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:: MARIAN GONZALEZ
Jueves, 18 de julio 2013, 11:12
La ermita de Santxolopeztegi será a partir de mañana y hasta el domingo el centro neurálgico de la celebración de las Madalenas. Afronta su fin de semana más popular y concurrido.
Durante el año es ese tranquilo y bucólico paraje que conquistó a San Francisco de Borja, conocido en Oñati como 'Duke Santua'. Pero, llegado el ecuador del mes de julio, el coqueto templo vuelve a convertirse en centro de peregrinación, en este caso festiva. Nada que ver, con el esplendor espiritual de hace cinco siglos, cuando por obra y gracia del duque que se convirtió en jesuita, la ermita se hizo famosa.
Se ha hablado mucho del paso de San Francisco de Borja por Oñati y los vecinos del barrio que lo alojó tenían ganas de saber más y trasmitirlo, así que hace tres años coincidiendo con el quinto centenario de su nacimiento le pidieron al historiador local, José Antonio Azpiazu que les echara una mano. El resultado fue un ágil y visual libreto traducido al euskera por el también historiador Jerardo Elortza.
Media docena de imágenes
Ambos destacaron entonces la extraordinaria vida del 'duque santo' y el poso que dejó su estancia. Hay media docena de imágenes de él en distintos templos de la villa, y la tradición popular ha permitido que algunos aún recuerden cánticos con su historia. «Yo soy San Francisco de Borja, duque de Gandia, aquel que en España, grande llamaron algún día. Las grandezas se acaban al morir», dice la letra de una melodía que una anciana oñatiarra oía cantar a su bisabuela.
Nacido en Gandía (Valencia), Francisco de Borja era el primogénito del tercer duque de Gandía, bisnieto por línea materna de Fernando el católico, y bisnieto asimismo, por línea ilegítima paterna, de Rodrigo de Borja, más tarde Papa Alejandro VI. Fue primer marqués de Lombay, ex virrey de Cataluña y favorito del emperador Carlos V.
La muerte de su esposa, en 1546, aceleró su proceso de conversión y de acercamiento a los jesuitas. Llegó a Oñati en 1551, escapándose de las pretensiones de hacerle cardenal y fue en Magdalena donde se hizo conocer su nuevo estado y su renuncia a los altos honores que a lo largo de su vida le habían acompañado.
Cuenta Azpiazu que la elección de Oñati (permaneció aquí desde el 8 de abril de 1551 al 29 de marzo de 1553) para que éste preparara su ordenación sacerdotal fue motivada, en buena medida, por la situación de la villa. «Él había venido a esconderse en las montañas vascas. Los jesuitas ya disponían de una espléndida casa en el centro de la villa, cerca de la parroquia y de la universidad, la de los Araoz, pero a Borja le pareció demasiado lujosa y poco apropiada para sus propósitos. Buscaba un lugar más humilde y todavía más retirado». En Madalena, en una modesta vivienda adosada al pequeño templo rural, que este fin de semana se viste de fiesta, halló su refugio y dejó su impronta.
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