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Gustav Henningsen fotografiado en Pamplona. :: LUIS AZANZA
HISTORIA

Salazar, el abogado de las brujas y Henningsen, su primer valedor

El investigador danés, homenajeado ayer en Zugarramurdi, defiende la ejemplaridad del trabajo del inquisidor

N. AZURMENDI

Domingo, 7 de noviembre 2010, 04:10

Hasta que Gustav Henningsen descubrió hace más de cuarenta años en el Archivo Histórico de Madrid los papeles del inquisidor Alonso de Salazar y Frías, el miembro escéptico y reticente del triunvirato de inquisidores que constituía el tribunal de Logroño, la historia del auto de fé de la capital riojana se conocía sobre todo en la versión de los otros dos inquisidores, convencidos de la existencia de la brujería, que se deleitaban en el relato de todos los excesos y aberraciones que se atribuían a brujas y brujos.

Los papeles de Salazar, como recuerda Henningsen, completaron la visión que aportaba aquel documento -cuya portada se reproduce en esta página por cortesía de la UPNA, en cuya biblioteca se conserva el único ejemplar de la primera edición, de 1611- en la medida en que, de manera revolucionaria para la época, «trazó la anatomía de una persecución en masa» dando la palabra a los acusados, en cuya inocencia era proclive a a creer.

Si Gustav Henningsen, homenajeado ayer en Zugarramurdi, ha sido uno de los principales protagonistas de las jornadas de Eusko Ikaskuntza, Salazar es el principal protagonista de la obra del investigador danés afincado desde hace años en España, uno de los que más ha profundizado en el estudio de la brujería en Europa. Lo es, en cualquier caso, de un libro de Henningsen imprescindible para conocer qué sucedió antes, durante y después del auto de fe de Logroño. Editado por primera vez en inglés en 1980 y publicado en castellano tres años después, 'El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española' es una lectura apasionante, cuya edición actualizada acaba de poner a la venta Alianza Editorial. Prologado por Mikel Azurmendi, proporciona muchísimos datos y referencias documentales, pero la que emerge con fuerzas de sus páginas es la figura de Salazar y Frías.

Nacido en Burgos en 1564, jurista, diplomático de exitosa carrera y uno de los clérigos más brillantes de la Corte, donde tenía excelentes contactos, Salazar se convirtió en tercer inquisidor de Logroño en junio de 1609, con la epidemia de brujería de Zugarramurdi ya desatada. El inquisidor al que no le dolieron prendas al afirmar que «no hubo brujos ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y escribir de ello» y llegó a propugnar una especie de pacto de silencio respecto al tema para atajar recaídas, aparece como un investigador metódico y concienzudo en su trabajo, que daba primacía a la razón sobre la especulación, hasta el punto de que, como él mismo reconoció, «mis colegas dicen que ciego del demonio defiendo yo a mis brujos».

Salazar sigue siendo, a juicio de Henningsen, su primer valedor, una referencia ejemplar y vigente porque «el mundo siempre tendrá necesidad de alguien que se atreva a desenmascarar al verdugo: de hombres tan enteros como Salazar». No oculta que el inquisidor burgalés, más dado a los argumentos jurídicos y a la veracidad de las pruebas que a hacerse eco de denuncias y rumores, tuvo su parte de responsabilidad en las condenas y posteriores ejecuciones de Logroño -«solo pudo salvar a dos»-, algo que atribuye a su tardía incorporación a un tribunal cuyos restantes miembros eran fervientes partidarios de las soluciones drásticas. Cree, no obstante, que su posterior y eficaz aportación a la cordura inquisitorial salda todas las posibles cuentas pendientes...

Y, para los aficionados a otro tipo de lectura, el personaje que podría dar lugar a una serie televisiva de éxito -por si le faltaban atributos favorables, decían de él, además, que era «hombre guapo y querido, muy respetado por sus opiniones que siempre actuó con gran tacto y decoro»...- ya ha sido objeto de un tratamiento más literario que histórico en la novela 'Ars magica' (Mondadori, 2007), de la escritora nacida en Bilbao y afincada en Sevilla Nerea Riesco, en el que un Salazar post auto de fe, en plena crisis religiosa, resuelve crimenes en Navarra protegido, sin él saberlo, por una joven hechicera de nombre Maya.

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