«Todavía hay gente dispuesta a coger las armas y matar»
La guerra de Bosnia fue uno de los trabajos referenciales de la carrera del fotoperiodista cordobés
Tras abandonar Croacia después de haber cubierto la guerra, Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), «fotoperiodista de conflicto y crisis humanitarias», como él mismo se define, juró y perjuró no volver a los Balcanes. Un año después estaba de vuelta para ver y contar de primera mano lo que ocurría en Bosnia, en «una de las guerras referenciales de mi vida profesional». Y desde el año pasado es ciudadano de honor de Sarajevo.
– ¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza cuando le recuerdan la Guerra de Bosnia?
– Cuando salí de Croacia en noviembre del 91 juré y perjuré que nunca iba a volver a los Balcanes porque había estado cubriendo guerras en Centroamérica, pero no entendía por qué había guerras en los Balcanes. Yo había conocido Yugoslavia en 1981, cuando tenía 22 años y estaba todavía estudiando en la universidad. Si alguien me hubiera dicho que diez años después todo iba a saltar en mil pedazos, habría considerado que eso era una locura, que era imposible. Entonces, a la guerra de Bosnia llegué casi de rebote.
«Decidieron que había que cambiarse el traje de comunista por el de nacionalista para mantenerse en el poder»
– ¿Por qué no lo entendía?
– En los Balcanes, las diferencias entre croatas, católicos, musulmanes, bosnios, serbios, ortodoxos, a primera vista, eran inexistentes. Todos eran eslavos y pertenecían a la misma etnia. Tenían religiones distintas, pero era un país que desde el año 1945, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial y fue conquistado por Tito, la religión no había tenido ningún tipo de importancia porque Tito era comunista y la religión no tenía ni voz ni voto. Los únicos que iban a las iglesias, a las sinagogas y a las mezquitas eran los ancianos. Pensé, 'bueno, aquí la gente se está matando sin saber muy bien por qué'. Me pareció una guerra en la que era difícil entender por qué la gente se mataba.
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– ¿A qué conclusión ha llegado 30 años después?
– Tito, que había mantenido las seis repúblicas y las dos provincias autónomas unidas bajo una especie de jerarquía del Partido Comunista y de una institucionalidad rotativa entre los partidos comunistas de cada una de las repúblicas, falleció en el 1980 y todo se vino abajo. Milosevic y Tudjman, los dos iguales, decidieron que había que cambiarse el traje de comunista por el traje nacionalista para mantenerse en el poder e instrumentalizaron todas las barbaries de la Segunda Guerra Mundial para transmitírselas a las nuevas generaciones.
– ¿Qué debió hacer la Unión Europea y no hizo?
– La Unión Europea tenía que haber parado los pies a los radicales de la época, tanto a unos como a otros. Milosevic tenía que haber sido castigado, haberle sancionado seriamente, incluso haberles amenazado con utilizar la fuerza militar para evitar que pasara en Europa lo mismo que había pasado durante la Segunda Guerra Mundial. Al final fue Estados Unidos quien impuso la paz tras el genocidio de Srbrenica. Dayton lo que hizo fue legalizar las conquistas bélicas, no castigar a los culpables. Bosnia-Herzegovina fue la gran perdedora porque al final se fraccionó el país en doce entidades que han sido imposibles de recomponer.
«Tenía que haber parado los pies a los radicales de la época, tanto a unos como a otros. Haberles sancionado seriamente»
– ¿Cómo se sostiene un país tan dividido?
– Por las subvenciones de la comunidad internacional. Toda la estructura política y económica es corrupta, permitido por la Unión Europea. El dinero que ha llegado de Europa ha permitido que estas dobles o triples instituciones sean cada una más corrupta que la de al lado. Entonces, esto hace que el país sea inviable. Encima, no se favorecen unos a otros, sino que lo que hacen es intentar putearse. La inmensa mayoría de la gente joven de Bosnia, da igual que sean serbios, musulmanes o croatas, se va del país.
– ¿Se vivía mejor en Yugoslavia que en los Balcanes de hoy en día?
– Yugoslavia era una potencia. Además, como la presidencia era rotativa, al final todo el mundo tenía su espacio de poder. La mayoría de los niños estaban escolarizados y eran muy buenos en todos los deportes colectivos. En el año 90, meses antes de comenzar la desintegración, ganó el campeonato del mundo de baloncesto. Todo eso se fue abajo por las tensiones nacionalistas hasta el punto de destruir un país y un día convertirse en repúblicas casi bananeras. Croacia se salva porque tiene la costa adriática, pero Serbia ha desaparecido del mapa prácticamente desde el punto de vista de influencia política; Albania es un problema serio porque incluso he oído hablar de la mafia albanesa en Ecuador; Eslovenia tiene la suerte de vivir muy cerca de Italia, muy cerca de Austria, son muy pocos y más o menos la gente vive mejor que en otros lugares. Entonces, lo que fue Yugoslavia está destruida prácticamente y las repúblicas no han ocupado ni ocuparán nunca ese espacio. Yo creo que incluso separados podrían haber sido mucho más listos desde el punto de vista de buscar una solución conjunta a la inmensidad de problemas que tienen.
«Si no acaba la corrupción y no llegan a acuerdos conjuntos entre países y comunidades, será una de las zonas más pobres»
– ¿Qué futuro le aguarda a los Balcanes, en general, y a Bosnia, en particular?
– El 6 de enero, durante la guerra, los serbios celebraban la Pascua Ortodoxa bombardeando aún más salvajemente Sarajevo. Y me sorprendió mucho porque ese día en 2019, que yo estaba en Bosnia, en los barrios serbios de Sarajevo y en algunas ciudades serbias, se hicieron paradas militares y se sacaron fusiles de debajo de las camas para disparar al aire. Mucha gente se atemorizó, creía que iba a haber un levantamiento. Todavía hay gente dispuesta a coger las armas y a matar. No creo que sea una mayoría, pero una minoría bien dirigida puede llegar a hacer estragos. Yo no creo que vaya a haber otro conflicto, pero puede haber muchos incidentes que, mezclados con la curva del nacionalismo, pueden ser tremendos para los Balcanes. Si no acaba la corrupción y cambian esa estructura de poder, que es imposible de mantener desde el punto de vista económico si no es por el dinero que llega de Europa, y no alcanzan acuerdos entre las comunidades y los países para buscar soluciones conjuntas, se irá deprimiendo como una de las zonas más pobres de Europa.
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