Beasain

La Cofradía de la Morcilla, galardonada con el premio 'Juan José Lapitz'

Este reconocimiento no solo es un homenaje a un producto emblemático como la morcilla de Beasain, sino también a casi cuatro décadas de esfuerzo colectivo. Fundada en 1985, la Cofradía ha desarrollado una labor constante de difusión, protección y promoción de la morcilla local. Lo ha hecho organizando año tras año su ya consolidado Concurso-Cata –que en 2024 celebró su 39ª edición–, pero también con su participación en encuentros gastronómicos junto a cofradías hermanas de otros puntos de Euskadi, el norte del Estado y el suroeste francés. A través de estas iniciativas, han conseguido posicionar la morcilla beasaindarra como un producto de calidad con sello propio, y vinculado estrechamente a la identidad cultural del Goierri.

El premio 'Juan José Lapitz', centrado en destacar la labor en torno a productos gastronómicos, valora precisamente este tipo de trayectorias, en las que tradición y compromiso van de la mano. En palabras de la propia Academia, la Cofradía beasaindarra ha conseguido preservar no solo una receta, sino una forma de entender la gastronomía basada en la cooperación, la defensa del territorio y la transmisión del saber popular.

La morcilla de Beasain es más que un embutido: representa un modo de vida, una historia ligada al caserío, a la matanza, a las ferias locales y a la memoria de muchas generaciones. Gracias a la labor de la Cofradía, ese legado se mantiene vivo. Y no solo eso: evoluciona, se proyecta hacia el futuro y se comparte con nuevas audiencias.

La entrega del galardón en Vitoria-Gasteiz fue compartida con otras figuras relevantes del mundo gastronómico, como el enólogo Telmo Rodríguez Hernandorena (Premio 'Manuel Llano Gorostiza'), la revista 'Sobremesa' (Premio 'Luis Irizar'), o el blog 'Dendecaguelu' de Luis del Valle Vega (Premio 'José María Busca Isusi'). La Cofradía de Beasain se une así a una lista selecta de premiados que representan la excelencia, el esfuerzo y la dedicación al buen comer y al buen beber.

Este reconocimiento supone un motivo de celebración, pero también una responsabilidad añadida: la de seguir trabajando por un producto que es seña de identidad del pueblo, y por una gastronomía que hunde sus raíces en la tradición, pero que mira de frente al presente.