
Tolosa
No había burrosIÑIGO ROYO ETXEZARRETA
Martes, 6 de mayo 2025, 19:57
Secciones
Servicios
Destacamos
Tolosa
No había burrosIÑIGO ROYO ETXEZARRETA
Martes, 6 de mayo 2025, 19:57
En mi casa el árbol de Navidad lo solemos quitar hacia Semana Santa. Mi madre dice que da alegría y mi padre dice que por ... no montarlo y desmontarlo lo dejaría puesto todo el año. No os creáis que es un árbol muy grande, no... Es uno de esos de plástico que debieron de comprar mis padres en algún bazar y que sigue oliendo a petróleo que te mata. Yo también prefiero que no lo quiten porque me gusta verlo. Algunas tardes de febrero o marzo, cuando vuelvo del colegio y estoy sola en casa, enchufo las luces del árbol y me quedo ahí, durante mucho rato, como una boba, mirando sus bombillitas azules, verdes, rojas.., tratando de olvidar las cosas que he oído en clase. Cuando viene mi padre siempre me dice que lo apague, que el árbol se ve desde la calle a través de la ventana y que a ver si se va a pensar la gente que en esta casa estamos como una cabra con un árbol de Navidad encendido en marzo.
Debajo del árbol tenemos el belén. Son unas figuras de escayola de la Virgen, el Niño, los Reyes Magos, San José, un buey y un burro que están a medio pintar porque mi abuela se murió cuando las estaba pintando y luego nos pareció a todos que era mejor conservarlas como ella las dejó. La cara del rey negro sigue blanca. A San José, que desde que Dios decidió tener un hijo con su mujer siempre es el último mono, lo debió de dejar mi abuela para el final y todo él está de color blanco escayola.
El Viernes Santo mi madre me dio unas hojas de periódico y me dijo: «Aprovechando que tenemos fiesta vamos a quitar el árbol. Vete envolviendo las bolas en los periódicos». Y se fue a hacer otras cosas. Yo me distraje entonces con las noticias que traían las hojas. En una de ellas había una carta que alguien había escrito sobre la cabalgata de los Reyes Magos en Tolosa. La carta decía: «No había burros con paquetes de regalos, ni antorcheros, estaba todo muy desangelado. Daba una sensación de cutrerío que no había visto nunca». Yo, que naturalmente estuve en la cabalgata, también me di cuenta ese día de que todo parecía estar dispuesto para que los niños comenzáramos a pensar que los Reyes son los padres: las feas barbas postizas que ocultaban los verdaderos y nobles rostros de los Reyes, esas tristes carrozas de carnaval que habían sustituido a los mágicos camellos voladores...
Conforme me voy haciendo mayor me voy dando cuenta de que las verdades que se nos cuentan cuando somos pequeños se van progresivamente sustituyendo por mentiras que los adultos se han creído sin rechistar. Mi padre me dice a veces que ya va siendo hora de que vaya madurando. Pero yo sé que eso que llaman madurar no es sino el camino que conduce a creer que son verdad las mentiras de los adultos. Y la primera mentira que nos cuentan es que los Reyes Magos no existen. Luego vienen muchas más y están en todas partes. Las mentiras están en los pasillos del colegio, en los mapas que cuelgan de la pared de clase, en el viento que recorre las esquinas y las plazas de mi pueblo. Veo las mentiras en las ventanas cerradas de las casas, en la forma de los edificios, en la tristeza de los jardines. Veo las mentiras en las caras de los adultos cuando me cruzo con ellos por las calles. Las veo en su forma de hablar, en su modo de construir las frases, en el tono gris de su mirada, en su manera de caminar, en su forma de coger las cosas, de tocar la fruta, de cortar el pan...
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.