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LORENA GIL
Jueves, 17 de mayo 2012, 10:45
Tobias Wunschik es desde 1992 agente del Comisionado para los Archivos de los Servicios de Seguridad del Estado de la antigua RDA. Amplio conocedor de la historia más amarga de Alemania, desde el Holocausto hasta el azote del terrorismo, viajó por primera vez ayer a Bilbao para participar como ponente en el Congreso sobre Memoria y Convivencia organizado por el Gobierno Vasco en una mesa de debate cuyo objetivo fue dar a conocer «otras experiencias ante el terror».
- ¿Cómo se está viviendo en su país el cese decretado por ETA?
- Con expectación porque se tiene muy presente que hubo declaraciones anteriores de cese que luego no prosperaron. Para los alemanes, el terrorismo en Europa es como si perteneciese ya al pasado.
El grupo terrorista alemán más conocido es el denominado como la Facción del Ejército Rojo o Red Army Faction, que nació en los setenta. La RAF tomó como rehenes a más de cien personas, entre secuestros y atracos, asesinó a 34, y 27 terroristas fallecieron en tiroteos con la policía. 517 personas fueron detenidas por pertenecer a la organización y otras 914 por colaborar con ella. 25 miembros de la RAF fueron condenados a cadena perpetua. Hoy, solo una terrorista permanece en prisión. Su disolución oficial fue en 1998.
- ¿En qué se puede inspirar Euskadi del caso alemán?
- Para España es más difícil porque ETA, a diferencia del la RAF, tiene una base social disponible para nutrir a la banda. Además, en Alemania no tenía el brazo de un partido político detrás. La RAF nunca tuvo más de veinte miembros activos. Está claro que existen fundamentos sobre el trato de los grupos terroristas que son válidos para todos los Estados, pero no un modelo concreto. Lo importante es que el Gobierno mantenga su propia soberanía moral. Tiene que ir hacia el límite de la ley, pero sin traspasarla, si quiere a largo plazo seguir manteniendo la lealtad de sus ciudadanos.
- Aquí existe el temor a un cierre en falso...
- En Alemania no fue posible hablar hasta los 90 de una reconciliación entre el Estado y la RAF, algo que en los 70 era imposible. La población en aquellos tiempos exigía unas penas duras para los terroristas, incluso de haber podido habrían votado a favor de la pena de muerte. Entonces ningún político podía atreverse a hablar de algo por el estilo, pero tampoco los terroristas tenían ninguna intención de moverse hacia las posturas del Estado. Con el tiempo fue posible hablar de una reconciliación y se permitió que los presos salieran antes. Ayudó, por ejemplo, que los hermanos de una víctima escribieran una carta a la RAF. Se dieron cuenta que no solo se atentaba contra el Estado, sino contra seres humanos con una familia.
- En 1989 se puso en marcha el programa 'Testigo Principal', que permitió reducir condenas a quienes colaboraban con la justicia.
- El objetivo era sacar a gente de la clandestinidad para que declararan y a cambio se les ofrecía una reducción de la pena. Pero las personas que están muy marcadas por la ideología del grupo terrorista difícilmente dan el paso.
- ¿Se llegó a plantear alguna vez una posible amnistía?
- Es algo que no existe en nuestro ordenamiento jurídico. Sin embargo, los presidentes de los Estados federados sí tienen la posibilidad de aplicar el derecho de gracia, y a veces la han concedido.
- ¿Cómo sentó aquello a las víctimas?
- Se puede comprender que estas decisiones generen malestar, pero a las víctimas no se les puede conceder derecho de veto sobre los presos.
- ¿Fueron las conversaciones entre instituciones en nombre del Estado y presos de la RAF la que aceleró la disolución de la banda?
- Fue la iniciativa de 'Kinkel' la que lo permitió. El objetivo era buscar una reconciliación entre el Estado y la RAF, lo que sucedió es que dentro de la propia organización no se ponían de acuerdo en qué respuesta dar. El Estado convenció a los terroristas de que seguir por ese camino no les llevaba a ningún lado. Esta solución política llevaba diez años de gestación.
- Aquí el Gobierno se ha negado a abrir una vía de contacto con ETA...
- En Alemania fueron instituciones en nombre del Gobierno, es otra vía.
- ¿La impunidad sigue siendo una asignatura pendiente?
- De algunos terroristas seguimos sabiendo muy poco. Los jubilados de la RAF tienen que sobrevivir. En las democracias modernas, siempre habrá una pequeña minoría que se sienta con derecho a luchar por sus objetivos políticos a través de la violencia. Los políticos tienen que ser sinceros y admitir que no se puede conseguir una seguridad al 100%.
- Alemania dispone de diferentes centros de la memoria e ingente documentación, como es el caso de los Archivos de los Servicios de Seguridad del Estado de la antigua RDA, para no olvidar lo ocurrido. ¿Cómo ha respondido la población?
- Si se junta todo el material, saldrían 250 kilómetros de documentos. Un millón y medio de personas han hecho uso de su derecho a conocer las fichas que la Stasi rellenó con información de ellos. Pueden ver cómo la policía secreta recopiló datos, quiénes informaron y quiénes se negaron. A veces hay sorpresas desagradables, como que tu mujer, tu marido o tus hijos han dado datos sobre tí. Puede ser muy duro.
- Pero los ciudadanos quieren saber la verdad, lo que ocurrió.
- Sí. De hecho, cada año recibimos una media de 90.000 solicitudes. El archivo es como una farmacia contra el olvido. Sin reflexionar sobre el pasado no puedes apreciar tu presente.
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