«Escalamos hasta donde no llega nadie»
Podadores en altura talan un pino «peligroso» de 30 metros con la ayuda de un helicóptero en Hondarribia, un trabajo complejísimo y singular nunca antes realizado en Euskadi
E
l primer corte va a ser el más difícil, es la zona más alta e irregular del pino», asevera Manú Fohring mientras se sumerge en su traje de faena: primero, las espuelas, a lo que le siguen el arnés con todos los ganchos y cuerdas, los sistemas de poleas, las gruesas botas y, finalmente, ajusta con su mano el micrófono del casco. «Sí, sí... ¿se me escucha?», comprueba el podador de altura bajo la imponente decena de pinos que se alzan hasta los 30 metros en una pequeña finca rural de Hondarribia, cerca de la ermita de Santiagotxo. «Te escucho», confirma Dilan Bischof a varios metros de su compañero, con un inconfundible acento gallego. «Manú y yo nacimos en Alemania, pero nos fuimos a Galicia muy jóvenes. Nos consideramos gallegos», despacha rápidamente este joven de aire risueño de 25 años, dos menos que Fohring. A su lado, Igor Zapiain, el fundador, junto a Blanca Macias, de esta empresa guipuzcoana especializada en talas en zonas de difícil acceso (Kima), cuya inquietud contrasta con el poso de los jóvenes arboricultores, emplaza a que «todo tiene que estar listo para que el helicóptero esté el menor tiempo posible en el aire». Se disponen a realizar la poda en altura controlada de un árbol «peligroso» para la finca con la ayuda de la aeronave de carga (un Eurocopter AS350 B3), una labor única por su complejidad, especialización y coordinación. Es la segunda vez que se hace algo así en Euskadi -la primera vez también fueron ellos-, y DV es testigo de ello.
16.00 horas
La inspección previa
La complejidad de la poda obliga a los trabajadores de Kima a llegar con bastante antelación a la finca de Hondarribia. Quedan aún dos horas para escuchar el rugido de las hélices del helicóptero desde la otra cara de la ladera, pero hay trabajo por hacer. Por ahora no llueve y no sopla mucho viento. Buenas noticias para los especialistas. Deben realizar la inspección previa del pino, comprobar el estado de la copa, y observar si existen indicativos de una posible pudrición interior. «Este lado de la raíz está un poco expuesta. Es la parte más débil de la estructura, y el pino puede resultar peligroso para la finca si llueve y sopla mucho viento. Por mucha pena que nos dé -prosigue-, hay que podarlo. Lo seccionaremos de arriba a abajo con la ayuda del helicóptero», explica Zapiain. Además de con Fohring y Bischof, los dos podadores de altura, el hernaniarra cuenta con Asier Korta, Ivan Kryschol y Neril Víctor, los operadores en tierra. El piloto es Philippe, de una empresa francesa especializada en trabajos de aire. También participará el copiloto.
16.30 horas
Sus ojos en tierra
En un pequeño corro bajo los inmensos pinos, Igor Zapiain pasa a repasar las tareas de cada uno. Manú Fohring será quien trepe el árbol, y se encargará de colocar las cinchas que dividirán el tronco en secciones para los cortes antes de que llegue el helicóptero, mientras que Dilan Bischof será sus ojos desde tierra. «Si Manú necesita algo o le veo incómodo, soy el primero que va a saber lo que necesita», apunta. La aeronave despegará desde el aeropuerto de Hondarribia una vez Fohring dé luz verde. Cuando Phillipe se encuentre sobre el pino, el podador de altura atrapará con su mano un gancho eléctrico que se desprenderá desde el helicóptero para atarlo a los amarres colocados en el cuerpo del pino de 30 metros. Después, Fohring seccionará el árbol en troncos de cerca de 5 metros con una motosierra eléctrica que llevará consigo, que pesa unos 8 kilogramos. La aeronave, especial para trabajos de carga de este tipo, «tiene capacidad de manejar un peso de hasta una tonelada», y se llevará el tronco cortado por el podador para dejarlo a unos metros de la finca, en un área despejada y controlada, tal y como explica Aitzol Apalantza, de Basque Helicopters, encargado de coordinar el trabajo entre el piloto y el podador, que estarán comunicados a través de micrófonos.
17.00 horas
Comienza la trepa
Con todo claro, Manú Fohring se dirige hacia el árbol -andando casi como un pingüino por la cantidad de cuerdas, poleas y ganchos que lleva encima- para llevar a cabo el primer paso. «Este pino, al tener tanta competencia en su entorno, ha tirado hacia arriba lo máximo posible. Tendrá entre 40 y 60 años», comenta el especialista mientras dirige su mirada hacia la punta de la copa, apenas visible por las ramas que lo rodean. El joven arboricultor comienza su escalada a modo de «trepa», lento pero de manera diligente. Rodea el tronco con las cinchas de amarre verdes cada cinco metros, paciente y seguro, hasta llegar hasta el final. Calcula, «a ojo», el peso que puede tener cada trozo -que no debe superar los 800 kilogramos- y pasa las correas que después enganchará el helicóptero. «Haremos cinco cortes, posiblemente cuatro», detalla Bischof, que sigue, con mirada felina, cada paso de su compañero. Ambos, pese a su corta edad, están altamente formados en la realización de trabajos de este tipo. «No basta con perderle el miedo a las alturas. El vértigo existe, pero se pierde con el tiempo», bromea el operador de tierra. Estudiaron un grado superior en Gestión Forestal y del Medio Natural en Galicia, y después se especializaron en la poda de altura en Hannover (Alemania), en un curso organizado por la empresa en la que trabajaban. «Estuvimos un año con un escalador profesional, con el equipo de mano, y sin motosierra. En realidad -reconoce-, más que escalar, siempre nos ha tirado la natulareza. Al final, somos gallegos y nos gusta el campo. No creo que pudiésemos trabajar en una oficina...», apostilla con una sonrisa.
Tanto Bischof como Fohring están también formados en rescates de altura, cuestión fundamental para que se ayuden el uno al otro si sucede cualquier problema. «En el trabajo previo siempre analizamos y hacemos un estudio de cómo actuar en caso de emergencia. Al trabajar en zonas de difícil acceso, necesitamos estar especializados también en rescates. Por eso, si él sube, yo vigilo, y viceversa. Somos amigos, y los guardianes de cada uno», explica Bischof.
17.30 horas
Llega la lluvia
Es una tarde gris, y las gotas empiezan a caer en la finca de Hondarribia, como estaba anunciado. Por fortuna, no sopla mucho viento y aún hay suficiente luz. La faena se ha retrasado un poco. Manú Fohring acaba de terminar de colocar las cinchas correspondientes en el pino y deshace el camino para recoger la motosierra. En unos minutos, los podadores darán luz verde al helicóptero para que llegue a la zona. Pero, ¿por qué es necesaria la aeronave para este tipo de trabajo? «Principalmente, por la velocidad», aclara Zapiain. «Trabajar con el helicóptero -continúa- nos permite cortar secciones grandes del pino y dejarlas donde queramos. Podemos despachar el trabajo de una semana en cuestión de horas, y algunas veces, nos sale más rentable que traer el camión y más personal a una zona como esta». Además, añade, «era algo que llevaba tiempo rondando mi cabeza. Este es un trabajo que en Alemania, norte de Europa y norteamérica se ve más, aquí no, y era un reto para nosotros», señala mientras busca el pulgar arriba de Fohring desde la copa del pino.
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La poda de altura con helicóptero, en imágenes
18.00 horas
Despega el helicóptero
El fuerte rugido de las hélices anuncia la llegada de Phillipe. Fohring espera ya en la zona más alta del pino con la motosierra. En tierra hay inquietud, y todos observan al otro lado de la ladera a la espera de la silueta de la aeronave. En pocos minutos, el piloto está sobre el pino. El ruido es ensordecedor. El viento balancea levemente el aparato, desde donde cuelga el gancho de unos 15 metros. Fohring, casi en la punta del árbol, busca atrapar con su mano izquierda el enganche para atarlo a la cincha que había dispuesto rigurosamente. Sin embargo, el fuerte aire producido por las hélices zarandea las ramas del pino, lo que complica la tarea, tal y como había previsto el especialista. Finalmente, el podador lo consigue, ata el gancho al amarre y corta la sección con la motosierra. «Esta era la más difícil, por las ramas. Los demás cortes deberían ir mejor», vaticina Dilan Bischof. El tronco de cinco metros se desprende del cuerpo del pino, y la aeronave se lo lleva a través del gancho a una zona despejada, a pocos metros de la zona de faena. El propietario de la finca aprovechará la madera. El resto de los cortes fluyen con la relativa normalidad que corresponde a un trabajo así, y la poda finaliza en apenas 20 minutos.
18.30 horas
«¿Riesgo?»
Es inevitable preguntar a Fohring sobre el riesgo de lo que acaba de realizar. «¿El riesgo», repite el arboricultor en tierra casi sorprendido por la cuestión. Suspira, y continúa: «No creo que este sea un trabajo más peligroso que otros donde se utiliza maquinaría. Igual que en esas labores sigues todas las pautas de seguridad, aquí tampoco hacemos algo que desconocemos. Obviamente, este ha sido un trabajo especial, en el que se necesita la máxima concentración, pero estamos formados y preparados para ello, y si seguimos todos los pasos de seguridad no tiene por qué suceder nada».
«La gente 'flipa' cuando ve nuestros vídeos en redes»
La mayoría de clientes de esta empresa guipuzcoana son particulares, y un buen número de ellos contacta con Igor Zapiain a través de las redes sociales. El canal de YouTube 'Kima' suma casi 10.000 suscriptores y sus vídeos llegan hasta un total de 4 millones de visualizaciones. En sus redes sociales muestran algunos de los complejos y singulares trabajos realizados hasta la fecha, como la poda de altura con helicóptero o la tala en lugares de difícil acceso. «La gente se suele quedar 'flipada' cuando ve algunos de nuestros trabajos», asegura el hernaniarra.
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