«Lo clásico se lleva poco. La crisis no lo permite y además, la vida empuja»
Rosa Loba Ripoll La dama de las Artes Gráficas y la circunferencia
BEGOÑA DEL TESO
Martes, 6 de diciembre 2011, 03:55
Jubilosamente jubilada, tiene el carnet de conducir intacto. Ha pilotado coches maravillosos, MG, Morris, Peugeot 205. Catalana de seny y rauxa, se vino a Donostia allá por el 55. Hija de maestros de la Artes Graficas, compañera de uno de los mejores especialistas del huecograbado, es bisabuela de un niñín que se llama Ibón Santamaría Fuente.
Gorka, que dirige El Rincón del Arte en estos momentos, se ha ido al Juzgado con Ibón, su bisnieto. Pero yo la he visto a usted ejercer de bisabuela por las mañanas.
Claro que paseo a Ibón. Estoy jubilada, bajo de mi casa en Mendi Gain y disfruto de la vida.
Sin embargo, recuérdeme el refrán de su abuela, aquella murciana recia que emigró a Cataluña.
El que hizo el escombro, que lo lleve al hombro. Se lo dijo a su hija una vez que ella quería dejarle al niño e ir al teatro con su marido.
Bonita frase y bonita familia la suya.
Familia de Artes Gráficas, de huecograbado, de litografías, enmarcación, offset. Trabajamos en Cataluña, trabajamos en Valverde. Metimos muchas horas en el taller, levantando el relieve de las reproducciones del Museo del Prado.
¿Levantando el relieve?
Sí, era una técnica delicadísima. La obra reproducida en huecograbado se encolaba sobre tela, se barnizaba sobre tabla y luego se le sacaba el relieve hasta que realmente parecía una pintura. Todavía hoy vienen gentes con aquellas reproducciones pensando que tienen un cuadro. Cuando les digo que no, me preguntan si estoy segura. Les respondo que por supuesto, pues no he metido yo horas hasta la madrugada dando a las láminas ese toque de pintura verdadera.
Su familia tuvo, ha tenido y tiene unos cuantos Rincones del Arte.
Federico, yo con él y mi hijo José Miguel íbamos con la carpeta de las reproducciones del Museo del Prado, cuya representación teníamos, a todos los sitios. Hasta que abrimos local en Isabel II esquina con Balleneros. El taller estaba en Avenida de Madrid 21. Tuvimos otra tienda en Prim, junto al Bellas. Luego abrimos Al Límite que ahora es el territorio de mi hijo en la calle Legazpi.
Este retrato de una dama de la corte de Versalles que tengo en las manos es una de aquellas delicadas láminas, ¿verdad?
Sí pero ya no se estilan, ya casi ni se venden. Lo clásico se lleva muy poco. La crisis no lo permite. Y posiblemente, tampoco las grandes multinacionales del mueble desmontable. Ni nuestras ideas actuales de la decoración: blanco, luminoso, cristal, nada recargado. Fácil y rápido de limpiar. La enmarcación también ha cambiado de raíz. Adiós a la madera noble, a los marcos rococós, a los dorados. Es el triunfo de lo metálico, o e la madera clara.
No siento ningún deje de nostalgia en esas frases.
En absoluto. La vida empuja y a nada que te descuidas, te deja atrás. Estoy muy contenta de haber vivido lo que he vivido. Agradezco todos mis años porque me han permitido ver mucho, sentir mucho. Mi nieto Gorka ha introducido el cómic y el cine en nuestro rincón. Me parece soberbio. Al fin y al cabo, también la acuarela supuso cierta revolución en nuestro oficio.
¿La acuarela como pintura rebelde? No lo habría intuido yo así.
Pues lo fue. Abrió el camino hacia lo moderno. Piensa que era menos clásica que, de nuevo, aquellas magnas reproducciones del Prado.
Me da que la crisis no hace que su pulso tiemble.
Hemos vivido mucho. Y lo hemos contado. En mi familia siempre se ha dicho que la vida es un gráfico. O una circunferencia.
No es lo mismo.
No, pero me vas a entender: un gráfico porque puede ir subiendo, subiendo y cuando llegue a su altura máxima tendrá que bajar. De golpe o no, pero bajar. Cuando lo tengamos en lo más abajo, volverá a subir. Por fuerza. Una circunferencia, porque cuando la recorres toda, tornas a hacerla de nuevo.
O te sales.
La vivimos de nuevo, te lo digo yo.
¿Cómo era aquel San Sebastián al que vino a mediados de los 50?
Me dijeron que no me acostumbraría pues venía de una capital como Barcelona. Pero vaya si me hice a ella. La sentí elegante, diáfana, cálida. Dulce como un melocotón. Y aquí nos quedamos Federico y yo.