A veinte centímetros

La genialidad la dijo Bernardo Atxaga hace ocho años en 'La pelota vasca' de Julio Médem: «Yo creo que algún día se producirá (una Euskadi en paz), y que lo notaremos porque la gente en vez de andar un poco sobre el suelo andará como a veinte centímetros, un poco levitará, levemente, ¿no?, para no escandalizar, pero levitará del peso que nos quitaremos de encima, ¿no? Ahora tenemos mucho peso sobre los hombros».

Durante muchos años hemos soñado con el momento en que nos quitaríamos la mochila. Nos imaginábamos la profunda sensación de liberación y la posterior levitación, elegante y armónica, como de astronautas de ciencia ficción sobrevolando un área. Luego resulta que la vida real no es como en las películas y que aquí andamos, más que levitando, poniéndonos tórpemente de puntillas. Y aclarándonos con nuestros sentimientos, en los que hay algo de liberación, claro que sí, pero también de cierta insatisfacción -entre otras cosas, esto no terminará de verdad hasta que alguien tenga la valentía de pedir perdón y otro alguien tenga la generosidad de aceptárselo-, de esperanza, de preocupación, de emoción, de cansancio, de alegría, de tristeza y hasta de risa tonta -el lehendakari en el tren yanqui o ese anuncio tan oportuno en la página 59 del histórico DV de ayer: 'Cierre total por quiebra de negocio'-.

Con cuidado, amigos míos, atrevámonos a levitar. Aunque nadie nos advirtiese de que a veinte centímetros sobre el suelo también se puede sentir vértigo.