Antonio Maria Labaien plaza
FRANCISCO ATONDO
Lunes, 1 de septiembre 2025, 20:03
Un amigo mío de Oiartzun, ya fallecido, venía a Tolosa a menudo, siempre los domingos muy temprano, para recorrer la villa en esas horas bucólicas ... en las que aún no andaba nadie por las calles. Era hombre de sensibilidad extrema y estaba entusiasmado por nuestras plazas. No había en Gipuzkoa, decía, un pueblo que tuviera tal riqueza de espacios públicos como el nuestro. Plaza Zaharra, con el callado diálogo entre el ayuntamiento y el palacio de Idiakez, el Triángulo, fusión de las dos Tolosas, Txerri plaza, reducto vivo de siglos pasados. La extraña paz de plaza Euskal Herria en el despertar del día.Santa María, marco sobrio de la gran mole de la Iglesia parroquial, austera como ninguna.
En la plaza Berdura, la coqueta Kristal plaza, se detenía ensimismado ante la suntuosidad de sus arkupesy la preciosa estructura de hierro y cristal.
Mi amigo admiraba el acierto y equilibrio de la vieja capital al expandirse hacia el ensanche. La quietud de Gernikako Arbola plaza y su soberbio arbolado, producían en él una llamada a respirar el aire fresco con intensidad, en medio de un recinto tan urbano. Más arriba, al detenerse en los jardines de Antonio Maria Labaien, acudía a su mente la imagen del personaje que le da nombre, con quien compartió inquietudes culturales.
La plaza, de finales de 1990, en la trasera de la casa del siglo, justo enfrente del edificio donde vivió Labaien, recuerda al dramaturgo y literato nacido en 1898 en Tolosa, que alternó su vida profesional entre su gran pasión por las letras, y la irrepetible litografía familiar 'Laborde y Labaien', donde también trabajaba su hijo, el pintor Matxin, arquetipo de la bohemia del Montmartre parisino de épocas pasadas.
Antoñito, como le llamaban sus íntimos, tocaba el violín en la orquesta parroquial, y su hijo Ramón, que fue alcalde de Donostia, le dedicó un precioso artículo titulado 'La pluma y el violín'.
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