Secciones
Servicios
Destacamos
KEPA OLIDEN
Domingo, 23 de febrero 2014, 02:47
Dos ríos de modesto caudal atraviesan la villa cerrajera. Las tranquilas aguas del Deba y del Aramaio fluyen plácidamente a su encuentro en Zaldibar. Valle abajo, un cada vez más caudaloso Deba abandona el casco urbano de Musakola cruzando por debajo del nuevo puente de Axerikua. Este viaducto de 17 metros de luz se inauguraba en 2012 con el marchamo de las obras ejecutadas por imperativos de seguridad fluvial. Una inversión más que viene a engrosar la extensa relación de proyectos realizados durante los últimos 30 años en la cuenca del Deba.
Defensas contra inundaciones, dragados, eliminación de presas, encauzamientos, restitución de cauces... y así hasta más de setenta actuaciones -21 de ellas sólo en Bergara- jalonan los escasos sesenta kilómetros del valle del Deba. La devastación y muerte que ocasionaron las inundaciones de 1983 y 1988 dejaron una huella tan profunda que la Administración no ha parado desde entonces de sustituir puentes y defender cauces.
Transcurridos treinta y veinticinco años respectivamente desde entonces, aún continúan frescas en la memoria las trágicas imágenes de aquellas riadas que, en el caso de la julio de 1988, dejaron una quincena de fallecidos y unos daños materiales ingentes (30.000 millones de pesetas).
El 19 de julio de 1988 la intensidad de la tromba de agua precipitada fue tal que el río Deba, que normalmente fluye con una caudal medio de 13,4 metros cúbicos por segundo, vio multiplicado su volumen 115 veces hasta alcanzar un monstruoso máximo de 1.543 metros cúbicos por segundo.
El grueso de las víctimas se produjeron en Elgoibar (9) y en Urretxu (3), pero la riada también se cobró la vida de un debarra, una amurrioarra y una elgetarra. Garbiñe Basauri, de 26 años, fue arrastrada por el agua cuando conducía de vuelta a su domicilio familiar en el caserío Aranzeta. Las crónicas de la época cuentan que Garbiñe regresaba a casa la tarde del martes 19 de julio una vez concluida su jornada laboral como camarera en el restaurante Zabala. Una tromba de agua le sorprendió al volante de su Renault 6 cuando conducía a la salida de Bergara en dirección a Elgeta. Testigos presenciales relataban a DV que la joven «logró subir unos metros en dirección a Elgeta contra corriente, pero instantes después el coche fue arrastrado hasta el cruce de la variante por el caudal que invadía por completo la calzada».
«Viéndose atrapada por el agua, Garbiñe salió del coche y fue arrastrada por el agua hasta agarrarse a unos arbustos donde permaneció cogida casi media hora sin que los testigos pudieran hacer nada por rescatarla, al carecer de cuerdas».
«Durante esa angustiosa media hora la joven solicitó continuadamente una ayuda que intentaron prestarle algunas personas reunidas en las inmediaciones, siendo inútiles todos los esfuerzos ante la fuerza de la corriente. Mientras se esperaba la llegada de unas cuerdas, un golpe de agua hizo desaparecer a la joven». Su cadáver sería descubierto el jueves 21 en el cauce del río a la altura de Elgoibar.
Más fortuna tuvo el empleado municipal bergarés Manuel Ortiz, que fue rescatado en San Antonio y «trasladado al hospital de Mondragón por ingesta de agua» para ser posteriormente dado de alta.
Pánico en Antzuola
Antzuola esquivó la tragedia milagrosamente el 19 de julio de 1988. Fue una de las localidades más afectadas por la riada y los antzuolarras vivieron situaciones de auténtico pánico cuando al cabo de «tres cuartos de hora de lluvia fortísima, como pocas veces de ha visto», se formó un tapón de árboles y tierra a la entrada del río bajo la plaza y el caudal se desbordó. La fuerza del agua arrastró los automóviles estacionados hasta formar una montonera calle abajo. Pero el auténtico peligro se produjo cuando el agua, cada vez con mayor fuerza, anegó comercios y bajos. «Hubo que sacar a personas atadas con cuerdas cuando se encontraban en situación auténticamente comprometida. Otras dos quedaron atrapadas en su tienda y fue necesario hacer un agujero en el techo para sacarlas por el piso superior. Nadie esperaba que aquello alcanzase semejantes niveles. También hay personas que han resultado lesionadas por caídas y cortes. Es una suerte que no haya habido ninguna muerte ni lesiones graves» se congratulaban las crónicas de aquellos escalofriantes hechos.
Agosto de 1983
Las riadas de 1983, pese a la destrucción que desencadenaron, fueron comparativamente menos devastadoras para la cuenca del Deba que las que vendrían 5 años después. Y sobre todo no ocasionaron víctimas mortales en nuestro valle.
Bergara fue la población más afectada en el Alto Deba. Los barrios de San Antonio y Zubieta se llevaron la peor parte. En el primero las aguas «alcanzaron considerable altura al taponarse la boca del paso subterráneo del río que baja de Antzuola, anegando todos los bajos comerciales de la zona». Una mujer tuvo que ser evacuada por la Ertzaintza y la Cruz Roja.
En Zubieta prácticamente ningún comercio se libró de la inundación. Las crónicas de la época narran que, «de un taller de carrocería existente en la zona, las aguas se llevaron un Seat 127, nuevo, habiendo quedado otros vehículos cubiertos por el nivel de las inundación, aunque atados para evitar que fueran arrastrados».
Mondragón salió relativamente bien parado del trance tanto en 1983 como en 1988. En la primera, los «daños causados por la inundación fueron menores, y aparte de algunos bajos y garajes, únicamente hay que registrar pérdidas en el pabellón de Roneo en Musakola» (derruido en 1996).
Las cosas no resultaron mucho peor con ocasión de la riada de julio de 1988. La escasa incidencia queda de manifiesto en los datos pluviométricos recabados por Ikerlan: en aquella jornada del 19 de julio de 1988 se registraron 57 litros por metro cuadrado. Menos incluso que los 72 litros por metros cuadrado consignados el 26 de agosto de 1983.
El resultado, en julio de 1988, fue la inevitable inundación de bajeras y la formación de una gran 'piscina' en la avenida Uribarri, frente al campo de fútbol de Iturripe. Dos automóviles con sus ocupantes dentro hubieron de ser remolcados por un Land Rover del Ayuntamiento para poder salir de esta 'laguna' de medio metro de profundidad.
Un niño ahogado en 1942
Echando la vista atrás, las consecuencias no fueron tan inocuas en el caso de las inundaciones de 1942, popularmente bautizadas como 'sanagustin urak' por haberse desencadenado un 28 de agosto. Un niño de 4 años de edad perdió la vida en aquella trágica riada.
El desaparecido historiador José Letona consignaba aquel suceso que costó la vida a su propio sobrino, un pequeño llamando José Ignacio nacido del matrimonio formado por Francisco Mendizabal y Luisa Letona, hermana del cronista.
Cuenta Letona que al anochecer de aquel 28 de agosto «cayó una fuerte tromba de agua en las inmediaciones del barrio eskoriatzarra de Bolibar. Las aguas llegaron hasta el arco del Portal de Erdikokale». En los talleres de la Cerrajera el agua alcanzó un nivel de 1,80 metros en la sala de máquinas.
Los daños fueron enormes en industrias y comercios, arrasó campos y cultivos y afectó principalmente a los bajos de las casas de Zarugalde, Olarte y Maala, todas ellas radicadas en el cauce del río Aramaio, que por entonces fluía descubierto (actualmente discurre por debajo de la calle Otalora).
La crecida de este río sorprendió a la familia Mendizabal-Letona en su domicilio de San Francisco (actualmente zona del bar Taupa, en Uarkape). José Mari Velez de Mendizabal, en su blog 'Hots Begi Danbolinak' detallaba que la familia residía en el tercer piso de un bloque situado junto al río. Cuando al agua llegó al portal, la familia se dispuso a evacuar la casa a través de una ventana del desván para acceder a la vivienda del vecino, el carnicero Tobías Landaluze. Al parecer, cuenta Velez, en esos angustiosos momentos el pequeño José Ignacio de asustó y, en lugar de seguir a sus padres y hermanos, y corrió escaleras abajo hasta el portal, con tan mala fortuna que fue arrastrado por la corriente. Su cadáver sería descubierto al cabo de algunas horas en el lodo que cubría la planta baja de otro inmueble vecino.
Dos autobuses en Zestoa
El saldo de víctimas mortales originadas por las riadas en la cuenca del Deba durante el pasado siglo XX palidece frente a la sucesión de desgracias que asolaron a la vecina cuenca del Urola pocos años después. Nada menos que dos autobuses fueron arrastrados por la crecida del río de este río en el plazo de ocho años.
La primera tragedia tuvo lugar en octubre de 1945. El desbordamiento del Urola arrastró un autocar ocasionando 20 víctimas mortales.
Ocho años después, en octubre de 1953, idéntica tragedia volvería a repetirse en las inmediaciones cuando un autocar en el que viajaban 31 pasajeros fue arrastrado por las aguas del Urola. Perecieron 21 viajeros, a los que sumarían otras 3 personas ahogadas al ser arrasados sus caseríos por las aguas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.