Noche de estrellas sin atracón de angulas
La temporada arranca con menos pescadores de los esperados y un botín que se resiste
La madrugada deja mejor pesca de estrellas que de angulas en la ría de Deba. La recompensa no está tan mal después de varios días sin ver un trozo de cielo despejado y sobre el que amenazaba de nuevo la tormenta. Alguien ha pintado esa noche la luna perfecta y empiezan a asomar las constelaciones que los críos aprenden a identificar en las noches de verano de pueblo. La osa mayor, el cinturón de Orión, la estrella polar... Lo que no aparecen son los anguleros. ¿Dónde está esa imagen costumbrista de la ría iluminada por faroles en busca del manjar diminuto? ¿Acaso alguien les ha dicho que hoy hay visita? «Hay que esperar». Mauricio González de Txabarri y Manex Agirre, inspectores de la dirección de Pesca, dan la primera lección de todo buen pescador: la paciencia. El segundo consejo es un café, porque la marea está todavía muy baja y tiene que subir para que empiecen a moverse las sombras de la noche hacia sus puestos de pesca.
Fernando Oliveira, de Elgoibar, repite cada noche el ritual. Hace frío, termina calado y quizá no pesque nada. «Me gusta, cada loco con su tema», sonríe
Los anguleros, quizá como cualquier aficionado a la pesca, son una especie particular, que acompasa sus ritmos a las mareas nocturnas y a las fases de la luna, para elegir el mejor día y la mejor hora y echar el cedazo para intentar pescar los preciados alevines de anguila. Cuando en la mayoría de las casas están en pijama, durmiendo, ellos se visten con ropas de agua y abrigo, colocan una luz pequeña en su 'txoko' de pesca y empieza el baile al compás de las olas, hasta que con suerte algo centellea en la red. La captura máxima por día y licencia son dos kilos. Hay noches en que se van de vacío, otras en las que quizá pesquen unos gramos. Y días soñados, aquellos en que podrían llevarse más de lo permitido pero tienen que dejar de realizar tiradas para no saltarse la ley.
El dato
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381 licencias de tierra en Gipuzkoa La temporada de pesca recreativa de angula arrancó el viernes a medianoche y se prolongará hasta el 31 de enero. Como máximo, cada licencia puede pescar dos kilos por día. La pesca desde embarcación (39 licencias en las rías de Oria y Deba) se limita a diez días.
La temporada de pesca de angulas en Euskadi empezó el viernes a medianoche y, en contra de lo que esperaban muchos, no hubo atracón de pesca ni de pescadores. Tienen tiempo hasta el 31 de enero, fecha de la veda para los pescadores de tierra. Como ya ocurrió el año pasado, las embarcaciones solo podrán salir diez días, esta vez repartidos en dos tandas. «Hay que venir y venir, y pasar muchas horas», las de la marea hasta que sube y entonces la olas rompen y empujan las angulas hasta la desembocadura de las rías. Una luz en el dique del puerto de Deba descubre a Fernando Oliveira, elgoibartarra de 37 años, que tiene poca escapatoria para el reportaje porque es el único pescador a esas horas -ayer sobre la una de la madrugada- en la ría. «Me extraña que no haya nadie. Aquí solemos estar lo menos una docena de personas. De verdad, es raro», comenta mientras se presta amable a las fotos, pero sin quitar ojo a la marea que ya empieza a rugir al fondo del espigón. Tiene preparado el cedazo sobre el paseo y en cuanto el agua cubre las rocas del fondo, lo sumerge como si fuera un utensilio de cocina y estuviera realizando un suculento plato. Nada. A la segunda, tampoco. «Es pronto», insiste. Cuando se dan las condiciones óptimas, normalmente en días sin luna -hace saber González de Txabarri-, los anguleros suelen organizarse hasta por turnos para sacar las angulas. «Impresiona verles, porque a veces están muy expuestos al oleaje», comenta este inspector, que tiene que controlar que la pesca se haga con licencia y sin sobrepasar los cupos.
Pulpos, lubinas...
«Cuanta más ola, mejor, pero claro, tampoco puede ser un temporalón, porque entonces nos lleva», dice Fernando. Tiene 37 años y pesca angulas desde hace años. «Me gusta la pesca en general. Suelo salir también a por pulpos, lubinas...». Tiene que tener una lista infinita de amigos. «Bueno, para los de casa, que las angulas se pescan pocas. Y encima las matas y pierden, las cueces, y pierden». ¿Qué se le ha perdido en la soledad de una noche heladora? ¿No estaría mejor durmiendo? «Cada loco con su tema», se ríe, porque es difícil de explicar qué gusanillo se mete en el cuerpo para pasar horas y horas frente al mar, acabar empapado y encima quizá no llevarse nada a casa. Donde unos ven incomodidad otros ven la tranquilidad de una afición de contacto con la naturaleza. «Bueno, y que me gusta comer angulas», y entonces su locura ya se entiende.
La marea sigue subiendo y Fernando ya no tiene tanto tiempo para dar explicaciones. Empiezan a encenderse un par de luces más. El coche de los inspectores que hacen la ronda por la costa serpentea por la carretera hacia Itziar camino a la ría de Oria, otro lugar sagrado en Gipuzkoa para los pescadores de angulas. Sin la actividad de las embarcaciones, la madrugada también se presenta tranquila en las aguas. Un foco cerca del puente de la N-634 hacia Aia delata a otro pescador. Mauricio y Manex comprueban su licencia. Todo en regla. Pero ni rastro de más anguleros. De repente, una cuadrilla se dirige hacia sus coches. «¿Angulas? Ni verlas ni comerlas», bromean los señores, después de una larga noche de cena.
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