«Antes de la guerra vivíamos todos bien»
Sunita Idoia salió de Sarajevo un día antes de que se cerrara el cerco y desea «que vuelva la antigua Yugoslavia», aunque lo ve difícil
Han pasado 33 años desde que se marchara, pero deberán pasar muchos más para que Sunita Idoia Begic Zabaleta olvide su infancia y adolescencia en Bosnia, «un periodo de lo más bonito de mi vida». De padre bosnio musulmán y madre donostiarra, por circunstancias de la vida nació en Francia, pero a los dos años ya vivía en Capljina, un pueblo de unos 28.000 habitantes cercano a Mostar, al borde de la frontera con Croacia. «Antes de la guerra vivíamos todos súper bien. Era un país multiétnico y precioso. Éramos todos muy yugoslavos ante todo», recuerda.
Tan unidas estaban las comunidades que cuando estalló la guerra, los soldados se reconocían en ambos frentes. «En el pueblo de al lado del mío, los serbios tiraron unas granadas que no explotaron y dentro tenían un mensaje como 'esto es lo único que puedo hacer por vosotros'. También me han contado que les lanzaban paquetes de tabaco Marlboro porque sabían que los bosnios no tenían de nada», cuenta Sunita Idoia.
Noticia relacionada
30 años entre la paz firmada y la paz vivida
Allí la guerra empezó antes del inicio oficial. «Ellos ya estaban guerreando en el territorio de Bosnia-Herzegovina todos los días desde el mes de enero. En abril sólo empieza oficialmente el cerco de Sarajevo», matiza Sunita Idoia. En edad universitaria, estudiaba en la capital bosnia y volvía todos los fines de semana a su pueblo. Un día no volvió más. «Me di cuenta de qué estaban preparando los serbobosnios de Karadzic y salí un día antes de que se cerrara el cerco», explica, recordando después las innumerables tardes que pasó estudiando y leyendo en la biblioteca universitaria de Sarajevo, destruida durante la guerra.
«Una víctima colateral»
Primero regresó a su pueblo, donde «el ejército yugoslavo, que era ya solo serbio en realidad, ya estaba allí. Los croatas estaban muy bien organizados para entonces y te dabas cuenta de que la guerra ya estaba en todos lados». En ese momento, tomó rumbo a Dalmacia, ya en territorio croata. «Fui a la casa de unos amigos comunistas croatas que vivían en la costa. Allí vino mi padre a buscarme, nos juntamos con mi primo en Zagreb, y vinimos para aquí». Ahora vive en Hendaia.
«Toda mi familia estaba en Capljina sin electricidad, sin agua, a -10ºC sin ventanas, con bombardeos diarios...»
Sunita Idoia tiene muy claros los intereses externos que acabaron desenvocando en la guerra. «Bosnia fue una víctima colateral de la pelea de dos nacionalismos excluyentes, casi fascistoides, que fue apoyada por Occidente. Esta es la causa directa de la destrucción de Yugoslavia». ¿Por qué en Bosnia?«Porque era el país más multiétnico, se sabía que allí iba a haber más muertos y más ensañamiento porque las comunidades vivíamos juntas», considera con la perspectiva que le otorga el paso del tiempo. Pese a que pudiera parecer que Yugoslavia pasó de potencia mundial a dejar de ser un país de la noche a la mañana, la caída fue «planificada» y bien ejecutada. «Milosevic trabajó ocho años en Estados Unidos para su sistema bancario. Allí entabló buenas relaciones y está claro que era un agente de EE UU», sostiene.
Si tomar la decisión de abandonar su país fue dura, regresar durante la guerra con SOS Balcanes para tratar de ayudar no le fue a la zaga. Sunita Idoia se topó con una tierra aniquilada, en la que el pueblo raso, «no importa si era serbio, croata o bosníaco», sufría por igual. «No puedo explicar con palabras cómo me lo encontré. Toda mi familia estaba sin electricidad, sin agua, sin nada, a -10ºC y sin ventanas, con bombardeos diarios... imagínate vivir tres años así», rememora con estupor.
Todo el sufrimiento llega a su fin con los Acuerdos de Dayton, de la firma de los cuales el próximo domingo se cumplirán treinta años. Sin embargo, lo que hicieron estos acuerdos fue «reconocer los frentes de la guerra como los de una futura división administrativa del país. Clinton llevó a Milosevic, Tudjman y al gobierno bosnio a Estados Unidos y allí les presionaron hasta que firman y regalan la mitad del país a los serbios».
«Bosnia es un no país»
El fin de la guerra marcó a Bosnia para siempre. Para bien, en el sentido de que cesaron los bombardeos y su población dejó de sufrir. Pero también para mal porque la dividió para siempre, dejándola en un limbo existencial en el que no podía ir ni para adelante, ni hacia atrás. «Bosnia es un no país, es inviable, y gracias a Dayton no puede progresar, ni se puede desarrollar. Tenemos presidencia rotativa de tres años. Cuando le toca al partido de la República Srpska, recibe a las representaciones extranjeras sólo con la bandera serbia», critica Sunita Idoia.
La división también supuso que los desplazados no pudieran volver a su lugar de origen al no responder a la etnia del sitio concreto. Aunque lo considera lejano, su principal deseo es muy claro:«Quiero que vuelva la antigua Yugoslavia, sería muy bonito».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión