Borrar
Las diez noticias clave de la jornada
Ciudadanos

«Siempre he entendido la Medicina como un medio de comunicación con la gente»

José Pedro Herbón. Brecia Historias de un médico pintor

Begoña del Teso

Miércoles, 23 de febrero 2011, 04:00

Quedamos un sábado para hablar de Arteterapia porque José Pedro, Pete, uruguayo afincado en Altza después de haber sido nombrado habitante honorífico de un puñado de lugares en su país, está convencido de que el proceso creativo puede ayudar a ancianos, enfermos, niños heridos y a todo el mundo a sanar en cuerpo y alma. Quedamos un sábado para entrar en su facebook y en su Flick y ver sus obras expresionistas que tan bien conocen sus compañeros de la Asociación Artística Guipuzcoana y resultó que acabamos charlando de viejas damas ricas, del Holocausto, de los carreteros de Montevideo, de cuando quiso ser cura, de su familia que es su gran riqueza. Y de su padre, que llegó a Montevideo en un cajón de madera.

Primero lo primero: ¿Qué es eso de que su padre llegó a Montevideo en un cajón de madera?

No había dinero para pagar el pasaje de toda la familia, de todos los miembros de todas las familias de emigrantes gallegos que embarcaban para América, así que muchos niños iban escondidos en cajones en los que oficialmente sólo había ropa. Estaban agujereados para que pudieran respirar. Varios niños se turnaban para dormir en ellos a lo largo de la noche.

Brava gente aquellos emigrantes.

Todo emigrante es, ha sido y será bravo pero parece que con el tiempo y el bienestar se nos olvidó que casi todos hemos venido o hemos ido. Fíjate yo, que me llegué aquí dejando toda una vida hecha, construida, llena de emociones e incluso de éxito, de envidias y de reconocimientos, para empezar otra nueva y desconocida. Me asusta mucho la pérdida de la memoria. Y no me refiero en este momento al deterioro cognitivo de los ancianos sino al de nuestros recuerdos sobre lo que fuimos o pudimos haber sido. Mi padre no sabía leer y me enseñó a leer. Mi padre pelaba a diario patatas para 1.200 personas. Hasta que un día en una lujosa revista extranjera vio un anuncio de un pelapapas. Hizo que un señor con idiomas escribiera una carta a los Estados Unidos pidiéndolo. Cuando llegó, el director de la empresa ascendió a mi padre pues le vio con empuje e imaginación. No volvió a pelar patatas. Ni con el pelapapas.

Su madre lloró cuando usted salió en dirección al Seminario con la intención de hacerse cura.

Cierto y a decir verdad tampoco yo estaba tan seguro de que Dios quería que lo fuera. Debía ser que no porque mientras esperaba al autobús para ir al seminario un coche atropelló a una señora y yo la acompañé a urgencias. Entré por la puerta de aquel hospital y, resumiendo, salí años después habiéndome recibido (licenciado) en Medicina.

Hasta en las radiografías y los encefalogramas anda Dios.

No lo dudes. Y también creo que la Medicina es un medio de comunicación con la gente. Combato con todas mis fuerzas por una medicina del tiempo. Es eso lo que necesita el médico para atender a su paciente. Y lo que éste viene buscando mayormente. Tampoco puedes llevar una consulta recetando como un loco sin saber si ese hombre o esa mujer tienen el dinero para comprar esa medicina, la ayuda humana para tomarla, el entorno para no sentirse más enfermos de lo que están. Yo creé clubes de abuelos por todo Uruguay porque sabía que escucharlos, hacerles hablar, pintar o cantar era bueno para ellos y para nosotros. Para esa medicina de la comunicación de la que te hablo. El anciano en su silencio, en su demencia, es el guardián de una historia, de unas aventuras vitales, que deberíamos saber escuchar. Sigo creyendo y confiando en una medicina que sea auténtica expresión de la sensibilidad que hemos de mostrar hacia el ser humano.

Por esos caminos, si tuviéramos más espacio llegaríamos a hablar largo y tendido de esa aventura suya llamada Arte y Memoria.

No hace falta tanto espacio sino ganas y solidaridad. Yo sé que el arte y la salud pueden estar mucho más unidas de lo que a primera vista parece. Que un pincel transmite energía a quien lo empuña. Aunque sea, por ejemplo, un enfermo oncológico. O precisamente porque lo es. Se liberan muchos miedos, mucho dolor y olvido sobre un lienzo. Y se recibe mucha fuerza. Mucha vida.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco «Siempre he entendido la Medicina como un medio de comunicación con la gente»