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San Sebastián. Delibes, en una conferencia a mediados de los 80 en el Aula de Cultura, junto al ex director de DV Juan Mari Peña. :: USOZ
CULTURA

Pesar en la literatura guipuzcoana

Amistad, vivencias, o la simple lectura de sus obras dejan la profunda huella de Delibes

ENRIQUE MINGO

Domingo, 14 de marzo 2010, 03:22

La muerte de Miguel Delibes ha causado un profundo pesar en el mundo de las letras guipuzcoanas. Algunos hablan de amistad con el autor fallecido y todos muestran una sincera admiración por su obra y persona.

Raúl Guerra Garrido, que descubrió a Delibes con 'Diario de un cazador', asegura que le «impresionó mucho esa voluntad de estilo en el que, de forma aparentemente trivial, conseguía llegar a los temas más profundos». El donostiarra mantuvo «una amistad entrañable» con Delibes y sintió «gran admiración por su sentido ético, que plasmó en su obra y en su vida». El autor de 'La carta' afirma sentirse «muy afectado, aunque la verdad es que a todos nos está alcanzando la edad» -reconoce con irónica resignación- y cree que Delibes «ha sido un ejemplo de escritor para todos».

Bernardo Atxaga dice que en su juventud oyó mucho el nombre de Miguel Delibes. «Pasé un tiempo escribiendo en Santa María del Campo, Burgos, donde me lo mencionaban mucho ya que solía visitar una finca cercana. Yo tenía la esperanza de toparme con él algún día en el páramo, pero nunca tuve esa suerte. Me gusta el paisaje de Castilla, y creo que Delibes me ayudó a interiorizarlo», afirma el autor de 'Obabakoak'.

Para Santiago Aizarna, Delibes «fue un escritor que tenía un lenguaje rico y castizo, muy de su tierra», que se mereció todos los reconocimientos, «aunque -admite- a mí su obra no llegó a interesarme mucho». El donostiarra, que considera que «se debería de destacar más su faceta como periodista», subraya «su dominio del lenguaje rural».

Felipe Juaristi cuenta cómo «en una editorial donostiarra publicamos hace años 'Viejas historias de Castilla la Vieja', que en euskara quedó titulado 'Gaztela zaharreko kontu zaharrak'. Era uno de los libros más bonitos que he leído en euskara», dice Juaristi. «Luego estuvimos varias veces con Delibes y en una, desde su despacho, vimos pasar estorninos. Preguntamos: '¿Son estorninos, señor Delibes?'. Y respondió: 'Gaztelako zozoak', como les llaman ustedes, los vascos, según he leído».

Luisa Etxenike destaca que «su persona siempre estuviera detrás de su obra», así como la manera de acercarse al ser humano «en esos momentos claves, consiguiendo relentizar ese pasar la vida». Etxenike, que elogia su extensa y variada bibliografía con mención especial a 'La hoja roja', «una maravillosa metáfora de la etapa crepuscular de la vida», también destaca su capacidad para «ir sumando» el vocabulario del pasado con el contemporáneo convirtiéndose en «una especie de reserva natural del lenguaje».

Inazio Mujika comenta que en la escuela le tocó leer obras de Delibes «que me gustaron», aunque lo mejor llegó «cuando por mi cuenta leí 'Viejas historias de Castilla la Vieja'». Mujika asegura que ese libro de cuentos, con protagonistas del mundo campesino, «me impactó y creo que llegó a influir en mí obra».

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