Dos décadas que han llenado el 'vacío vasco'
Desde el descubrimiento de Ekain, el mapa arqueológico de Euskadi ha cambiado de modo radical | Los arqueólogos creen que, en lo que respecta al Paleolítico, el País Vasco mantiene un gran potencial que puede dar lugar a nuevos hallazgos
El cincuentenario del descubrimiento del extraordinario tesoro que guardaba la cueva de Ekain se ha recordado este fin de semana con la gala que tuvo lugar el viernes en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, y también se dejó notar en la décima edición de Ekainfest, que tuvo lugar ayer en Zestoa.
En ambos casos, el cincuentenario ha servido para recordar el inmenso valor del descubrimiento que realizaron, el 8 de junio de 1969, los azpeitiarras del grupo Antxieta Andoni Albizuri y Rafael Rezabal. Ellos fueron los primeros en contemplar las 70 figuras de animales que habían permanecido ocultas durante 13.000 años y que, gracias a los trabajos realizados por José Miguel de Barandiaran, Jesús Altuna y los arqueólogos que les han sucedido, aportaron información muy valiosa acerca del Paleolítico en Gipuzkoa y el País Vasco.
Junto al espectáculo y la fiesta, la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha querido dotar al aniversario de un carácter divulgativo que se ha materializado, además de en un documental y un libro conmemorativos, en un ciclo de conferencias que se desarrollan en el Koldo Mitxelena de San Sebastián todos los martes de junio. El objetivo del mismo es dar a conocer los principales avances científicos que se han producido en el conocimiento del Paleolítico en la Cornisa Cantábrica. Mañana, 11 de junio, a las 19:00 horas, Blanca Ochoa-Fraile, de la UPV/EHU, hablará sobre 'Caballos digitales: nuevos descubrimientos e investigaciones en el arte parietal de la cueva de Ekain'.
Un nuevo ciclo
El pasado martes inauguró el ciclo el arqueólogo Álvaro Arrizabalaga (Oñati, 1965), catedrático de Prehistoria en la UPV/EHU, que en la conferencia 'Nola aldatzen diren gauzak! Gipuzkoako Paleolitoa, 35 urtetako jarduera arkeologikoaren ondoren', se refirió al extraordinario salto que se ha producido en las últimas décadas en Gipuzkoa en el conocimiento del período prehistórico más antiguo.
Como él mismo recuerda, realizó su primera cata «el día de Reyes de 1980, siendo un crío», y desde entonces no ha parado, dirigiendo o codirigiendo excavaciones tan destacadas como las de Labeko Koba y Lezetxiki, en Arrasate, o Irikaitz, en Zestoa, entre otras. Arrizabalaga, testigo y protagonista del cambio radical que ha experimentado la investigación arqueológica en las últimas décadas, atribuye el salto a una suma de factores que supusieron un «cambio de ciclo historiográfico», e implicaron modificaciones significativas en aspectos como la «gestión de la arqueología, la organización, la metodología, los equipos...».
«Hasta mediados de los 80 -afirma- la gran figura, casi única, en la arqueología del Paleolítico había sido José Miguel de Barandiaran, con quien trabajó y al que sucedió Jesús Altuna. El cambio sociopolítico que trajo la transferencia de competencias al Gobierno Vasco y luego a las diputaciones forales, y la entrada en juego de una institución como la UPV, que va a ir ganando peso en este terreno, tuvo en esa década un efecto multiplicador».
«Todo entra en una nueva dinámica», indica Arrizabalaga: «La sociedad, las universidades y la red de museos; la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que en el caso de Gipuzkoa ha sido el tractor de la investigación; llegan nuevas generaciones de investigadores que, por primera vez, pueden dedicarse a su trabajo de manera profesional...». Y, como consecuencia de todos esos cambios, el volumen y la importancia de los descubrimientos se multiplican de manera espectacular.
El cambio se hace notar en todas las áreas de la arqueología pero, puesto en relación con lo que en su día supuso Ekain, la tercera cueva con arte rupestre después de Santimamiñe (descubierta en 1916) y Altxerri (1962) -la cuarta si se considera Isturitz (1913)- adquiere una dimensión especial en lo que respecta las cavidades con arte rupestre.
Esa es la especialidad del arqueólogo vizcaíno Diego Garate (Plencia, 1976), que ha participado y sigue participando en numerosos proyectos, en la actualidad desde su posición de investigador de la Universidad de Cantabria. Su conferencia 'En torno a Ekain: nuevos descubrimientos e investigaciones sobre el arte paleolítico en Euskal Herria' cerrará el 27 de junio el ciclo de conferencias organizado por Aranzadi.
El arte estaba ahí
Tal como puede verse en la tabla que recoge los hallazgos de cuevas con arte rupestre -la atribución del hallazgo se refiere a ese aspecto, no al descubrimiento de la cavidad- realizados en lo que llevamos de siglo en la CAV y Navarra, Garate y los equipos con los que ha trabajado han contribuido de manera destacada a llenar el llamado 'vacío vasco'. Dicho de otra manera, a desmentir la llamativa falta de cuevas con arte parietal paleolítico en un territorio lindante con dos zonas -la que integran Cantabria y Asturias, y el suroeste francés- donde ese tipo de vestigios eran muy abundantes.
Los dos mapas, que proceden de un artículo que Diego Garate publicó el pasado verano en el 'Journal of Anthropological Research', muestran gráficamente cómo en Euskadi ese vacío se ha ido llenando en un plazo de tiempo relativamente corto. En esa aparición acelerada de vestigios teóricamente inexistentes han tenido mucho que ver los cambios citados por Arrizabalaga. Y también el hecho de que se haya ido diluyendo el prejuicio que, según Garate, «llevó a muchos a creer que en materia de arte rupestre éramos mucho más pobres que nuestros vecinos»
De hecho, se dieron por buenas diversas hipótesis -algunas de ellas cargadas de razón- para justificar esa ruptura de la continuidad artística en lo que Garate llama «la AP-8 del Paleolítico, el corredor que, entre el río Asón y el Adur, unía dos de las regiones europeas más ricas en arte rupestre». Entre las hipótesis se mencionaban «la abundancia de roca arenisca, frente a la caliza que predomina en Cantabria, donde es más fácil que se formen cavidades; la idea de que nuestra zona, no se sabe por qué razón, no se habita de forma intensa durante el Paleolítico Superior; el efecto de la industrialización y, en el caso de Bizkaia, de la explotación minera...».
En ese último caso, es indudable que la presión que ha experimentado el territorio en Gipuzkoa y Bizkaia se ha podido llevar por delante muchos vestigios, pero la realidad ha demostrado que en cuanto se sacudió el prejuicio y se empezó a buscar se comprobó que el arte estaba ahí. Casi siempre en cuevas conocidas «y a menudo muy transitadas»; en más de una ocasión, a la vista.
«Casi todos los hallazgos de arte rupestre se han realizado en cavidades ya prospectadas y excavadas», indica Diego Garate, que realizó su primer hallazgo importante -las pinturas de la cueva de Askondo, en Mañaria (Bizkaia), que resultaron ser vestigios de hace más de 23.000 años-, «en una cueva, dañada por una cantera, que en la Carta Arqueológica de Bizkaia figuraba como destruida». «En Atxurra, -recuerda- conocida desde el siglo XIX y excavada por Barandiaran en los años 20, una cueva completamente vandalizada donde encontramos hasta pintadas de Extremoduro, empezamos a prospectar para certificar que no había arte rupestre, y encontramos más de 100 figuras grabadas». Tiene historias similares para la mayoría de las cuevas en las que ha trabajado, incluidas las de Aitzbitarte, en Errenteria, en las que ha realizado importantes hallazgos junto a los espeleólogos de Félix Ugarte Elkartea.
La creciente implicación de los espeleólogos en las prospecciones y el trabajo sistemático de grupos como Antxieta son, a juicio de Garate, algunas de las razones que han contribuido a incrementar los hallazgos de arte parietal. También han influido la mejora de los medios técnicos, la realización de «búsquedas sistemáticas y bien jerarquizadas» y las ayudas públicas.
Inquietud ante el futuro
Garate no descarta nuevos hallazgos. «El catálogo de cuevas del País Vasco recoge más de 3.000, de las que solo ha sido prospectado el 1%. En la inmensa mayoría es improbable que haya restos de arte rupestre, pero aun así es un número muy alto. No descarto en absoluto que se produzcan más descubrimientos».
Garate, que trabaja también en un área de los Pirineos «a la que le hemos transferido el 'vacío'», ha constatado que «tras el vuelco que hemos dado en materia de arte paleolítico, hemos pasado de no tener nada a estar en la cresta de la ola y a tener presencia en multitud de congresos y publicaciones». Destaca, sin embargo, que «si el vacío se ha llenado ha sido gracias a iniciativas particulares, no porque haya habido una planificación y una estrategia general al respecto. A mí nadie me ha llamado para preguntarme qué pasa aquí, qué necesitamos, que puede ser prioritario...». En ese sentido, y admitiendo que «en la Península Ibérica nuestra situación es de las más decentes», echa de menos la visión integral de los trabajos arqueológicos que tienen en países como Francia.
A Álvaro Arrizabalaga tampoco le ha llamado nunca «ningún gestor para preguntar qué tal va lo nuestro». Elogia, en el caso de Gipuzkoa, las condiciones de conservación y de investigación de materiales arqueológicos que proporciona Gordailua, y afirma que las mayores dificultades se encuentran a la hora del trabajo de campo, donde a la contención de las subvenciones y a las «complicaciones administrativas a la hora de obtenerlas» se le une la dificultad creciente de «encontrar y movilizar gente voluntaria».
En lo que respecta a la planificación, cree que «si se elaborase una estrategia contando con la gente del sector la ventaja sería entre muy grande y descomunal». ¿Un ejemplo de buenas prácticas? «Sin ir muy lejos, Atapuerca, en Burgos, donde hay una política pública decidida de investigación y difusión». No hay un Atapuerca en cada esquina, pero en Euskadi «queda muchísimo potencial. Por poner un ejemplo, Irikaitz, un yacimiento clave que ha puesto a Gipuzkoa en el mapa del Paleolítico Inferior, tiene 80.000 metros cuadrados, de los que se han excavado en torno a 100. Las posibilidades de crecimiento son espectaculares».
Sin embargo, en lo que respecta a su área de especialización, el Paleolítico, no es particularmente optimista, y cree que «en los últimos tres o cuatro años estamos perdiendo la ventaja que adquirimos y que nos convirtió en la envidia de todo el mundo. Parece que nadie tiene un especial interés en que se siga investigando, y si las plantas no las riegas adecuadamente se secan. Eso no significa que nos vayamos a quedar parados, porque el conocimiento y la experiencia que hemos adquirido se pueden aplicar en todas partes».
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