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Juan Kruz Igerabide. Lobo Altuna

Juan Kruz Igerabide | Escritor

«En el aforismo encuentro al ser humano balbuceante, abrumado y asombrado ante la existencia»

La editorial Demipage publica 'Rostro desnudo', una antología de aforismos del escritor guipuzcoano

Lunes, 23 de octubre 2023, 07:34

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«Siempre que alguien me demuestra que la vida es así, pasado un tiempo compruebo que la vida no es así». Es una de las cerca de 500 reflexiones que contiene esta antología de la obra aforística de Juan Kruz Igerabide (Aduna, 1956) que ha seleccionado el escritor Francisco Javier Irazoki. Profesor jubilado de la Universidad del País Vasco, ha sido tres veces Premio de la Crítica de poesía en euskera y una vez Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

- Dice que cada libro que publica es una pequeña frustración. ¿No será esta antología una recopilación de frustraciones?

- Es evidente. Cada aforismo es una pieza de conocimiento y experiencia humana que se frustra y queda reducida a la mínima expresión. De todas maneras, cada poeta, cada narrador, sabe que, en su afán, a lo sumo, se acerca un poco a lo que aspira, a veces roza la plenitud (ese desesperante oxímoron: rozar la plenitud), y acaba sentado en el barro de la vida cotidiana. La literatura, el arte en general, se nutre de lo imposible. Pero ahí radica su belleza y su atracción. Como aquel que afirma la vida ante la muerte, sabiendo que será vencido irremisiblemente. La frustración creativa es una vía artística muy productiva; Kafka es uno de sus mayores exponentes.

- ¿Desde dónde llega al aforismo, literariamente hablando, y qué encuentra en este género?

-El aforismo llega de una síntesis sesuda o de una repentina epifanía. Procede del conocimiento, porque antiguamente gran parte del conocimiento se recopilaba mediante aforismos. En la universidad, traduje al euskara los aforismos médicos de Hipócrates, descubrí los aforismos (en algunos casos, poemas) de los filósofos presocráticos; las antiguas leyes se redactaban en forma de aforismos: «Ojo por ojo, diente por diente». Gran parte del conocimiento humano se ha transmitido en sus orígenes utilizando breves sentencias. Poco a poco, el aforismo ha derivado en un recurso del pensamiento crítico. Escritores latinos como Séneca o Marco Aurelio lo utilizaron para desgranar la época que les tocó vivir. Lo mismo hizo Erasmo. Wittgenstein lo utilizó como un engranaje de ingeniería para armar su maquinaria filosófica. Pero, además, el aforismo ha sido utilizado para celebrar la vida, para observar con ironía las locuras humanas. Yo he encontrado en el aforismo al ser humano balbuceante, abrumado y asombrado ante la existencia.

La escritura

«La frustración creativa es una vía artística muy productiva; Kafka es uno de sus mayores exponentes»

- ¿Hasta dónde el 'menos es más' es importante para usted en su creación aforística?

- Hasta el punto de que muchas veces me arrepiento de haber publicado libros. Teniendo a los clásicos, un amante de la literatura no precisa más. Y sin embargo, algo en nuestros genes nos impele a crear. Como cuando llueve sobre mojado; cada gota quiere completar su recorrido original, por muy igual que sea al resto de la lluvia. Una posible definición del aforismo sería: ni menos, ni más.

- ¿Cree que el juego de palabras, el chiste fácil, el púlpito o la ironía convertida en cinismo son trampas de este género?

- Sí, claro. De todas maneras, no pasa nada, si no se aplaude al escritor que los practica. Aplaudir es peligrosísimo; es como clavar un aro en la nariz del escritor y tirar de él hacia donde no iba. En cambio, el silencio, la falta de eco, lo dejan desolado, sí, pero ante una gran variedad de senderos que se bifurcan. Si sabe sobreponerse, recorrerá un hermoso camino, sin cambiar el chiste fácil por el complicado, el púlpito por la esquina irreverente de una mesa, el cinismo por la ingeniería psicológica del despiste, y otras exquisiteces que siguen siendo lo mismo pero con más glamour.

- ¿Cuáles son los caminos que evita al escribirlos?

- Cada uno tendrá que ver por dónde transita. En mi caso, trato de aplicar el principio que he formulado antes: «Ni de menos, ni de más». Es sencillo expresarlo. Es complicado de llevar a cabo. Los escritores tímidos tendemos a ser muy estrictos con nosotros mismos, y del rigor pasamos a la anulación. Un amigo, lector muy perspicaz, me vio tachar aforismos a diestro y a siniestro, se acercó y me dijo: «Como taches este, este y este, no te hablo más». Hay que dejar también un margen al error, a la aventura. El lector debe sonreír ante un aforismo tramposo: «Te pillé, so listo». Pero nos gustaría que ese mismo lector se quedara con la boca abierta ante otro aforismo que lo ha dejado desarmado.

- ¿Hay batalla entre la idea inicial y el desarrollo literario en cada aforismo?

- Desde mi experiencia, que no tiene por qué coincidir con la de los demás, la idea se va perfilando en la mente buscando las palabras que la expresen. A veces tarda días en concretarse, incluso meses. Otras veces, en cambio, es como un fogonazo repentino, una epifanía; no hay nada que retocar. Es curioso cómo una serie de aforismos que conviven con uno durante meses o años va tomando otras formas, incluso contradictorias. El pensamiento no es como un monolito de piedra. Se parece más a una escultura de arcilla que se mantiene húmeda y adquiere nuevos matices. Si se seca, se agrieta, muere. Por eso choca con las ideologías y los dogmas; la ideología pretende sujetar el pensamiento dentro de una perspectiva. Pero un pensamiento vivo mueve el cuello, mira en diversas direcciones, no puede permanecer quieto en una ventana, y menos en una mirilla, y aún menos en un punto de mira.

Los halagos

«Aplaudir es peligrosísimo o; es como clavar un aro en la nariz del escrito y tirar de él hacia donde no iba»

- Si hay un género complicado para traducir, ¿es éste?

-Es una aventura lingüística. Varios aforismos han quedado sin traducir, no demasiados. Busqué ayuda, pero se perdían muchos matices. En otros casos, al traducirlos surgían distintas evocaciones, e incluso algún aforismo que otro adquiría nuevos significados. A veces, basta una preposición para que el aforismo tome un aire nuevo. Al autotraducirse uno se toma libertades que no se tomaría al traducir a otros autores. Eso tiene sus peligros, porque se puede manipular demasiado; pero también puede resultar muy enriquecedor. Y sobre todo un juego muy divertido.

- «Por ahora, Dios duele más que consuela», dice la frase con la que se cierra el libro. Dios, la fe, lo espiritual son temas en los que insiste.

- La dimensión llamada espiritual me ha acompañado a lo largo de la vida. Ha ido evolucionando desde el dogma católico, pasando por el materialismo, hacia una espiritualidad no sujeta a ninguna religión, hacia una poética existencial que se pregunta por el misterio de la vida, más allá de lo que alcanza a explicar la ciencia, cuyas Teorías del Todo se dan de bruces con un vacío infinito. Es posible que Dios sea un producto de la imaginación humana, pero lo cierto es que los dioses imaginarios ha generado civilizaciones. También toda nuestra tecnología y nuestros edificios y objetos han nacido de una imaginación que los proyectó y unas manos que lo ejecutaron. Es como si existiera una especie de energía psíquica que propulsara la existencia y creara diversas materializaciones. A veces esta existencia parece producto de una juerga divina, con psicotrópicos de por medio.

- «Lo que debería ofender es la no duda», escribe. ¿Qué lugar ocupa la duda en su escritura?

- «Sin duda, la duda». Y ya tenemos un contrasentido. Poner en cuestión, para mirar mejor. Hay quien utiliza la duda como tambaleo, o para hacer que la gente se tambalee. Sin embargo, el paso firme y fluido es más reconfortante, más alegre. De vez en cuando, uno se sienta y duda; es decir, replantea el recorrido, prueba otras posibilidades. La duda se puede usar para ir borracho por la vida y contagiar la borrachera al resto, o para ajustar las dioptrías.

El pensamiento

«El pensamiento se parece a una escultura de arcilla húmeda. Si se seca, se agrieta, muere. Por eso choca con la idelogías»

- ¿Qué relación ve entre el aforismo y la poesía?

- Hay aforismos que cierran la puerta a la poesía y dejan el pensamiento completamente desnudo. Para algunos, sin embargo, esa es la poesía más radical. Por otra parte, la poesía se vale del aforismo como un elemento más en una composición compleja que expresa un significado, una emoción, acompañado de un conjunto de herramientas sonoras, formales, semánticas. De todas formas, existe una convención por la que se considera poesía un tipo de composición multifacético, como lo es una pieza musical. Pero es una perspectiva discutible, claro.

- «A fin de cuentas la ironía no es más que miedo a mojarse; a ahogarse, más exactamente». Pero la ironía suele ser pieza esencial en los aforismos.

- El escritor de aforismos trata por todos los medios de no ser abducido por su propia creación, trata de no creerse del todo lo que está escribiendo porque precisamente ejerce una labor de bisturí que, en el siguiente tajo, descubrirá otro aspecto, tal vez contradictorio con el anterior; un libro de aforismos no es por fuerza un sistema coherente de creencias. El aforismo disecciona el pensamiento, y el aforista se ve ante la disyuntiva de proceder con mano de cirujano o con mano de sacamantecas.

La evolución

«He evolucionado desde el dogma católico, pasando por el materialismo, hacia una espiritualidad no sujeta a ninguna religión»

- Uno de sus aforismos dice: «El rostro va desnudo, porque es la máscara». ¿Dónde empieza el rostro y acaba la máscara?

- La máscara del rostro empieza en los labios, que fabrican la máscara del lenguaje, y abarca toda una careta de gestos que acompañan u obstruyen la comunicación. Y la máscara se disuelve en los ojos, en la profundidad de la mirada. Me parece a mí. Me gusta observar los rostros, el juego entre las miradas y las expresiones faciales. Los rostros son aforismos visuales. Un paseo por una calle concurrida te escribe toda una novela.

«Hablar de uno mismo es un terreno neblinoso»

La antología de aforismo 'Rostro desnudo' se presentará mañana a las siete y media de la tarde en la Casa de Cultura Ernest Lluch, situada en los bajos del estadio de Anoeta. La entrada es gratuita hasta completar el aforo.

- ¿Se siente cómodo en actos como este, una presentación, cuando le toca hablar de sí mismo?

- Me cuesta. Puedo compartir experiencias, analizar puntos de vista, pero intento no hablar de mí mismo directamente. Vivimos la vida con un yo que no se conoce bien a sí mismo. ¿Qué puede decir uno de sí mismo? Aproximaciones, sensaciones, sentimientos. Es un terreno neblinoso.

- ¿Le estimula la comunicación con los lectores?

- Es reconfortante, motivador, compartir experiencias de lectura. Pero la lectura en silencio posibilita una comunicación más honda, un acto fraternal, una comunión psíquica, con acuerdos y desacuerdos. Enriquece las voces que nos habitan.

- ¿Que sea otra persona la responsable de la antología le hace sentir un lector ajeno de sus textos?

- En parte, sí. Empezando por el título. En él se adivina la mano de un avezado poeta como lo es Francisco Javier Irazoki; un lector de lujo que extrae y con ello remarca una serie de aforismos, cuyo conjunto me produce la sensación de estar leyendo a otro autor. Es desconcertante y placentero al mismo tiempo.

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