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Amaia, Iker y Telmo Mansoa madrugaron ayer para abrir los regalos que les habían traído los Reyes Magos. lusa

Los Reyes no saben de restricciones

El día más mágico ·

Sus Majestades de Oriente se colaron en miles de hogares guipuzcoanos donde niños como Amaia, Iker y Telmo disfrutaron de sus regalos

Estrella Vallejo

San Sebastián

Jueves, 7 de enero 2021, 06:46

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La guinda por excelencia de la Navidad, el día de Reyes, superó todas las expectativas de unas fiestas marcadas por el Covid. Fundamentalmente, porque el tiempo acompañó, y aunque la jornada fue fría, permitió a los más pequeños estrenar a pie de calle sus nuevos juguetes recién llegados de Oriente, y disfrutar de su último día antes de la vuelta al cole.

En los parques se vieron bicicletas y cascos relucientes, balones de fútbol con el cuero impoluto y batallas entre hermanos, portando las últimas «nerd ultra dorada», estrenando la equipación de la Real. Un día en el que a pesar de no poder hacer celebraciones tan multitudinarias como en años anteriores, al menos sí pudieron desfogarse de esa coctelera de nervios tan propia de la víspera del 6 de enero. Algunos, como los primos Tapias, lo hicieron en la calle para evitar riesgos.

En uno de los miles de hogares guipuzcoanos que amanecieron pronto, Iker, Amaia y Telmo fueron los protagonistas. Sus padres Igor Mansoa e Izaskun Antia son de los que viven el día de Reyes como se debe, cumpliendo cada una de las tradiciones y conservando la magia, la intriga y la ilusión. «En nuestras familias, sobre todo mi madre y mi suegra, siempre han vivido este día con mucha ilusión, así nos lo transmitieron y así lo hemos mantenido nosotros», comenta este padre.

Reconoce que sin la cabalgata, este año la víspera del 6 de enero ha resultado «algo fría». Las limitaciones horarias también han hecho que las gestiones de los pajes de sus Majestades fueran más engorrosas, aunque apunta que el espectáculo de Illunbe «nos gustó y salimos encantados».

«Es el día más especial de Navidad y es costumbre familiar cumplir con todas las tradiciones», señala Igor Mansoa

Iker, tiene 11 años, y ya está enterado de la fiesta, pero Amaia y Telmo, de 9, «tenemos dudas de si no saben nada o lo disimulan muy bien». Sea como fuere, los tres dejaron comida y bebida para que Sus Majestades repusieran fuerzas –«del agua para los camellos se encarga el del bar de abajo de casa»– y los pequeños pasaron una noche más inquieta de lo habitual. Concretamente, la niña suele ser «bastante dormilona», pero ayer a las 8 ya estaba en pie, por lo que no dio demasiada tregua al remoloneo del resto de la familia, y antes de las nueve de la mañana los Mansoa-Antia ya estaban abriendo regalos y viendo si los Reyes habían acertado.

Amaia estaba «encantada» con la caja de pinturas; Iker, alucinado con una cámara acuática, que no figuraba en su carta, «pero que en verano dijo que le gustaba», y a Telmo se le salieron los ojos de las órbitas al ver unos auriculares tipo gamer.

«Para nosotros en este día es importante intentar mantener unos valores. Es cierto que en ciertas edades todo es comparación, y todos hemos pasado por ahí, pero aunque sea difícil intentamos restar importancia a la cantidad de regalos y centrarnos en lo bonito que es acertar en lo que a la otra persona le gusta», apunta Igor.

De familia en familia

Normalmente, el 6 de enero suele ser una jornada ajetreada para esta familia donostiarra, entre la apertura de regalos en casa, la visita a casa de unos familiares, y la comida en casa de otros. «Para nuestra familia es el día más especial de las navidades y todos los años nos solemos juntar en casa de una tía más de veinte personas, pero este año no va a ser posible. Es una pena, pero es una tradición que en cuanto se pueda queremos recuperar, porque es un día muy especial».

El buen tiempo permitió que miles de niños salieran a la calle a jugar y estrenar sus nuevos juguetes

Igor e Izaskun este año han echado de menos esas sobremesas interminables en las que el roscón de Reyes se iba intercalando primero con el café, luego con las copas, y por último, otra porcioncita más para rematar antes de volver a casa a cenar.

Pero ante la falta de comida familiar, y para hacer la jornada un poco más dulce optaron por empezar a comer el rosco ya desde la víspera. «Un año intentamos hacerlo nosotros, pero no salió bien, así que se lo dejamos a los profesionales. Es un postre que nos encanta, te atiborras durante 24 horas y hasta el año que viene, igual que con la Tamborrada», resume entre risas.

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