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Durante el camino a la altura de Fuentes de Ebro.
«El Camino Ignaciano es duro, a veces mal señalizado, pero merece la pena»
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«El Camino Ignaciano es duro, a veces mal señalizado, pero merece la pena»

Iñigo Medinilla ha realizado el trayecto entre Loyola y Manresa a pie. Este urolatarra ha caminado 27 días para recorrer los más de 547 kilómetros del camino

JOAQUÍN SUDUPE

Lunes, 9 de septiembre 2013, 11:08

Desde la casa natal de Ignacio de Loyola (torre-palacio de Loiola) hasta la 'Cova de San Ignacio'. El Camino Ignaciano, recreado a iniciativa e impulso de la Compañía de Jesús, recorre el trayecto realizado por el santo en 1522, cuando salió desde Loyola hasta la ciudad de Manresa, por el camino real, con idea de seguir su peregrinación hacia Jerusalén. En Manresa (cerca del Monasterio de Montserrat) vivió como eremita en lo que se conoce como la 'Cova de San Ignacio'.

Son pocos los que todavía han realizado ese camino y entre los pioneros está Iñigo Medinilla Urdaieta, un urolatarra de 38 años que este verano ha caminado 27 días para recorrer los más de 547 kilómetros que conforman el camino. «En general ha sido duro y largo; especialmente en las zonas asfaltadas que han sido bastantes, pero hay que reconocer que han sido días de tranquilidad y paz. Este camino no está saturado como el de Santiago y creo que se puede considerar como una auténtica peregrinación» señalaba Iñigo para apuntar que «no es que el de Santiago no sea una auténtica peregrinación porque ya he hecho partes de él, pero en éste las infraestructuras prácticamente no existen y ante las escasez o inexistencia de albergues en muchos tramos, he tenido que dormir en pórticos de iglesias, frontones y hasta al aire libre. Ahora bien, aunque haya sido dura, es una peregrinación que merece la pena».

Otro de los elementos que subraya es la escasa señalización del recorrido. «Desde Loiola hasta Navarrete, la señalización es muy deficiente, especialmente en la zona de Araba. Las flechas naranjas que marcan el camino faltan, o son equívocas, o no las supe encontrar y en muchos tramos los lugareños aconsejaban utilizar las carreteras en vez de seguir los caminos parcelarios que transcurrían entre los campos para no perderse. Esta es una parte que hay que mejorar mucho para dar a conocer este camino», reconocía Iñigo.

Desde Navarrete a Monserrat, el camino coincide con el de Santiago aunque se haga en el otro sentido y tuvo que explicar en muchas ocasiones que no iba al revés. «Cuanto más te acercas hacia la meta, te das cuenta de que los catalanes conocen más este camino que el resto de lugares por donde pasa. Te indicaban la ruta, te explicaban dónde dormir, comer, la historia del lugar, qué ver. daba gusto ya que en otros tramos y por desconocimiento de los lugareños, sus indicaciones resultaban más contraproducentes que de ayuda». «Ahora bien -apunta Iñigo- la actitud de la gente en general es buena y encomiable».

La parte más agradable del camino para Medinilla «han sido los tramos de monte, tanto aquí como en la zona de Cataluña ya que se afrontan con otra mentalidad aunque haya cuestas. Por supuesto que es importante el estado físico y el ánimo con que se afronta cada etapa».

En cuanto al aspecto más duro de la peregrinación afirmaba que «aunque creía que por ejemplo los Monegros serían una dura prueba, hubo otra etapas que por el calor y el piso muy duro me resultaron especialmente difíciles, como la llegada a Fraga».

La soledad del camino se hizo más llevadera a partir de Zaragoza donde se encontró con otro peregrino con el que compartir el camino. «En general hemos encontrado pocos peregrinos y eran los que hacían el camino de Santiago y nos los encontrábamos de frente. Nos facilitaban información muy válida para seguir adelante».

En general, ha sido una experiencia «muy positiva, más solitaria y podría decir, en mi caso, más mística que la de Santiago. Poco preparada todavía pero a la vez muy recomendable», apuntaba Iñigo que mostró su sorpresa por las pequeñas dimensiones de la cueva donde estuvo el que más adelante sería San Ignacio. «Es pequeña, mucho más pequeña de lo que había pensado pero un bonito final a un largo camino».

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