridos ropajes de seda. Esta figura tenía un brazo extensible que movía las piezas del ajedrez, lo que resultaba casi mágico para los ciudadanos del siglo XVIII. Debajo, una gran caja dividida en dos compartimentos, que si se abrían sólo dejaban a la vista multitud de cables y mecanismos.
Este autómata dio su primera exhibición ante la emperatriz Mª Teresa de Austria, sin que nadie lograse descubrir el secreto de su funcionamiento. Tras esta primera aparición la fama del artefacto fue creciendo sin parar, tanto por la novedosa tecnología, como por su habilidad para derrotar a experimentados ajedrecistas. Fue reclamado en varias ciudades para dar exhibiciones (Leipzig, Dresden, París, Londres...) o para jugar con personajes ilustres, como el Emperador José II, la Zarina Catalina II, Napoleón Bonaparte, Edgar Allan Poe, Federico II de Prusia o el Duque ruso Pavel.
Los más temerosos de Dios pensaban que Von Kempelen había realizado un pacto con el diablo
'El Turco' causaba una gran sensación allá donde iba, normal si imaginamos lo que debían de imaginar los pobres habitantes del siglo XVIII ante tan futurista tecnología. Muchos fueron los rumores sobre su funcionamiento: para los más crédulos y temerosos de Dios, Von Kempelen había realizado un pacto con el diablo, otros aseguraban que la máquina funcionaba a base de campos magnéticos y los más escépticos opinaban que dentro de la máquina había un jugador que movía las piezas... evidentemente, la última opción es la correcta.
En realidad, el engaño era bastante sencillo. Antes de cada exhibición, los espectadores eran invitados a examinar el interior de la máquina para disipar cualquier tipo de sospecha, pero se hacía de una forma sibilina. Nunca se abrían los dos compartimentos al mismo tiempo, de forma que el jugador se escondía dentro del compartimento que permanecía cerrado, para luego pasar al otro por una trampilla.
Durante la partida, el jugador, que debía ser pequeño, se situaba en el compartimento que se encontraba debajo del tablero y por medio de imanes movía las piezas a donde correspondiera. El jugador debía ser, además de un experto, bastante eficaz jugando a ciegas. La lista de inquilinos de 'El Turco' está llena de nombres ilustres: Johann Allgaier (1809), Boncourt (1818), William Lewis (1818-1819), Peter Williams (1819), Jacques F. Mouret (1820) y William Schlumberger (desde 1826). Todos ellos fueron grandes jugadores de la época, algunos incluso profesionales. Por ello, no extraña que este engendro mecánico no perdiese casi nunca.
Cambio de manos y declive
Tras la muerte de Von Kempelen, 'El Turco' cambió de manos en varias ocasiones. Johann Maezel fue su siguiente dueño, y quien lo llevó de gira por Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. Incluso se idearon nuevos métodos de engaño. Maelzel hizo que dentro de la máquina se escondiese un niño, que realizaba los movimientos que le indicaba un maestro desde el público mediante señales secretas.
Cuando el éxito y la novedad del ingenio fue decayendo, la máquina fue donada al Peale Museum de Filadelfia, donde se exhibió durante unos años, hasta que en 1854, quedó destruido en un incendio. Silas Mitchell, hijo de John Mitchell, su ultimo dueño, publicó un libro donde reveló los secretos del autómata, y dijo, entre otras cosas, que al menos 15 jugadores estuvieron a cargo de los movimientos de 'El Turco' a lo largo de su vida.
Sin embargo, su secreto había sido descubierto unos años atrás, según cuentan las leyendas de la época. Al parecer, un avispado espectador se había dado cuenta del engaño durante una de las exhibiciones en el museo y no se le ocurrió otra idea mejor que gritar «¡¡Fuego!!» . El ajedrecista que se encontraba dentro de la máquina salió de su interior como si el incendio se hubiese desatado en el interior mismo de 'El Turco', para sorpresa de todos los espectadores.
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