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Escultura en madera de San Bartolomé en su hornacina, de autor desconocido. FOTOS MARÍN
Ordizia

La ermita de San Bartolomé abre mañana sus puertas al culto

La festividad del santo patrono representa el único día del año en el que sagrado recinto celebra la eucaristía

Martes, 23 de agosto 2022, 00:00

Como cada 24 de agosto, mañana llega la festividad de San Bartolomé, fiesta en esta barriada de la localidad, antes de mayor relumbrón, ahora reducida al día de la fecha, y concretamente a la misa, que tendrá lugar a las 9.00 en la ermita y a la que seguirá el posterior hamaiketako que ofrecerán los amigos del recinto religioso: los componentes de la asociación Osbele.

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Templo y entorno del que cada vez sabemos más, sobre todo gracias a las campañas arqueológicas llevadas a cabo, en especial, desde el año 2018 (hay una cuarta prevista para este año). Campañas que atestiguan la existencia de tres recintos religiosos anteriores al actual y referencias o restos más antiguos que el laboratorio sitúa entre finales del siglo XII, principios del XIII, en cualquier caso anteriores a la carta puebla y fundación de la Villa.

Tercer templo, que en ese paso natural y eje europeo de comunicación que representa el valle del Oria, desvalijaron y arrasaron las tropas napoleónicas al mando del general Foy, en aquel verano de 1813, en su apresurada retirada y repliegue en los últimos días de la Guerra de la Independencia, tras haber sido zarandeadas en Vitoria (21 de junio). Retirada que constata una perfecta interpretación de la táctica de tierra quemada. Destrucción de la ermita que dio lugar, medio siglo después, a la edificación de la que ahora conocemos.

Llama la atención que los historiadores, Serapio Mujika y Carmelo Etxegaray, apenas le dedican mayor atención a proceso que concluyó con el levante de la actual ermita. Únicamente recogen que «en 1819, el Obispo (Pamplona) en su visita, mandó que se derribase y se resolvió vender la campanita que se conservaba allí, y en 1859 se pagaron 2.665 reales a cuenta de obras ejecutadas en San Bartolomé por Francisco Eleicegui».

Cabe pensar que no se cumplieron al pie de la letra las instrucciones del obispado. Los historiadores David Cano, Nerea Iraola (Gure Iragana) y Iosu Etxezarraga en su trabajo 'El origen olvidado de Villafranca-Ordizia. Ermita de San Bartolomé', apuntan que «las labores de reconstrucción realizadas posteriores a los daños de 1813 fueron un mero gesto simbólico para recordar el templo que en aquel lugar existía. En esa intervención se terminaron de demoler los restos de las paredes situadas mirando al norte, oriente y poniente de las ruinas, mismas que fueron reconstruidas con mampostería, únicamente se conservó la que miraba hacia el sur (en mejor estado), realizada en sillar de toba y que sirve en la actualidad como presbiterio. Creemos que para aprovechar esta pared y debido al buen estado de conservación que tenía, es posible que se decidiera girar la dirección original; este-oeste a norte-sur. De hecho, no es el único caso que encontramos en nuestro entorno, la parroquia Santa Fe de Zaldibia y la ermita de Izaskun de Tolosa son otros ejemplos de este tipo de modificación».

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Una reconstrucción sin mayores pretensiones, desde el punto de vista arquitectónico y artístico, que no contó con un arquitecto sino con un maestro de obras; que sería Manuel de Egoscozabal, el cantero Martín de Ysasa y el carpintero Francisco de Eleicegui, como personajes principales, y un modesto presupuesto.

Contencioso y apertura al culto

Antxon Aguirre Sorondo terció en su día en la cuestión y a la hora de indagar en el tema de la reconstrucción del sagrado recinto echaba mano del expediente 3208/15 del Archivo del Obispado de Pamplona, y en concreto del documento del 13 de agosto de 1856 por el cual Benito de Barinaga, en nombre de la Parroquia de Villafranca afirmaba textualmente: «con motivo de la orden dada por el señor Gobernador de la Provincia para el ensanche del cementerio de dicha villa, el Ayuntamiento y vecindario han concebido el proyecto de erigir en aquel lugar una ermita o basílica con el doble objeto de restaurar la memoria de la antiquísima Parroquia y población que existió en dicho sitio con el nombre de Erdocia y de tener un Santuario donde se celebran los actos del culto divino alternando o correspondiendo con la Parroquia en varios casos como los de rogaciones ordinarias y extraordinarias y que puedan sustituir a la misma en caso de inhabitación».

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Previamente, indicaba Antxon Aguirre Sorondo, el perito Manuel de Egoscozabal realizaba el 24 de febrero de 1856 un informe en el que reseñaba las condiciones que debía cumplir el contratista a la hora de la realización de la nueva ermita que se construirá en el sitio de San Bartolomé.

Estimado el costo en 9.500 reales y 17 maravedís, y propuesto el plan de financiación, el gobernador dio su consentimiento y el Obispado de Pamplona su autorización. Tras el permiso oportuno se efectuó la obra y el 19 de junio de 1857, exactamente 16 meses después del informe inicial, está terminada, y se valora –el acuerdo inicial establecía que el precio definitivo de lo realizado «se tasará al final de la obra»– en 10.741 reales y 17 maravedís. Posteriormente se colocaron las campanas (campanas de vuelta) que incrementaron el coste en 853 reales.

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Y lo que son las cosas, Francisco Ignacio de Eleicegui, al ver que no cobraba lo que le correspondía, reclamaba su parte al Obispado de Pamplona, reclamación que suscitó el correspondiente contencioso entre la parroquia y el Ayuntamiento. Antxon Aguirre Sorondo recoge que por fin, año y medio después de la finalización de las obras; el 20 de enero de 1859 hay acuerdo entre las partes, que el Obispo bendice y autoriza el 26 de ese mes. Cuestión pecuniaria zanjada. En cualquier caso, indica Nerea Iraola, algo debió ocurrir; faltaba algo o no estaba consagrada, porque todavía en 1962 no estaba abierta al culto.

Una edificación humilde, que en su interior, como única decoración cuenta, tras el altar, con una figura central, del San Bartolomé (patrono de los curtidores, a la que le falta el cuchillo), labrada en madera y ubicada en una hornacina, a cuyos lados aparecen dos cuadros que reproducen la misma estampa; San José con el niño y la Virgen María con el niño. Al día de la fecha, decoración de autor o autores desconocidos.

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Mientras los componentes de Osbele, el Ayuntamiento y la localidad quedan a la espera de que el Obispado resuelva la solicitud cursada al objeto de que la ermita pase a ser de titularidad municipal, y así afrontar la urgente tarea de arreglar toda la cubierta, los amigos de la ermita han llevado a cabo las reparaciones más apremiantes, por lo que la eucaristía de mañana tendrá lugar en el interior del templo, referencia de aquel 'logar que llaman Ordiçia', solar que rezuma historia.

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