Las vidrieras que hablan
En una céntrica plaza donostiarra hay dos cristaleras. La una junto a la otra. Ninguna de ellas es lo que parece. Hemos conseguido arrancarles unas cuantas palabras
GONTZAL LARGO INFO@GONTZALLARGO.COM
Sábado, 29 de enero 2011, 04:32
Publicidad
El lugar es la plaza de Bilbao. ¿El número? El dos. ¿El objeto de nuestro interés? Una preciosa vidriera modernista, la que corona el escaparate de la Librería Donosti. Tiene flores, tiene formas sinuosas y tiene vivos colores, en sintonía con los cánones de este estilo que también empapó edificios de, entre otras muchas ciudades, Barcelona o Bruselas. La cristalera está ahí porque lo quiso Santi Azurmendi, alma máter de este comercio abierto en 1980 y que hoy sigue gobernando junto a sus hijos, Andoni y Santi. Al contrario de lo que piensan algunos transeúntes (que creen que lleva ahí toda la vida), la vidriera no fue hecha a principios del siglo XX, ni ha sido reciclada de un comercio anterior: fue fabricada expresamente en 1982 para decorar el frontal del comercio.
La pieza artística esconde varias anécdotas simpatiquísimas. Por de pronto, su diseño no es original, sino que se trata de un guiño, de un homenaje, uno a un edificio muy próximo a la librería, el de la calle Prim 17. Quien dirija su mirada a los bellos azulejos que decoran la fachada de ese inmueble, en el cuarto piso descubrirá el mosaico en el que se inspira la cristalera de la librería. La coincidencia no es fortuita: Santi Azurmendi se sentía especialmente atraído por esas formas, de ahí que llegara, incluso, a solicitar permiso a los dueños de la casa para que le permitieran 'copiarlos'. En Prim 17 no pusieron ningún impedimento. Por cierto, esas cerámicas modernistas son obra de Daniel Zuloaga (hermano del famoso pintor eibarrés Ignacio), que también se encargó de los azulejos que decoran los arcos del puente de María Cristina y otros detalles decorativos en edificios de toda España.
Con el diseño y el permiso en la mano, Santi contactó con un maestro vidriero nacido en Deba de fama internacional: Simón Berasaluce. Puede que su nombre no suene a demasiados lectores pero sí algunas de sus obras: más de medio millar de vidrieras repartidas por el oriente de Estados Unidos, el propio territorio de Gipuzkoa o, incluso, una mención especial en el concurso de proyectos para reparar las vidrieras de la basílica del Sacre Coeur de París. Para el encargo de la Librería Donosti, Berasaluce adaptó los dibujos modernistas a su disciplina y alumbró la pieza que aún se puede admirar, hoy convertida en un icono de este rincón de la ciudad que los turistas fotografían y los artistas dibujan.
El oficio de vidriero, como tantos otros quehaceres artesanos, exige una labor concienzuda, lenta, experta y, sobre todo, cara, adjetivos que casan muy poco con la demanda de los tiempos que corren. ¿Cuánto costó la obra en 1982? «Eso no te lo puedo decir», sonríe Azurmendi. «Llevó mucho tiempo hacerla, fue un trabajo muy largo. Cuando estuvo finalizada, le pregunté a Simón cómo había que lavarla. Me respondió 'Si la lavas, te la quito. La cristalera tiene que conservar la pátina del tiempo'. Y por ello nunca la hemos limpiado». Siguiendo también los consejos del Berasaluce instalaron dos focos en el interior del local para así crear un juego de luces que contribuyera a lucir el aspecto de los cristales de cara al exterior.
Publicidad
Aún así, la mejor forma de apreciar la vidriera es desde el interior, cuando la obra se ilumina gracias a la luz natural que llega desde la calle. En la parte inferior, en uno de los vitrales azul marino puede apreciarse la firma del taller que la realizó -«Artistas Vidrieros Vitroluz S.L. 1982»- pero no de Berasaluce: «No la quiso firmar porque en esos momentos tenía un contrato de exclusividad en los EEUU».
La vecina republicana
La de la Librería Donosti no es la única vidriera del 2 de la plaza. En el portal vecino hay otra, justo encima del acceso, tras la pareja de leones que custodia el número. Vista desde la calle, la cristalera no luce demasiado y, de hecho, apenas se pueden apreciar sus vivos colores. ¿Es eso un rojo o un granate? ¿Es ese otro un amarillo? ¿Son los tonos de la bandera española? No exactamente. Si pasamos al interior del portal, la perspectiva cambia por completo y nos regala una de las sorpresas más sugestivas del, llamémoslo así, San Sebastián Oculto: las vidrieras evocan, con sus colores, una bandera de la II República Española. Se trata de los mismos tonos (rojo, amarillo y morado) y el mismo orden oficial de la enseña adoptada en abril de 1931.
Publicidad
En esta página ya hemos hablado en varias ocasiones de los escudos republicanos (reconocibles porque sobre el blasón donostiarra lucen una corona mural -un castillo- en vez de una corona real) que pueden hallarse en varios inmuebles oficiales de San Sebastián: la fachada del Ayuntamiento, en los Bomberos en la calle Easo o en la caseta Real del Paseo de la Concha, son algunos de ellos. Aún así, nunca habíamos dado con una bandera y menos con una rodeada de las circunstancias de ésta. El lector Javier Lascurain nos informó de su existencia varios meses atrás y nos preguntaba por el motivo de su existencia.
Para conocerlo tuvimos que recurrir de nuevo a Santi: aunque su librería se abrió en 1980, Azurmendi lleva media vida -desde el año 1950- vinculado y frecuentando el bloque. Que él sepa, la pieza siempre ha estado allí, incluso durante los años del Franquismo, lo que tiene un morbo especial. ¿Cómo pudo un portal emplazada en una zona de San Sebastián tan poco vinculada a la causa republicana, lucir esa cristalera durante la Dictadura? ¿Cómo escapó a las sospechas y suspicacias políticas un símbolo antagónico al régimen franquista tan evidente? Lo ignoramos.
Publicidad
Consultamos a varios de los vecinos de la casa sobre ella pero todos ellos desconocían las circunstancias que podían rodear a la curiosa enseña. La mayoría de ellos le quitaban importancia a un tragaluz que llevan viendo, a diario, demasiados años. La respuesta, de existir, se debería encontrar en la Librería Donosti, pero allí el callejón seguía sin tener salida. ¿Cabe la posibilidad de contactar con alguno de los descendientes de los que fueron dueños o promotores del edificio? «Imposible. La casa perteneció a unos Garay provenientes de Oñati, pero esa línea familiar ya desapareció. Hace décadas que vendieron esta propiedad y no hay descendientes», responde Azurmendi. Así, sobran las teorías pero faltan certezas. La hipótesis más probable es que la vidriera fuera instalada en los años de la II República, entre 1931 y el estallido de la Guerra Civil. Cuando las tropas nacionales entraron en la ciudad, ¿quién se iba a preocupar de retirar el vitral? Y allí permaneció. Por otro lado, es imposible que estuviera en ese lugar desde su construcción pues el conjunto de Plaza de Bilbao se levantó entre 1900 y 1906 por el arquitecto Pedro Arístegui y la bandera republicana fue adoptada oficialmente en 1931.
Por supuesto, en el expediente que se encuentra en el Archivo Histórico del Ayuntamiento no hay mención ni documento alguno que haga referencia a un cambio tan nimio para la estructura del edificio.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión