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El franciscano Juan José Iturrioz junto a Marijo Razkin, miembro de la Junta. ZABALA
Una despedida humilde a 53 años de dedicación

Beasain

Una despedida humilde a 53 años de dedicación

Franciscanos. La eucaristía que se celebrará esta tarde en San Martín, presidida por el obispo, marcará el adiós de la orden que deja una honda huella en la comunidad

Viernes, 17 de enero 2025, 20:10

La jornada de hoy, sábado, 18 de enero, será un hito histórico para el pueblo. Con una eucaristía especial en la parroquia de San Martín (18.00 horas), se pondrá fin a la etapa franciscana tras 53 años de servicio. Tras la celebración, que estará presidida por el obispo Fernando Prado, la parroquia quedará bajo el mando de Javier Txurruka.

Los franciscanos llegaron a Beasain en 1972, respondiendo a la petición de la cofradía de San Martín de Loinaz y de los beasaindarras. En aquel momento, la elección parecía más que lógica, ya que el propio San Martín era franciscano. Desde entonces, 21 frailes han pasado por la parroquia y cada uno ha dejado su impronta tanto espiritual como en iniciativas relacionadas con la comunidad.

El último franciscano que ha ejercido en San Martín, Juan José Iturrioz, regresará a Arantzazu tras esta última misa. «Quedará un gran vacío», reconoce Marijo Razkin, tesorera de la parroquia y miembro de la Junta. «Juan José siempre ha estado dispuesto para ayudar en lo que se le pidiera. Su trabajo y generosidad son muy de agradecer y lo echaremos de menos».

Iturrioz también se ha mostrado agradecido a la comunidad y subraya la importancia de la sinodalidad. «Vivimos en un momento de renovación de la Iglesia. La clave está en que todos vayamos por el mismo camino, aunque tengamos opiniones diferentes. 'Siempre se ha hecho así' ya no es una respuesta válida. Es el momento de mirar hacia adelante y de trabajar juntos. Las parroquias del Goierri tendremos que trabajar de la mano», subraya el franciscano.

La huella franciscana

La impronta franciscana ha quedado profundamente arraigada en la comunidad. Miguel Iñurritegi fue el primer responsable de la nueva parroquia y su labor marcó el camino de los que llegaron después. «El padre Miguel siempre ha sido muy admirado por todos. Era un trabajador infatigable que trajo consigo una nueva forma de vida en la comunidad», recuerda Razkin.

Pero también hubo otros nombres que dejaron huella como los de Roberto Linkel y Martin Mendizabal (Martin Txiki), que prestaron servicio durante muchos años. «Los franciscanos han vivido siempre en comunidad, acercándose a todos los vecinos y ofreciendo ayuda a todos. Su humildad y humanidad son los rasgos que más destacan», añade.

Para cubrir el hueco que dejan los franciscanos se ha creado el Consejo Parroquial, y Marijo Razkin y una decena de personas más se encargarán de que todo prospere. El consejo garantizará la coordinación entre los diferentes grupos existentes en la parroquia: catequistas, grupos de oración, coro, grupos de limpieza y mantenimiento, miembros de la liturgia, y el grupo de bodas, entre otros.

Razkin subraya que el consejo trabajará en base a la colaboración. «La Iglesia debe adaptarse a las necesidades de la ciudadanía. El trabajo en equipo es imprescindible para ello y nuestra principal aspiración es que la comunidad sea abierta».

Último adiós al barrio

La celebración de hoy será sencilla pero emotiva, «reflejando la humildad y la forma de ser de los franciscanos», subraya Razkin. La eucaristía estará presidida por el obispo Fernando Prado y el provincial de los franciscanos de Arantzazu, Joxe Mari Arregi. «A continuación, se celebrará un lunch en la propia iglesia para que todos estemos juntos y celebrar la despedida en un ambiente cálido».

Iturrioz destaca que el objetivo de la celebración no es sólo reconocer la labor franciscana, sino también unir a la comunidad. «La celebración de la eucaristía y el posterior encuentro serán especiales. Los franciscanos han estado allí durante 50 años y nuestro objetivo es mantener el legado que dejan».

En el futuro, la parroquia tendrá como principal reto ser capaz de responder a las necesidades de la comunidad, activando a las nuevas generaciones en torno a la Iglesia y fomentando la colaboración con otras parroquias. «Debemos adaptar el Evangelio a la realidad actual. Vivimos una época bonita, porque los que están aquí están porque creen de verdad», reconoce Razkin.

«Abrirse y renovarse son imprescindibles, sin miedo. El legado franciscano será nuestra hoja de ruta: con humildad, colaboración y dando sentido a la espiritualidad», concluye.

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