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Los historiadores y el santo. Jerardo Elortza y José Antonio Azpiazu ante una de las imágenes de San Francisco en Madalena. :: MARIAN
El periplo oñatiarra del 'duque santo'
OÑATI

El periplo oñatiarra del 'duque santo'

Magdalena recuerda a San Francisco de Borja en el quinto centenario de su nacimiento. Estuvo durante dos años en la ermita de Santxolopeztegi y la convirtió en centro de peregrinación

MARIAN GONZALEZ

Viernes, 23 de julio 2010, 04:04

El 28 de octubre de 2010 se cumplirá el quinto centenario del nacimiento de San Francisco de Borja, conocido en Oñati como 'Duke Santua', y la fecha ha animado a los vecinos de Santxolopeztegi y Garibai a recordar la figura del personaje que tan famosa hizo a la ermita de la Magdalena. Y es que el duque que se hizo jesuita se convirtió en la sensación de la época, convirtiendo la apartada capilla que este fin de semana se viste de fiesta, en un centro de peregrinación.

Se ha hablado mucho del paso de San Francisco de Borja por Oñati y los vecinos del barrio que lo alojó tenían ganas de saber más y trasmitirlo, así que le pidieron al historiador local José Antonio Azpiazu que les echara una mano.

El resultado, un ágil y visual libreto, fue presentado ayer, festividad de la Magdalena, por su autor y el traductor al euskera del texto Jerardo Elortza. Ambos destacaron la extraordinaria vida del 'duque santo' y el poso que dejó su estancia. Hay media docena imágenes de él en distintos templos de la villa, y la tradición popular ha permitido que algunos aún recuerden cánticos con su historia. «Yo soy San Francisco de Borja, duque de Gandía, aquel que en España grande llamaron algún día. Las grandezas se acaban al morir» dice la letra de una melodía que una anciana oñatiarra oía cantar a su bisabuela» relataron.

Las andanzas de San Francisco de Borja dieron mucho que hablar y por eso, pese a ser un proyecto vecinal, la publicación (se han editado 500 ejemplares) va a ponerse a la venta al precio de 3 euros en la Oficina de Turismo y Txokolaterixia.

De alta alcurnia

Nacido en Gandía (Valencia), Francisco de Borja era el primogénito del tercer duque de Gandía, biznieto por línea materna de Fernando el católico, y biznieto asimismo, por línea ilegítima paterna, de Rodrigo de Borja, más tarde Papa Alejandro VI.

En su juventud estudió latín, música, lenguas, matemáticas y filosofía, y en 1528, a los 18 años, le destinaron a servir al emperador Carlos V. Un año después se casó con Doña Leonor Castro y Meneses, camarera mayor de la emperatriz portuguesa Isabel, y con esa ocasión fue nombrado Marqués de Lombay.

Gran privado del emperador y caballerizo de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio, pero la vista del cadáver de la emperatriz lo impulsó a despreciar las vanidades de la corte. «Nunca más servir a un señor que se me pueda morir» dicen que dijo.

La muerte de su esposa, en 1546, aceleró su proceso de conversión y de acercamiento a los jesuitas. Pero su decisión de entrar en la orden recibió la consigna de que «por prudencia y por la trascendencia del hecho» guardase secreto. Ignacio de Loiola le convenció de que el silencio se hacía necesario.

Llegó a Oñati en 1551, escapándose de las pretensiones papales de hacerle cardenal y fue en Magdalena donde se hizo conocer su nuevo estado y su renuncia a los altos honores que a lo largo de su vida le habían acompañado.

Cuenta Azpiazu que la elección de Oñati como lugar estratégico para que Francisco de Borja se retirara a meditar y prepararse para su ordenación sacerdotal fue motivada, en buena medida, por la situación de la villa. «Él había venido a esconderse en las montañas vascas, y Oñati se mostraba como el lugar ideal para ello. Además, los jesuitas ya disponían de una espléndida casa en el centro de la villa, cerca de la parroquia y de la universidad, la de los Araoz. Pero a Borja le pareció demasiado lujosa y poco apropiada para sus propósitos, pues buscaba un lugar más humilde y todavía más retirado».

Se ordenó en Oñati

No le fue fácil encontrar el anonimato que deseaba, pues era demasiado conocido, pero pese a padecer gota y su noble pasado, colaboró en la construcción del colegio adosado a la ermita como un obrero más.

En una carta que Azpiazu ha encontrado en el archivo de Loiola el propio San Francisco explica de su puño y letra que tras haber estado mirando más de 15 días en Oñati y Bergara se decidía por la ermita de la Magdalena «es muy graciosa y participa de Oñate y Vergara, porque está en el mismo camino; y según estos dos pueblos han mostrado afición a que fuese la morada en cada uno de ellos, presce partido ponerse en medio, y más teniendo ya Oñate colegio».

Así que el duque santo realizó su noviciado en Madalena y se ordenó sacerdote en la misma ermita el 23 de mayo de 1551.

Fueron muchos los hombres de reconocido prestigio social que acudieron a Oñati a escuchar las palabras del 'Duque santo', mientras en toda España andaba de boca en boca el hecho de su conversión y retirada del mundo.

Magdalena se convirtió en un centro de peregrinación, tanto de nobles como de gentes del pueblo llano, pero sobre todo de pobres y enfermos. Pronto corrieron rumores de que allí se obraban milagros, de que se curaban los enfermos, se hacía hablar a mudos, etc. Y Azpiazu cree que quizá provenga de aquella época y ambiente la creencia de que a los niños que bebían de la campanilla que utilizaba el santo, que todavía existe, se les soltaba la lengua y facilitaba el habla.

Francisco predicaba y pedía limosna, y el hecho de que, habiendo pertenecido a la más alta aristocracia, se humillara solicitando ayuda al pueblo llano era su mejor predicación. Su primera misa solemne y pública fue el 15 de noviembre de ese mismo año en Bergara, localidad que tantos intentos realizó para que la eligiese como lugar de residencia. Se dice que acudieron más de 10.000 fieles.

En 1554 fue nombrado Comisario general de los jesuitas en España y en 1565, tercer general de los jesuitas. Falleció en Roma en 1572 y el papa Clemente X lo canonizó en 1671. Su estancia en Oñati apenas fue de dos años pero dejó huella.

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