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Imagen de los Miqueletes.

Miqueletes, la vieja guardia

El control del paso de mercancías a Gipuzkoa junto a la recaudación de impuestos eran algunos de los principales cometidos de este cuerpo que despertó amistades y enemistades en las mugas

elisa belauntzaran

Martes, 27 de diciembre 2016, 17:36

A pie de carretera o junto a algunos de los antiguos caminos de montaña de Gipuzkoa se pueden encontrar aún las casas arbitrio. Algunas de ellas fueron derruidas, otras están cerradas, pero también han sido reutilizadas como refugio de montaña o bien como centro de interpretación como el del Parque natural de Aralar. Permanecen como testigos silenciosos de una importante etapa de la historia guipuzcoana.

En estas casas arbitrio vivieron los miqueletes, la vieja guardia de Gipuzkoa, encargados de la recaudación de impuestos, así como de controlar la entrada de productos de las provincias limítrofes y de luchar contra el contrabando en los límites fronterizos con Navarra, Iparralde, Araba y Bizkaia. Para cumplir con su cometido de perseguir el contrabando, se situaban en los puestos de vigilancia de pasos de montaña. Las principales casas de miqueletes donde se cobraban los tributos y se controlaban las mercancías que entraban en Gipuzkoa se encontraban en la Calzada de San Adrián desde Álava y en los pasos fronterizos con Navarra, en Lizarrusti y en la carretera del Araxes, Ilarrazu.

Recuperando la historia

  • Las aventuras y desventuras con los miqueletes de los hombres que intentaban pasar mercancías a Gipuzkoa son de lo más variopintas. Este verano se realizó una interesante exposición organizada por el colectivoZarate, Azken Muga que además reunió en el límite de Navarra con Gipuzkoa a los nietos e hijos de los últimos miqueletes. Allí, unos y otros compartieron las vivencias que sus progenitores les habían transmitido en torno a las correrías, hazañas y demás historias de miqueletes y contrabandistas. Allí se pudo escuchar la historia del joven que corría para no ser alcanzado por el miquelete mientras portaba algún bulto. La carrera por el monte les exigió un gran esfuerzo por la dificultad y la importante pendiente. Hasta que se percataron de que el alambrado les separaba y les situaba a cada uno en un territorio diferente, uno en Gipuzkoa y el otro en Navarra. El colectivo que surgió en Tolosaldea y el valle de Araitz yBetelu se marcó como uno de sus objetivos recuperar la historia de los habitantes que vivieron en torno a la casa arbitrio de Zarate y esta fue testigo de esta interesante cita.

Aunque no eran las únicas. En el límite de Navarra se ubicaban también en Aritxulegi, Uli, Sarasamendi y Zarate, así como en Endarlatza, Pagoaga, Urto, Etxegarate y Otzaurte; en los de Álava en San Juan de Artía, Oñati-Arantzazu, Santa Águeda y Arlaban; con Bizkaia en Saturraran, Urkarregi, Elgeta, Kanpanzar y Olarreaga; y en el puesto fronterizo con Francia en Behobia. Además se encontraban los fielatos de Irun, Tolosa, Zumarraga y Donostia.

Requisitos singulares

El origen del cuerpo data del 24 de septiembre de 1839, cuando la Diputación creó un cuerpo armado llamado Celadores de Protección y Seguridad Pública que, aunque aún no denominados Miqueletes, tenían ya las características que estos ostentarían posteriormente.

El cuerpo de miqueletes estuvo originalmente formado por 300 hombres y su reglamento interno o bases fueron obra de Araoz (comandante general de la provincia). Se consignó que el uniforme fuese distinto del que emplearon otros cuerpos carlistas o antiliberales en la pasada guerra (ello hacía que, por ejemplo, se desterrasen las boinas coloradas, azules y blancas que tanto proliferaron en la campaña).

Los requisitos para ser miquelete eran muy singulares. Para el ingreso en el cuerpo el candidato debía mostrar amor al país, buenas costumbres, laboriosidad, no estar encausado criminalmente y no tener defectos físico-mentales o mal carácter. Además, las bases reguladoras de la reorganización del cuerpo de 1848 exigían soltería (no se admitían casados y el miquelete que contraía matrimonio era despedido); ser guipuzcoano de más de 18 años de edad y menos de 25 (en la última etapa fueron miqueletes personas de fuera del país); medir más de 5,5 pies o 1,540 metros y ser de naturaleza robusta; y acreditar buena conducta.

Uniforme y armamento

El uniforme de los miqueletes es recordado por su elegancia. Estudios históricos recuerdan que existieron cambios de uniforme en la historia del cuerpo, pero el que más lo caracterizó en el tiempo fue el que L. Ezcurdia señala como compuesto de: poncho o guerrera larga hasta casi las rodillas sujeta con cinto negro y chapa dorada, más esclavina que, como la guerrera, era de paño azul oscuro. Cuello rojo con la excepción del centro delantero (de azul asomando por debajo del cuello blanco). Pantalón color rojo sin franja ni banda. Boina roja con chapa dorada encima llevando las armas de la provincia impresas. En tiempo de lluvia y en invierno se añadía capa larga de paño azul oscuro, con capuchón con borla azul. Para correrías, polainas. Desde 1928 el uniforme varió, siendo muy parecido al del Ejército español: color caqui sin poncho y calzado con leguis.

Las armas de la tropa para persecuciones eran: correaje completo, fusil (Remington, que fue Mauser desde 1899) con cartuchera y machete. Y para los oficiales lo mismo pero en vez de machete, sable (que más tarde llevaron también suboficiales y sargentos).

Importante labor

La supresión del Cuerpo de Celadores y el vacío que dejó motivaron la creación en 1844 de una fuerza armada, creada igualmente por las Juntas Generales, compuesta de 100 hombres provenientes de los suprimidos celadores y llamados ya Cuerpo de Miqueletes de Gipuzkoa. La Historia del cuerpo se va a caracterizar por una inestabilidad continua de supresiones, reorganizaciones, etc.

Una Real Orden del 30 de mayo de 1846 disolvió el cuerpo, invitando a los miqueletes a ingresar en la Guardia Civil. Otra Real Orden del 28 de junio de 1848 facultó a Gipuzkoa para reorganizar el Cuerpo de Miqueletes. Las Juntas Generales de Elgoibar de julio de 1856, al margen de otras reformas atribuyeron al Cuerpo de Miqueletes el cometido de «celadores» o recaudadores de los arbitrios provinciales, lo que supuso un cambio muy importante.

Estas labores contribuyeron a que los miqueletes se hicieran populares, para bien o para mal, según los casos. En tiempos de penuria económica el pago de impuestos era una carga para muchas familias y el estraperlo una salida para sobrevivir. Los agentes forales registraban tanto a los individuos llegados a pie, caballo o carro, que entraban a Gipuzkoa, como a los carruajes que debían declarar lo que llevaban.

Prueba de la importancia que otorga la Diputación a este cuepo es su cada vez más compleja maquinaria administrativa. En 1896 tiene también a su cargo el servicio de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, en las 32 sucursales que tenía la entidad en otros tantos pueblos. En esas oficinas se cobraban las cuotas que querían entregar los imponentes y se verificaba también el pago de los reintegros solicitados por los mismos. Esto facilitaba que los habitantes de los pueblos no tuvieran que desplazarse hasta San Sebastián para realizar estas transacciones. Antes todo era en papel, a mano y en mano. La informática era ciencia ficción. Esta labor se realizó hasta 1967, año en que se suprimió el Cuerpo de Recaudadores de Arbitrios provinciales de consumo.

Final del cuerpo

La Guerra Civil significará el fin de la institución. Tras la derogación del Concierto económico (decreto-ley del 23 de junio de 1937) será el general jefe del Ejército del Norte (Gil Yuste), quien suprimió el Cuerpo de Miqueletes y Miñones de Guipúzcoa y Vizcaya por no haber apoyado la sublevación contra la República (liberada San Sebastián el 13 de septiembre de 1936 la mayor parte de los Miqueletes, siguiendo órdenes de sus mandos, habían pasado a Bizkaia en apoyo de los republicanos). El decreto fue publicado en el BOE el 25 de agosto de 1937. Su último jefe fue D. Ángel Heras.

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