«No llego al hospital, la niña sale ya»

En toda familia hay episodios que se repiten en cada celebración, anécdotas que se comparten una y otra vez por su singularidad, y que se recuerdan con cariño por lo que supusieron en su momento. El nacimiento de Khloe estará seguramente en los primeros puestos de ese anecdotario de la familia Zubeldia-Benavides.

Es cierto que la fecha, hora y circunstancias de cualquier parto son un momento inolvidable para cualquier padre, pero si coincide con el 1 de enero, y el alumbramiento se produce además en pleno aparcamiento del Hospital Donostia, es innegable que la singularidad de la historia se multiplica de forma exponencial. Ha sido el caso de Maite Benavides y Markel Zubeldia.

Esta pareja zarauztarra esperaba a su tercera hija para el día 31, pero finalmente nació «a las 40 semanas y un día», cuenta el padre a través del teléfono. «El momento ha sido muy gore, pero ha ido muy bien y están las dos perfectamente», comentaba aún emocionado ayer por la tarde.

Contra todo pronóstico, tuvieron tiempo de comer las uvas, de felicitarse el nuevo año y de desearse, como todos, que el 2021 trajera algo de esa normalidad que ha estado tan ausente en 2020, pero la realidad es que empezaron el 2021 de la manera más surrealista. A las 6.00 de la mañana, Maite empezó a sentir que había llegado el momento de subir al hospital, por lo que pusieron en marcha la logística de dejar con los abuelos maternos a sus otros dos hijos, Emma y Lukas, de 4 y 2 años.

Sobre las siete de la mañana y con el coche ya en el parking, «íbamos andando tranquilamente hacia el Materno». Markel cuenta que «no le veía mal» a su pareja, que después de otros dos partos, el proceso de dar a luz ya lo conocía. «Tenía contracciones, pero estaba bien». Hasta que de pronto, a la altura de Biodonostia, «me dice, 'ostras, que no puedo'. Y yo, pero cómo que no puedes, que solo quedan 200 metros. Y ella, 'que no, que no, que sale ya'», reproduce Markel, con la incredulidad del momento.

Estaba de noche, hacía frío y llovía. Varias trabajadoras del hospital escucharon a la pareja y se acercaron a ayudarles. Una vez que Maite estaba siendo asistida, Markel fue corriendo a por una silla de ruedas. Al regresar con su mujer, había más sanitarias ayudando. Maite estaba de pie, apoyada sobre el capó de un coche. «Le bajaron los pantalones y de repente vimos la cabecita. Ha sido una pasada, pero todo muy seguido, muy rápido». Nada más dar a luz, envolvieron a Khloe «en una txamarra, porque hacía frío». Eran las 7.36 horas del 1 de enero de 2021, y la pequeña nacía con 3,130 kilos de peso y en perfecto estado.

Entre el personal sanitario que se fue sumando a ayudar, les acercaron mantas térmicas, «le tumbaron a Maite en una camilla, y llevaron las tijeras para cortar el cordón. Una mujer se ha llevado a la niña a Pediatría para mirar que todo estuviera bien, y cuando todo se ha tranquilizado he aprovechado para sacar una foto, porque había que guardar el momento para el recuerdo», señalaba Markel, entusiasmado.

El recién nacido vasco más madrugador ha sido una niña guipuzcoana, Illari María González Poma, que asomó su cabecita una hora y doce minutos después de la medianoche también en el Hospital Universitario Donostia, con 3,880 kilos.

Sus padres, Sadith Poma y Rubén González, vecinos de Aizarnazabal, tuvieron que esperar unos días más de lo previsto para ver la cara a su segunda hija. Salían de cuentas el pasado 25 de diciembre, «pero nos dijeron que teníamos que esperar. Durante esta semana hemos ido al hospital un par de veces, porque Sadith tenía un poco de sangrado y muchas contracciones, y nos pusieron cita para el 31 al mediodía, pero ha tardado un poco más en salir», comentaba Rubén, también a través del teléfono desde el pasillo del hospital. El parto «ha ido bien. El anterior fue por cesárea y pensaba que le iba a doler más, pero ha ido mejor de lo esperado y Sadith se encuentra bien», señalaba el padre, pese a la molestia lógica de la mascarilla.

La curiosidad que rodea a esta familia guipuzcoana es que cuando esperaban a su hijo mayor, Iñaki, la fecha del parto estaba programada para el 1 de enero de hace tres años, pero el niño se adelantó al 27 de diciembre. En este caso, ha ocurrido lo contrario, Illari iba a llegar el día de Navidad, y finalmente se ha convertido en la primera bebé del año en Euskadi. «Está claro que uno u otro tenía que nacer el día 1», bromea el padre.

Respecto al nombre elegido para su segunda hija, Rubén explica que «Illari significa 'luz del nuevo amanecer' en Quechua. Con lo que está cayendo creo que hemos acertado. No podíamos haber elegido otro nombre mejor», apunta.

En el resto de hospitales públicos del territorio, en cambio, no se han producido alumbramientos, si bien el segundo bebé vasco ha nacido en Bizkaia a las 03.23 horas, en el hospital de Basurto. Se llama Alain López Llona y ha pesado 3,8 kilos. Según recoge Itsaso Álvarez, madre e hijo se recuperan en el centro hospitalario y se encuentran «bien», tal y como ha contado a Laiene, de 30 años, y natural de Bakio, «aunque algo dolorida en la espalda por el pinchazo de la epidural y con mucho sueño, porque ya llevaba dos días arrastrando sueño».

Alain, el segundo hijo de esta pareja que se conoció hace siete años en Almería, tierra natal del padre, Juan Manuel, de 37 años ha venido al mundo por parto natural. «Ha sido corto, intenso y muy bonito», relataba Laiene. El parto estaba programado para ayer a las ocho de la mañana pero todo se precipitó cuando las contracciones empezaron a avisarle el jueves por la tarde. «Hemos pasado aquí la Nochevieja, pero no hemos comido las uvas, porque estábamos a otra cosa, aunque sí hemos visto la retransmisión a través del móvil», se ríen. «Nos imaginábamos que Alain iba a ser de los primeros bebés en nacer en Bizkaia, al menos en la red de Osakidetza, y así nos lo han ido diciendo las matronas», indicaban.

El más remolón ha sido el primer bebé alavés que nacía en el hospital de Txagorritxu a las 4.34 de la mañana. Se llama Ohian y ha pesado 3,320 kilos. «Todo ha ido como la seda. El parto ha sido muy tranquilo, completamente natural. Mucho más sencillo que la primera vez», contaba el padre.